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Móvil invadido

La privacidad no es solo respeto a tu intimidad y el hogar. Es también que nadie irrumpa en tu espacio sonoro y visual, y te imponga su presencia.

El móvil de Vicente González (Comandante Borrero No. 32, reparto Villalón, Santiago de Cuba) está invadido, desde noviembre de 2011, por promociones de reguetoneros, discotecas y servicios para fiestas. Ya había borrado mensajes, y al escribir tenía 68, algunos con palabrotas e insinuaciones obscenas.

Como los mensajes muestran los teléfonos de sus emisores, habló con algunos, y le aseguraron que mantienen ese servicio legalmente, por medio de la mensajería móvil. Fue a la sucursal de Cubacel en Santiago. Allí, la primera respuesta fue que cambiara el número del móvil, que por diez CUC, opción que rechazó. Habló entonces con un responsable, quien le dio la razón y aseguró que tomarían medidas para que esa molestia no se repita, pues ese tipo de promoción no está autorizada por Cubacel.

Pero los mensajes siguen… «¿No es obligación de Cubacel poner fin a algo que molesta a sus clientes; más cuando el servicio se paga bastante caro?, cuestiona. ¿Por qué me obligan a consumir publicidad en un país donde no constituye lo habitual? ¿No poseen la tecnología para evitar la piratería?».

Es inquietante que uno siga pagando un servicio y aun así esté expuesto a semejantes molestias, razona Vicente. Y su preocupación por que se respete el espacio personal es digna de tenerse en cuenta.

Las puertas de la duda

La doctora Onay Roselló narra desde Juan Ramón Ochoa No. 93, reparto Victoria, Las Tunas, una historia penosa para una médica con 20 años de labor y una misión en Venezuela.

Cuenta que en 2005 se le informó que le habían otorgado el derecho a una casa. Tras siete años de espera, el pasado 6 de abril ella y otros 11 colaboradores fueron convocados al ansiado inmueble, en el reparto Carlos J. Finlay. En la reunión, Orlando Arias, jefe de Inversiones del Grupo Empresarial de la Construcción en Las Tunas, les orientó mudarse lo antes posible, pues el edificio fue concluido en noviembre de 2011, y el Estado invertía dinero en su protección.

El 9 de abril, la contratista de la Construcción, Miriam Serrano, les comunicó, para sorpresa general, que ella no había dicho que el edificio estaba concluido, pues faltaban detalles; el mismo se entregaría el 13 de abril, día en que se volvió a posponer la entrega para el 19 del propio mes.

Lo sucedido era nimio al lado de lo que encontraría la doctora Onay el 19 de abril:

«La puerta de entrada al apartamento fue hecha con pino verde, y es imposible cerrarla bien. Las puertas interiores, de cartón prensado, tienen abolladuras, por la falta de puntillas y pegamento. Las persianas, plásticas, a muchas les faltan pasadores. Hay instalación eléctrica, pero faltan tomacorrientes. Las llaves de los fregaderos son artesanales. Las paredes de un cuarto y la cocina están cuarteadas. El tanque de la taza sanitaria estaba sin tapa. Hay un hueco en la pared de otro cuarto. Las puertas son más grandes que los marcos, y fueron rebajadas con chapucería, lo que originó que el cartón se desflecara».

Onay se negó a recibir la vivienda. Y la contratista le dijo que podía resolver lo de la abertura de las paredes, pero no lo de las puertas, pues para el edificio no se había contratado la carpintería. Las puertas se gestionaron de casualidad por el Micons. No podían emparejarlas porque no tenían lija.

«En 2005 —afirma—, cuando Colaboración Médica y el Micons se reunieron con los colaboradores, nos informaron que el material asignado sería de primera calidad. Y se cumplió en los primeros edificios, con carpintería de aluminio, cristalería y grey cerámico, pero lo han ido obviando…».

Apunta que al preguntar el porqué, los de la Construcción dijeron que «no tuvimos suerte, pues fueron los recursos asignados por la dirección nacional del Ministerio».

Onay señala: «¿Es un proyecto serio o un juego de lotería, donde la suerte define? ¿Por qué si se varió el proyecto se mantiene el mismo precio de los apartamentos, cuando los materiales son otros? ¿Quién responde por no garantizar lo convenido? Estoy consciente de la situación del país, pero mi preocupación es que los recursos destinados hayan ido a parar a otras manos o a rincones oscuros…».

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