Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

Romper el saco de los acaparadores

«Es preocupante lo planteado aquí (El acaparamiento y el espejo, Osviel Castro Medel, 3 de junio) y más cuando las intenciones de las medidas tomadas sobre los precios en algunos productos de primera necesidad, son las de ayudar a los que más lo necesitan y estos, por la codicia de otros, sienten que sus necesidades siguen igual. Dice un viejo y conocido refrán que la avaricia rompe el saco; hay que hacer algo para que se les rompa el de los acaparadores». (Modesto Reyes Canto)

«El Código Penal, en su  Capítulo X Especulación y acaparamiento Artículo 230, expresa: “Se sanciona con privación de libertad de tres meses a un año o multa de cien a trescientas cuotas o ambas al particular que: a) adquiera mercancías u otros objetos con el propósito de revenderlos para obtener lucro o ganancia; b) retenga en su poder o transporte mercancías o productos en cantidades evidente e injustificadamente superiores a las requeridas para sus necesidades normales”. ¿Por qué no se hacen cumplir las leyes que están vigentes?». (William)

«Cuando Teófilo peleaba (Mi Teófilo Stevenson, Jesús G. Bayolo, 29 de mayo) no podías quitar los ojos de la pantalla y ni siquiera pestañear porque en un santiamén el contrario ya estaba en el suelo; tenía una agilidad increíble para su peso y una derecha que daba miedo. En ocasiones hubo quienes no se presentaron al combate a pesar de haber dicho que lo iban a noquear. Fue un increíble deportista y un cubano de pura cepa, incorruptible e insobornable. Me gustaba mucho ver y escuchar a Sagarra pelearle, porque a pesar de ser un gran campeón bajaba la cabeza con total disciplina, acatando la reprimenda de su querido entrenador». (jeny)

«Miren cómo se aprende todos los días. El gran campeón hasta jugaba ajedrez. Al decir del GM y campeón mundial Anatoli Karpov, el ajedrez y el boxeo tienen mucho en común. Me encontré con Stevenson en mi universidad cuando la realización de un Cardín. Tropezamos y mi cabeza quedó a la altura de la mitad de su brazo. Los dos estábamos mirando para los celajes. Y él, amable, mi dijo: —No hay problema, socio. ¡Qué problema podía haber! Pero el mostró la elegancia de los que se saben verdaderamente poderosos». (Francisco)

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