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De la cabeza al cielo…

Madre al fin, Evangelina Tejeda Zambrano uniría el cielo con la Tierra, con tal de impugnar lo que considera una gran injusticia con su hija, Yohanna Banteurt Tejeda; y demostrarles a ciertas personas que la dimensión humana no se mide en centímetros, ni el talento ni la grandeza se muestran de la cabeza a los pies.

Evangelina, quien reside en Panchín Marín 72 entre Franklin Llamo y Final, San Luis, Santiago de Cuba, cuenta que su hija, quien concluyó el 12mo. grado el pasado curso escolar, mide 1,26 metros por déficit en la hormona del crecimiento, y es atendida en el Instituto de Genética Nacional, en la capital.

Evangelina presentó en la Universidad de Oriente un resumen de historia clínica de Yohanna, elaborado por ese instituto, el cual señala que goza de plenas capacidades mentales para estudiar una carrera universitaria.

Yohanna se presentó el pasado curso a las pruebas de aptitud de las opciones escogidas, Pedagogía y Medicina. Ambas las aprobó. Pero la Secretaria del preuniversitario de San Luis le informó que «quien atiende por Salud Pública en el municipio la actividad, plantea que ella no puede optar por Medicina por su discapacidad física: su baja talla».

La madre considera que, además de violatoria de los principios constitucionales, tal decisión trasunta falta de ética e irresponsabilidad, pues no tuvo en cuenta cuánto agrediría y cercenaría el futuro de la muchacha. Yohanna cayó en un profundo estado depresivo tras haber vencido durante años, con la ayuda de familiares y amigos, muchos temores, complejos y aprensiones; y perdió el interés en hacer las pruebas de ingreso a la Educación Superior.

Al fin, entre la madre y la doctora que la atendía, lograron que en las últimas semanas se reincorporara a los repasos pero, según los profesores, su rendimiento académico ya no era el mismo: desaprobó Matemática e Historia. Se había perdido la batalla, pero quedaba la esperanza de carreras como maestro primario (Historia-Marxismo, Matemática-Física) y para el Plan Turquino (estudiantes de zonas rurales) Español-Literatura, Biología-Química y Maestro de Preescolar.

Para solicitar estas, debía haber aprobado las pruebas de aptitud de especialidades pedagógicas y haberse presentado a las pruebas de ingreso en primera y segunda convocatorias, requisitos que ella cumplía; pues según asegura la remitente, se les dio carreras a alumnos que ni siquiera pasaron las pruebas de aptitud, y vinieron a hacérselas después de otorgadas.

El 14 de julio pasado, Evangelina se acercó a la Secretaria de la sede universitaria pedagógica y al subdirector de Enseñanza Media Superior, pues el preuniversitario había cometido el desliz de no haber censado a Yohanna como impedida física. Y precisamente esos estudiantes tienen un tratamiento preferencial a la hora de aspirar a cualquier carrera, según la madre.

Evangelina sondeó qué posibilidades había con la carrera Español-Literatura, que la muchacha solicitó en la nueva boleta. La Secretaria le dijo que era imposible, pues se estudiaba en el Pedagógico; y al informar ella el caso, le dijeron que lo impedía la condición física de Yohanna. Le sugirió que la mantuviera en la sede municipal, pues le iban a otorgar la carrera de maestro primario.

Evangelina refiere que el 22 de julio, cuando fueron a recoger la boleta a la sede municipal, el Subdirector de Enseñanza Media Superior, en presencia de alumnos y demás profesores de la comisión, le dijo que a su hija no se le puede dar la carrera de maestro primario porque ella no tiene tamaño para alcanzar un pizarrón. Y concluyó que podían ofrecerle una plaza relacionada con técnicas de belleza y cosméticos, que no garantizaba ocupación, pero sí era útil para ejercer el cuentapropismo. La madre, muy dolida, respondió que si no alcanzaba a un pizarrón, tampoco a un sillón de belleza.

Muchas gestiones hizo Evangelina en el municipio, la provincia y a instancias nacionales. Pero al final, la Dirección Provincial de Educación ratificó que se mantenía la única oferta de Belleza.

«Pido que se revalúe el caso, sostiene la madre. Mi premura es por el tiempo; solo faltan días para que comience el nuevo curso escolar», pues está convencida de que su hija sabrá demostrar hasta dónde puede llegar, si la midieran no en centímetros sino en su estatura moral e intelectual.

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