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Dos contradictorios estados de la Unión

Son dos las dimensiones y en cada una la visión difiere. Desde hace días se preveía que George W. Bush hablaría del buen estado de la economía estadounidense en su valoración anual conocida como el Estado de la Unión, y que la dedicaría a los asuntos domésticos. Nada de asomarse mucho a un mundo cada vez más revuelto y brutal gracias a las políticas bushianas; para qué mencionar los 8,4 mil millones de dólares despilfarrados cada mes en los escenarios bélicos; menos aún ahondar en las guerras infinitas y pérdidas; como tampoco hacer mención a las nuevas aventuras militares en el Cuerno de África.

Vamos a ser cooperativos, era el llamado en su discurso ante un Congreso controlado por los rivales demócratas, donde recicló más de una posición, ahora en un clima nada favorable entre los políticos del Capitolio de Washington D.C., así que quienes le escribieron la perorata intentaron presentarlo como deseoso de trabajar con un criterio bipartidista para resolver los problemas de la nación. En cuanto a esta posibilidad de trabajo conjunto, una reciente encuesta de la AP/AOL encontró que seis de cada diez estadounidenses no están convencidos en lo absoluto de ello.

Es más, a diario aumenta de a poquito en poquito el número de legisladores republicanos que están en desacuerdo con el plan de enviar 21 500 efectivos adicionales para incrementar la presencia militar estadounidense en Iraq, porque les sucede lo que a buena parte de la población norteamericana, no creen que con ellos se gane la guerra, ni que haga a Estados Unidos más seguro en la llamada «guerra contra el terrorismo».

Por más que el W. practicó en Camp David cara de optimismo para decir su Estado de la Unión, ya la revista Time había hecho público el verdadero estado del país: descontento con Bush, y afirmaba que ningún otro presidente, desde Richard Nixon en 1974 —cuando el escándalo del Watergate lo obligó a renunciar ante la amenaza del impeachment—, ha llegado a este momento anual siendo tan impopular.

Sesenta y cinco por ciento de los norteamericanos desaprueba su trabajo al frente del país, y sobre todo pesa en ello la guerra que ha costado ya la vida a 3 055 jóvenes, en su inmensa mayoría soldados. El 71 por ciento —afirma una indagación de ABC News/Washington Post— cree que está llevando a la nación por el carril equivocado; el 64 por ciento llama a la guerra un error, más de los que consideraron así al conflicto en Vietnam; el 56 por ciento dice que no puede confiar en él durante una crisis; la mayoría no lo ve como un hombre honesto; dos de cada tres piensa que Bush no comprende sus problemas; y muchísimos consideran que él no escucha los puntos de vista de los otros. El 55 por ciento dice que él no ha hecho al país más seguro después del 11 de septiembre.

El análisis de la revista Time era categórico: «La raíz de los problemas de Bush puede ser enumerada con tres palabras: Iraq, Iraq e Iraq».

Noviembre fue una campanada de alerta que llevó a los demócratas a apropiarse de la Cámara y del Senado. Bush y su horda intentó una solución, pero 65 por ciento frente a 34 por ciento de los norteamericanos se oponen a su plan de incrementar las tropas. La ciudadanía está cansada de la guerra y por vez primera el 52 por ciento afirma que deben retirarse ahora...

Ese desánimo de bases reales es el verdadero estado de la nación.

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