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Un visor para casos excepcionales

Requieren las entidades públicas el visor sensible para sopesar y atender los casos excepcionales, como el de Tania Acosta Ruiz, residente en calle 102, No. 8308, entre 83 y 85, Güira de Melena, en la provincia de Artemisa.

Cuenta ella que padece una enfermedad endocrina, diagnosticada en 2011 en el hospital Hermanos Ameijeiras, de la capital, donde la atiende el doctor Adalberto Infantes Amoros. Dicho padecimiento es denominado neoplasia endocrina múltiple del tipo 2A, la cual comprende carcinoma medular del Tiroides Familiar, feocromocitomas bilaterales de ambas suprarrenales, por lo cual presenta insuficiencia suprarrenal bilateral posquirúrgica e hipotiroidismo e hipoparatiroidismo primarios, ambos posquirúrgicos. Ha sido sometida a varias operaciones, y la ausencia de dichas glándulas la obliga a tratamientos sustitutivos, los cuales le han ocasionado daños colaterales, sobre todo por el uso de esteroides.

El indicador de dicha dolencia, la calcitonina, nunca le ha bajado. Lo contrario, ha aumentado, por lo que presenta metástasis ganglionar bilateral del carcinoma medular en el cuello, lo que no ha sido sensible a tratamiento radioactivo con cobalto.

Debido a ello, ha empeorado y hace más de un año espera por el comienzo del PET/CT en el Instituto Nacional de Oncología y Radiología, donde también se atiende. Labiofam la está tratando también, pues su padecimiento, autosómico dominante hereditario, no es común. Sus estudios genéticos se hicieron en España.

«Todos esos procedimientos durante 14 años, precisa, y que han logrado mantenerme viva, se los agradezco a nuestro sistema de Salud, al equipo de médicos que me salvó y aún sigue luchando por mí. Y a la familia que me apoya y me cuida».

Como su sistema inmunológico está deprimido, Tania depende del hospital Ameijeiras, tan lejano, al igual que su policlínico. Por ello, los primeros auxilios se los da su esposo en el hogar. Y salir para el Ameijeiras significa pagarle 400 pesos a un botero, pues como su tratamiento es radioactivo, no puede viajar con niños ni con embarazadas en ningún transporte que se habilite para pacientes. Y Salud Pública garantiza solo la transportación para las diálisis.

Por su diagnóstico y tratamiento, Tania recibía servicio de gas licuado por certificado médico. Y en 2004 se le retiró el servicio, bajo el argumento de que tenía que estar en fase terminal u operada del corazón. «Nadie investigó mi enfermedad, dice, y al empeorar mi situación, el calor y las altas temperaturas me afectan considerablemente, incapacitándome para usar los módulos de cocción eléctricos».

En julio de 2013 solicitó en el Consejo de la Administración Municipal (CAM) que se constituyera una comisión para valorar su caso. Pero nunca se hizo. Y gracias al Partido en el municipio fue que se promovió la comisión, aunque la representación del CAM no se presentó. Salud Pública y la trabajadora social hicieron un informe a su favor, cuenta, pero no hubo respuesta. Hizo gestiones en el Consejo de la Administración Provincial, sin soluciones.

Afirma que se ha visto precisada a comprar el gas a sobreprecio dentro del municipio, «y por la vía normal no procede, porque aún no estoy encamada».

También requiere un teléfono, para estar localizable por sus médicos, o viceversa. Y para localizar medicamentos fuera del municipio, que no le pueden faltar. Pero las gestiones han sido baldías, al igual que las hechas para un aire acondicionado, pese a que se le considera en el territorio un caso crítico.

«No descansaré, aunque es una lucha contra molinos de viento. Pero si he ganado otras batallas, ¿por qué esta no?», concluye Tania.

Toda la grandeza del Sistema de Salud cubano, que la mantiene viva, debe tener una correspondencia con la atención social a esta paciente. Hay casos que desbordan el estándar y requieren una mirada puntual, desde el corazón.

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