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Dilación para el pago a destajo

«Con el pago no se juega», afirmé el pasado 20 de diciembre, al reflejar la denuncia de Miguel Cartaya Valdés, un hombre que lleva 34 años laborando en la Empresa Geominera de la Isla de la Juventud y hoy es jefe de una brigada de laboreo minero. No era para menos. Desde julio de 2015 les debían sus honorarios porque, según Miguel, la Empresa Geominera no sabía cómo se pagaba el laboreo minero por el sistema a destajo.

Por gestiones personales, Miguel logró que a la empresa llegara el documento rector del sistema de pago. Pero cuando se aplicó, refería, se dio la situación de un pago indebido, no precisamente en la brigada de Miguel.

Por ello, separaron al director de la empresa, que había hecho el compromiso de pagar la producción minera de ese mes de julio. Y acotaba el remitente que, cinco meses después, el actual director les dijo que ese dinero no se iba a pagar, porque era una violación, que la producción no se paga de forma retroactiva.

«¿Dónde queda el sacrificio y el esfuerzo de seis hombres que se pasaron 20 días albergados fuera de sus hogares, con necesidades de alimentación, trabajando en condiciones difíciles, bajo tierra, a metros de profundidad, tragando gases, mojados y llenos de fango?», cuestionaba él.

Al respecto, responde Ariel Matos Abad, director de la Empresa Geominera de la Isla de la Juventud, que «al referido trabajador le asiste el derecho a cobrar los haberes dejados de percibir por concepto de pago a destajo, teniendo en cuenta que se realizaron las producciones en el referido mes».

Se pudo comprobar, destaca, que no se le había efectuado el pago a destajo por no contar con las normas de trabajo de esa actividad. Y lo califica como «responsabilidad de la empresa, ya que sin las condiciones para calcularlas no se podían comenzar los trabajos».

Matos señala como otra causa el hecho de «no contar con el reporte de tiempo, responsabilidad del reclamante como parte de las funciones de un jefe de brigada».

Plantea el Director que se visitó al trabajador el 29 de diciembre de 2015 y se le notificó la respuesta, a más de que se les pagaría a él y a sus compañeros la deuda al siguiente día. Y añade que «se analizarán las indisciplinas cometidas con los responsables que dieron lugar a la retención del referido pago, las cuales se les comunicarán una vez impuestas».

Al final se hizo justicia, y eso se agradece. Pero la propia respuesta del Director revela la responsabilidad, ¿o la irresponsabilidad?, de la empresa en retener el pago al trabajo de esos mineros. ¿Hasta cuándo se dilatarían esos honorarios, de no haberse publicado aquí la queja?

¿Cómo podía la entidad pagar a destajo, si ni siquiera tenía las normas para ello, las cuales tuvo que gestionar el propio jefe de brigada? ¿Cómo declararse incapaces para instrumentar un sistema de pago por resultados que el propio país está estimulando? ¿Por qué el actual director les dijo entonces que ese dinero no se iba a pagar, y que la producción no se paga de forma retroactiva?

Barreras arquitectónicas… y mentales

Si en Cuba la esperanza de vida crece cada vez más, y el envejecimiento demográfico es una tendencia creciente, para Alberto Soroa el imperativo social primero sería trabajar denodadamente en mejorar la calidad de vida de los ancianos, hasta en los mínimos detalles.

Alberto, quien reside en calle 27 No. 1012, entre 8 y 10, Vedado, La Habana, tiene la farmacia más cercana en 23 y 8, en el propio municipio de Plaza de la Revolución. Y, sin embargo, las medicinas controladas por tarjetón, las tiene que ir a adquirir a la que está en 23 y 16, pese a tener la otra tan cerca.

A la farmacia de 23 y 16, refiere, hay que acceder por una escalera, al igual que a la de 12 y 19. «¿Es muy difícil hacer una rampita para los que nos cuesta trabajo subir escaleras?», pregunta Alberto.

Es una asignatura pendiente lo de las barreras arquitectónicas, a pesar de los discretos avances alcanzados en tal sentido. Haga la prueba y, cuando camine por pueblos y ciudades, observe cuántos obstáculos deben vencer nuestros ancianos y limitados físico-motores, para hacer vida social y acceder a múltiples servicios.

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