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Marrana impunidad

Rolando Rondón Rivero (Aguilera no. 12, entre Martí y Ángel Guardia, Jiguaní, Granma) relata que el 24 de julio pasado Higiene municipal prohibió la crianza de cerdos al vecino de calle Ángel Guarda 58, y le dio un plazo de 72 horas para que la eliminara.

La razón, señala, es que este tiene un corral de esos animales encima de una letrina llena de estiércol, a solo tres metros de la ventana de la sala-comedor de la casa de Rolando.

Pero el tiempo pasa y no se cumple ese mandato. Rolando fue y se quejó ante la Fiscalía, la Dirección Integral de Supervisión (DIS) y la Policía, además de que volvió a hacerlo con Higiene municipal, y hasta la fecha no ha recibido la respuesta esperada. La situación para Rolando y su familia es desesperante y estresante, por lo insoportable del hedor día y noche, aparte del peligro para la salud.

«Esta situación es reiterativa, afirma, ya que el año pasado la Dirección Provincial de Higiene ratificó una prohibición del Centro de Higiene Municipal a consecuencia del mismo problema.

«¿Por qué al criador de cerdos, que tiene como propósito el lucro personal, se le da tratamiento a través de un proceso moroso de visitas reiteradas por los funcionarios de Higiene y la DIS, para convencerlo del porqué se ha aplicado el Decreto Ley, mientras a nosotros nos han dejado solos durante un mes en una espera colmada de desatención y desprotección?

«¿Por qué el criador de cerdos, que convive a 50 metros del foco contaminante, puede todos los días alimentarse, descansar, recrearse y dormir respirando el aire puro, y nosotros no podemos, porque convivimos con los cerdos a tres metros, sin otra opción que la de seguir esperando hasta que las autoridades competentes eliminen de raíz el foco?».

Rolando señala que están viviendo una situación estresante, porque esta práctica indebida agudiza los problemas de salud de su familia y está ocasionando un daño sicológico por el simple hecho de no aplicarse lo legislado.

Pesadillas con Etecsa

Mayra Amaro Martínez (calle 3G no. 15211-A, entre Real y Cuevas, Cojímar, La Habana) relata pesadillas con el teléfono de su casa, que está a nombre de su esposo, y pertenece a la planta de Alamar.

Cuenta la remitente que apenas ha tenido servicio telefónico desde abril del presente año. El equipo ha estado sin corriente por siete días, y por 15 días, con ruidos por más de diez días; y hace más de un mes que está totalmente muerto.

Ellos han hecho innumerables reportes al 114, y han hablado con las supervisoras que se encontraban trabajando en esos días de las llamadas. El 29 de julio, con Lídice; el 30 de ese mes, con Maribel… y así sucesivamente. La respuesta es siempre que el problema es un cable que sube por la loma de la Talanquera en Cojímar, y está defectuoso. Que se está trabajando en él.

Los clientes han canalizado numerosas quejas por el 118, la última el 30 de julio. Han llamado a las supervisoras de turno, y todas coinciden en que es bastante extenso el historial de quejas y reportes. Pero no han recibido respuesta alguna a tantas demandas.

El pasado 19 de agosto, Mayra llamó y le dijeron que la respuesta les llegará de la planta de Alamar. Y hasta allí ha ido su esposo en cuatro ocasiones, ha conversado con la jefa del centro, con los jefes de Operaciones y de Comercial. El 20 de agosto habló con el Director de Etecsa en Alamar, quien le planteó que los compañeros que laboraron en el cable de marras hicieron un mal trabajo; que él había formulado una queja al respecto e iba a reportar personalmente la rotura.

«Nosotros mantenemos un crédito disponible, refiere, por donde nos descuentan directamente el servicio del teléfono. Y desde abril hasta la fecha, en vez de indemnizarnos por no haber recibido dicho servicio —y cuando nos lo han dado es con mala calidad— sí nos han cobrado el servicio telefónico como si nos lo hubieran dado.

«No sé que más pueda hacer, y a quién dirigirme, debido a la difícil situación que presento y la mala calidad del servicio de Etecsa», termina.

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