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Sin su equipaje y sin respuesta

Loyda Pérez es una doctora cubana que abandonó desde el 7 de junio de 2017 su hogar y su familia, allá en calle 4ta. no. 35, entre B y C, en el camagüeyano municipio de Vertientes, para cumplir la Misión Mais Médicos en Brasil, hasta que las provocaciones de Bolsonaro obligaron al Gobierno cubano a retirar esa fuerza solidaria.

Cuenta la remitente que, ante la partida inminente, tuvo que deshacerse de muchas pertenencias que ya tenía empacadas, con los nuevos requerimientos del equipaje a traer en cuanto a tamaño y peso. Porque, señala, si bien los primeros galenos en retornar pudieron traer gratis todo su exceso de equipaje, los que retornaron últimos, como ella, solo pudieron incluir gratis 20 kilogramos de exceso de equipaje, y el resto de más lo pagaron a 2.10 dólares el kilogramo.

Al final, ella preparó con sus pertenencias cuatro cajas. Arribó a Cuba en el penúltimo vuelo de retorno de los colaboradores, y el 12 de febrero pasado solo recibió en su provincia tres de las cuatro cajas.

En abril viajó a La Habana y se personó en la Unidad Central de Colaboración Médica, donde le dijeron que debía hacer formal la reclamación a Aerovaradero, lo cual cumplió. Y en mayo se comunicó con Ileana, la compañera que atiende a los médicos en esa agencia, quien le explicó que ya le había llegado la reclamación, pero que todo lo que había arribado a Aerovaradero ya había sido despachado.

«El final, afirma, es que mi equipaje no aparece y nadie me da una respuesta», concluye Loyda.

Colonias de caracol africano

Omar Dugues Álvarez (Edificio D-24, apto. 5, Alamar, La Habana) asegura que hace más de cinco meses hizo la denuncia de la proliferación de una gran colonia del peligroso caracol africano en ese reparto, pero no especifica adónde la tramitó.

Aún así, es sabido que esa especie dañina hace rato hace de las suyas en el territorio nacional. Específicamente en Alamar, según Omar, la colonia está ubicada entre el edificio 12 plantas de ese reparto, donde se encuentra la oficina comercial de la Empresa Eléctrica.

Asegura Omar que la propia Empresa Eléctrica ha denunciado esa proliferación, y no se hace nada al respecto: «Cada vez la colonia crece más, comenta, los magníficos ejemplares se pasean por todo el área, suben por los postes eléctricos, jardines y aceras; y lo peor: están sobre la cisterna del edificio. Y hay que ver cómo, al parecer, beben agua de ella. Es alarmante la situación».

Refiere el remitente que los vecinos y los que van a las oficinas del cobro de la electricidad, así como los trabajadores de estas, tienen que sortear esos caprichosos caracoles, que salen todas las mañanas, a primera hora, a pasearse por las aceras.

Hay personas que se empeñan en aplastarlos, señala, pero esa no es la vía de su eliminación. Insiste en que urge allí, y en todas las colonias existentes en el país, desarrollar una campaña profiláctica y de erradicación, porque está en juego la salud de la población. Hay que hacerlo antes de que explote un problema más grave, concluye.

El peligro de ramas con cables

Juan José Hernández Robaina (calle 172 no. 140, 1ra y 3ra., Reparto Flores, Playa, La Habana) afirma que desde hace más de tres años viene planteándole al delegado de circunscripción la situación tan peligrosa que hay con varios árboles y el tendido eléctrico en su cuadra.

Señala que las ramas de los árboles se han enredado con los cables eléctricos, y los vientos ocasionan cortocircuitos que han requerido la presencia de los bomberos, afectaciones a equipos electrodomésticos, partidura de cables eléctricos y constante zozobra en los vecinos.

Por otra parte, destaca que son especies extremadamente invasivas y parásitas. Sus ramas afectan hacia el interior de las viviendas, y en ocasiones perturban el tránsito de personas por las aceras y de los vehículos por la calle.

  El alerta de Juan José trasciende su propia cuadra. Hay serios problemas con los daños del arbolado a los tendidos eléctrico y telefónico en muchas zonas de la ciudad, y la agresividad de las raíces sobre aceras y viviendas. No puede ser una movilización de poda  próxima a la temporada ciclónica, sino un observatorio sistémico de cómo convivir con el bálsamo de los árboles sin agravar a la población.

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