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De todo como en botica

Hay colas y colas. No es lo mismo quien espera su turno para comprar una entrada de un concierto musical, que el paciente agobiado, o su familiar, cuando intentan adquirir, en una u otra farmacia, un medicamento.

Teresa Ramos (Santa Marta 23, entre Mercado y Lindero, Centro Habana) cuenta que a su mamá, de 75 años y con problemas de salud mental, la psiquiatra de su policlínico  le hizo una receta de Levomepromazina. Y luego de ir varias veces a la farmacia cercana y no encontrarlo, se lo localizaron en la de 20 de Mayo y Amenidad, en el Cerro.

Teresa fue hasta allí, y la dependiente le dijo que se había acabado. Teresa argumentó que habían llamado y confirmado su existencia. La dependiente, que habían pasado muchas personas con recetas. Teresa rogó que localizara la Levomepromazina, que solo se distribuye en farmacias especiales. La dependiente le dijo que no tenían teléfono. Y Teresa veía que en la oficina de la farmacia había teléfono y hablaban por él. «Me fui para no incomodarme más», manifiesta.

En la farmacia de Clavel e Infanta, la dependiente también hablaba por teléfono. Le revisó la receta y le informó que ese medicamento no se recibía allí, para continuar su conversación. Teresa le pidió que se lo localizara. Lo hizo, luego de concluir su charla telefónica. En San Lázaro y Soledad, en Centro Habana.

Hasta allí llegó Teresa. Y luego de larga cola, la dependiente leyó la receta y le dijo que a la dirección de la paciente le faltaban las entrecalles. Y como es un medicamento controlado, aun cuando tenía todos los demás datos en regla, no podía vendérselo.

La empleada llamó a otra y le mostró la receta. Teresa adujo que solo ahí era donde había el medicamento. Y le dio el carné de identidad de su mamá, donde están todos los datos. Pero detrás del mostrador, la misma negativa.

Teresa solicitó ver a la administradora, y quien la atendió fue la licenciada de la farmacia. Le dijo que hay una circular que prohíbe despachar esos medicamentos cuando faltan datos a la receta. Teresa insistió infructuosamente. La licenciada ni le vendió el medicamento ni le dio su propio nombre cuando la cliente se lo solicitó.

Al otro día la mamá de Teresa fue de nuevo al policlínico, y la psiquiatra le hizo la receta médica de nuevo, con todos los detalles. Le localizó por teléfono el medicamento en la farmacia de 100 y 35, en Marianao. Ya allí la señora, la dependiente le respondió que la medicina había entrado el domingo y se había acabado el mismo día. La paciente arguyó que la doctora había llamado momentos antes y había. Entonces apareció quien había respondido la llamada, confirmando que se había acabado.

Ante tal respuesta, la paciente se alteró y dijo que iba a ir al Ministerio de Salud Pública. Acto seguido volvió quien había respondido la llamada. Le dijo que esperara afuera. Comunicó a las dependientes que ese medicamento se encontraba en almacén, que lo sacaran y le despacharan a la  cliente. «¡Como por acto de magia apareció el medicamento, y se lo vendieron a ella y a un anciano con la misma situación!», señala Teresa.

Y Lázaro de Jesús Zada (Independencia 803, apto. 18 D, entre Conill y Tulipán, Plaza, La Habana) narra que el domingo 5 de julio, en la farmacia de Calzada y Paseo, en Vedado, no pudo adquirir Paracetamol con una receta del médico, porque le faltaba en el margen izquierdo el día en que fue emitida, aun cuando tenía todos los demás datos.

Lázaro explicó que, al parecer, al desprender la receta del talonario, la doctora rasgó una pequeña parte de esta, pero que su esposa necesitaba el medicamento porque sufría un fuerte dolor de cabeza. Le dijeron que no podían vendérselo.

«Tuve que marcharme sin poder adquirir el medicamento, afirma, y como era domingo tuve que acudir a la ayuda solidaria de un vecino. Al parecer, los datos plasmados por el facultativo perdieron su validez por un simple rasgado en la receta», concluye.

Al margen de la cadena de maltratos sufridos y la falta de transparencia en el primer caso, ambas historias revelan que son requisitos indispensables los que se establecen para las recetas de los medicamentos. Entonces los médicos tienen que ser mucho más cuidadosos al llenarlas y entregarlas, para no hacer sufrir a los pacientes con omisiones o descuidos. Y los pacientes tenemos que abrir más los ojos y exigir cuando nos entreguen una receta.

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