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Los impactos de La Taína

Que Cuba sea signataria de protocolos y acuerdos medioambientales, y tenga una avanzada legislación en tal sentido, con más razón nos obliga a hacer cumplir esas disposiciones en cada sitio del país. De no hacerlo aquí, allá o acullá, estaremos contradiciendo nuestras propias palabras.

¿Cómo se le explica entonces nuestra política medioambiental a Edgardo Hernández, que vive allá en Calle F, entre Capitán Cuevas y B, en el reparto Chicharrones de la ciudad de Santiago de Cuba?

Cuenta el remitente que al lado de su casa está ubicada la dulcería La Taína, la cual genera, con el hollín que despide su horno, un serio fenómeno de contaminación en el barrio.

Asegura que los vecinos han realizado llamadas y cursado escritos al Poder Popular, Citma y Fiscalía. Van allí comisiones, se recogen pronunciamientos y firmas de los afectados, «pero todo termina en un nudo, y el problema persiste», señala Edgardo.

Refiere él que la empresa a la cual pertenece la dulcería, la EPIA, orientó que se aumentara un metro más la altura de la chimenea. Pero el daño no se ha erradicado: el combustible es muy denso, y cae en forma de grumos sobre patios, techos y aceras del vecindario.

«¿Cómo es posible que se esté luchando contra la contaminación ambiental a nivel nacional, y esto suceda aquí en Chicharrones?», concluye cuestionando Edgardo.

El pesar de ciertas pesas

Alexander Mena (Edificio 22, Escalera 722, apto. 5, reparto Fructuoso Rodríguez, Cárdenas) se pregunta si podremos disfrutar algún día el hecho de que todas las balanzas pesen una libra como lo que es: 460 gramos. O si tendrá que convencerse a sí mismo de que en ciertos lugares del país no operan las leyes universales de la Física.

El remitente cuenta que en octubre pasado visitó un mercado en Vía Blanca y Carretera Central, Peñas Altas, en la ciudad de Matanzas: un centro comercial habilitado hace poco menos de un año. Y observó que las pesas empleadas allí, por demás digitales, no tienen pantalla comprobatoria de cara al cliente.

Ese día él adquirió varios productos cárnicos, de óptima calidad. Y al llegar a su casa en Cárdenas, comprobó que en cada uno de los productos, supuestamente dos kilogramos de pavo ahumado, dos libras de tocineta y dos libras de picadillo condimentado, le habían usurpado en total 1,5 kilogramos.

«¿Seguiremos siendo objeto de estafas impunemente? ¿Podremos tener la seguridad de que lo que pagamos por el peso es real?», pregunta Alexander. Y le respondo que ello dependerá, en buena medida, de si donde se registran tales imperdonables y cotidianos atracos, las autoridades correspondientes cortan el cordón umbilical de la impunidad con firmeza y determinación. Y también si los consumidores, las víctimas por excelencia, plantamos y exigimos nuestros derechos.

Orgullo de abuela

Zoraida López (Ave. 56 No. 4906, entre 49 y 51, Cienfuegos) es una abuela orgullosa de la escuela primaria Carlos Manuel de Céspedes, de esa ciudad, donde su nieta estudia el cuarto grado.

«Podría ser un centro de referencia nacional, asevera. Puedo decir que, más que una escuela, es un paraíso. Su claustro de profesores es excelente, consagrado a la labor educativa. Puedo apreciar el avance de mi nieta en el aprendizaje. Quisiera destacar a la dirección de la escuela, y a las excelentes maestras de mi nieta, Dunia y Yadira».

Zoraida ve a la niña avanzar en conocimientos y en su formación como persona, e inevitablemente se remonta en el tiempo. Contrasta y compara, mientras observa a la pequeña cuando hace sus tareas en la casa.

«Sé que nuestro Comandante en Jefe Fidel sería feliz de leer esta carta, confiesa. Soy de origen campesino, y nací en el capitalismo. No tuve la oportunidad de estudiar». ¿Hasta dónde podrá llegar la nieta de Zoraida, en la Cuba de pleno siglo XXI?

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