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¿Quién ha visto por ahí...?

Los músicos cubanos merecen respeto. Por eso me escribe Melanio Gustavo Hernández, productor general de la Banda del célebre Cándido Fabré, un artista que ha entonado la dignidad de este país en los más controversiales escenarios de este mundo.

Refiere Melanio que, si bien la dirección del país ha insistido en la importancia de la disciplina contractual y en el hecho de que debe tenerse el presupuesto o financiamiento para contratar a cualquier agente económico, esa unidad artística que lidera Cándido Fabré está sufriendo la inconsecuencia de quienes los contrataron para los festejos populares en la provincia de Granma.

Explica que en este 2014 la banda de Cándido Fabré se presentó en las fiestas de los municipios de Guisa, Yara y Cauto Cristo, y que esas actuaciones en carnavales están pasadas del término de pago de 60 días.

Precisa que, ante tal situación, se ha contactado con las autoridades administrativas de esos municipios, quienes comunicaron que tales incumplimientos se debían a que la provincia no les había situado aún el dinero en cuenta, para que las direcciones municipales de Cultura le pagaran al Centro Provincial de la Música, y este ejecutara los correspondientes desembolsos a los artistas que intervinieron en esas fiestas.

Aunque algunos crean idílicamente que el artista cubano vive por las nubes, aclara Melanio que estos son padres y madres de familia y necesitan cobrar para mantener a los suyos. Y se pregunta por qué, si esos carnavales venden bebidas y comidas, y recaudan, a más de los impuestos que se cobran en tal sentido a muchos que venden en esos festejos, no se les paga en término a los artistas que amenizan tales festividades.

Lamentablemente, todavía muchas entidades estatales juguetean con los contratos, al punto de no cumplir con sus acreedores. En el caso de los colectivos artísticos, luego de complacer al público y cumplir con las autoridades, estas se permiten desentenderse de los términos del contrato.

Esos deudores merecerían aparecer públicamente en las lúcidas improvisaciones de Cándido Fabré. Y algún día, en este país, los «malapaga» deberían indemnizar a sus víctimas por sus incumplimientos.

Habaguanex recapacitó

Antonio Díaz escribe en nombre de todos los vecinos que residen en O’Reilly No. 453, esquina a Aguacate, en la Habana Vieja, en la capital. Lo hace en agradecimiento a una institución que supo rectificar ante las denuncias planteadas por ellos y resolver el problema que afectaba a la comunidad. Eso revela que no siempre los causantes del problema se parapetan detrás de la justificación.

Refiere el remitente que en el colindante parque de Sancho Panza, de Habaguanex, habilitaron un sitio para turistas, que llegó a convertirse en un restaurante, y que el mismo estaba animado desde las 12 del día hasta las 11 de la noche, con una orquesta de música bailable, que molestaba sobremanera la tranquilidad de los vecinos.

Los residentes en la zona hicieron múltiples gestiones con la gerencia del centro y con el Consejo de la Administración Provincial, pero nada se resolvía. Y no fue hasta que se hizo una carta por los vecinos al Historiador de la Ciudad, Eusebio Leal, que todo se encauzó.

Aquella demanda fue reorientada hasta Habaguanex. Y allí, su presidente, Luis Enrique Sotolongo Otero, inmediatamente buscó solución al requiebro de los vecinos. Eliminó la presentación de orquestas y hasta de música grabada.

Juan Antonio quiere agradecer a Habaguanex por la sensibilidad y acometividad con que actuó ante un problema vecinal, como no siempre actúan entidades que buscan a todo costo sus ingresos, sin importarles el impacto humano y medioambiental que generan.

Al final, hay que concluir que, si bien la indisciplina nos acecha cada día, hay entidades que reaccionan consecuentemente ante los reclamos del más importante sujeto de nuestra sociedad: los ciudadanos.

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