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Sufriendo la tarjeta…

El ingeniero eléctrico Joel Isaac Sotolongo Torres (Avenida 31-B, No. 10610, apto.1, Marianao, La Habana) es un colaborador cubano que retornó de una misión en la hermana República de Venezuela, y está bastante disgustado con las dificultades que se le presentan a la hora de hacer sus bien merecidas compras.

Joel Isaac lleva ya un mes intentando infructuosamente utilizar la correspondiente tarjeta magnética habilitada. Lo que debería ser un avance tecnológico y una comodidad, se ha convertido en un quebradero de cabeza.

Confiesa el remitente que cada vez que llega a una tienda, se encuentra con la situación de que el registrador magnético no existe, o simplemente le plantean que está roto.

«En el municipio de Marianao —señala— ninguna tienda de TRD poseía el mismo (desde 100 y 51 hasta 132 y 51). Esto lo digo con propiedad, pues los productos de aseo y limpieza y los alimentos los compro en las mismas; y he hecho ese recorrido varias veces con la intención de ver si algún día reparan el dispositivo.

«Lo mismo sucede en el municipio de Playa… En La Copa me dijeron que no tenían. Esto, sin contar las tiendas Caracol, donde me plantearon los dependientes que ellos no estaban acogidos a este sistema.

«Algo similar experimenté desde La Habana Vieja hasta Centro Habana, caminando desde la Plaza de San Francisco, bulevar de Obispo, Manzana de Gómez, bulevar de San Rafael… Siempre la misma disculpa, de que no poseían el registrador o que estaba roto, ya fuera de Habaguanex, TRD o cualquier cadena comercial.

«Y pregunto entonces cómo puedo beneficiarme de las bondades de dicha tarjeta, si siempre o casi siempre tienen una justificación, con el hecho de pasar trabajo, porque en la instalación donde lo hay solo existe un lector de tarjetas.

«Hechos como este no suceden en otras provincias como, por ejemplo, Cienfuegos, donde compañeros míos no han tenido que sufrir con estos percances».

Ni Joel Isaac, ni ningún profesional o trabajador que ha hecho tantos sacrificios para cumplir con misiones solidarias, merecen tanta dejadez tecnológica. Cabe preguntarse, si hay tantos problemas con ese sistema de tarjetas magnéticas, de no resolverse, ¿no es posible buscar otra alternativa, que los libere del fatalismo tecnológico?

¿Acaso no crecen los niños?

Ahora que va concluyendo el curso escolar, y las familias se preparan para el próximo, es un alerta en cuanto al tan llevado y traído asunto de los uniformes escolares la carta que envía Zaily Justo, trabajadora de la empresa Copextel, vecina de calle 98 No. 312, entre 3ra. y 5ta., municipio capitalino de Playa.

Refiere la remitente que su hijo está terminando el primer grado en la escuela primaria Amistad Cuba-Angola, del reparto San Agustín, en el municipio de La Lisa, en la capital. Y al interesarse ella por el papel para comprar el uniforme con vistas al nuevo período escolar, le informaron que solo se dará el mismo a los alumnos que pasan de cuarto a quinto.

Cuenta la madre que a su hijo solo le han correspondido dos uniformes, cuando inició el preescolar. Pero lo lógico es que los niños crezcan, y la talla varíe de un año a otro, argumenta. Los que usa su hijo hace dos años ya no le sirven.

Zaily manifiesta que su preocupación es la de muchas otras madres. «A finales de agosto, cuando se realice la asignación de uniformes, tendré dos alternativas: En septiembre enviar el niño a la escuela sin uniforme; o comprar “por la izquierda” la camisa y el short, en el mejor de los casos, a 50 pesos cada uno. Y ninguna de las dos variantes se adecua a mi concepto. ¿Qué hago?».

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