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Impulsa la UJC en Calabazar proyecto recreativo-cultural

Entre juegos y música se les habló a los niños de cuando Máximo Gómez vivía en esa comarca y ensillaba su caballo para ir a El Cacahual

Autor:

Julieta García Ríos

Los niños gozaron de lo lindo, pero los adultos no se quedaron atrás. Es domingo en el Consejo Popular de Calabazar, perteneciente al municipio capitalino de Boyeros. Mucho antes de que todos sus habitantes se asomaran a la ventana para ver el día, el parque fue tomado por un grupo de intrusos. Apenas se acomodaron, unos se pintaron sus caras y aparecieron como personajes salidos de una juguetería, mientras otros vistieron trajes de colores para danzar con músicas diversas.

En la calle se instalaron momentáneamente un aro de baloncesto, porterías de fútbol, mesas con juegos de dominó y, a unos metros de allí, en la acera, otras con tableros de ajedrez.

También se levantó una tienda de campaña y a su alrededor se colocaron plegables e indumentaria que mostraban a los visitantes detalles del Movimiento de Exploradores.

En unos minutos, Calabazar cambió un poco su rostro, y los vecinos comenzaron a curiosear. Fue a las diez de la mañana cuando todos supieron qué iba a suceder. Tras escuchar las notas del Himno Nacional, Eduardo Bernal, historiador de la localidad, recordó los momentos más importantes de la historia patria vinculada al lugar. Por él supimos que desde el 1ro. de agosto de 1900 hasta el 31 de octubre de 1902 Gómez vivió en Calabazar y «durante su estancia cada sábado olía ensillar su caballo e ir a El Cacahual, donde está el monumento a los Mártires de San Pedro».

Luego, para atraer a algunos rezagados, un grupo de jóvenes, con tambores, cencerros y panderetas se fueron a la calle, a ritmo de conga.

Difícilmente alguien se quedó en casa, porque se trataba de instructores de arte pertenecientes a la Brigada Artística José Martí quienes improvisaban el contagioso ritmo.

Fue solo el inicio de un domingo intenso, de juegos, cantos y baile, gracias a la feliz iniciativa de la Unión de Jóvenes Comunistas (UJC).

EL PROYECTO

Lisandra Gómez y Julio César Fernández, dos de los instructores de arte, acompañaron a las niñas: "Revolución es más de lo que tengo/ de lo que hoy podría ser soñado" cantaro ellas. Con el nombre de Donde crece la esperanza surgió este proyecto coordinado por la UJC, y que tiene como principio básico llegar con una atractiva oferta recreativa y cultural a las comunidades.

«Se trata de rescatar juegos tradicionales, como las carreras en zancos y en sacos; el de ponerle el rabo al burro, y otros participativos como A Jugar, los cuales combinan actividad física e intelectual, y los niños tienen que responder preguntas que van desde cálculo matemático hasta algunas de Historia.

«Estos juegos van encaminados a formar valores en los más pequeños», comentó Odelquis Yero, miembro del Buró Provincial de la UJC en la capital.

Los integrantes de la Brigada Artística de Instructores de Arte José Martí han tenido un rol protagónico en el naciente proyecto, que también involucra al Campismo Popular y a sus animadores, mientras que suelen participar la Asociación Hermanos Saíz y el talento artístico de la FEU, de la FEEM, y de la Organización de Pioneros.

La primera de estas celebraciones se llevó a cabo en el barrio Romerillo, en el municipio de Playa; luego en el reparto Martí, en el Cerro, y este fin de semana en el poblado de Calabazar, del municipio de Boyeros.

La intención es multiplicar esta experiencia todos los fines de semana hasta el mes de abril del año próximo. «Por supuesto llevaremos las iniciativas a todos los municipios de la capital», precisó la dirigente juvenil.

«Queremos que en los municipios la idea prenda, que se motiven, que acojan el proyecto y sean capaces de involucrar al talento artístico y deportivo de la comunidad para que llegue a cada niño y joven una opción recreativa y cultural desde su mismo territorio».

Es propósito de la UJC también, que espacios como este sirvan para que hasta en los sitios más distantes niños, jóvenes y adultos hagan suyo los aniversarios 45 de la fundación de la organización juvenil y el 46 de la Organización de Pioneros, y lo celebren por todo lo alto.

ECOS DE UNA FIESTA

Una conga sui generis irrumpió en las calles de Calabazar Con sus nueve años, Dayron Ernesto Patterson es uno de los primeros cuando piden voluntarios. «Vine a jugar, a competir y a divertirme», confiesa.

Llegó acompañado de su tía, Caridad Baños Pérez, de 57 años de edad, quien considera que esta ha sido la mejor actividad que se ha hecho en Calabazar.

«La plaza está engalanada como nunca antes la he visto. Las iniciativas han sido diversas y para todas las edades. Los niños se divirtieron, al tiempo que aprendieron, porque aquí les contaron sobre la historia de la comunidad».

Caridad trabajó durante más de 30 años en círculos infantiles, y asegura que está dispuesta a colaborar con proyectos de este tipo, que tanta falta le hacen a la localidad.

Los niños, principales destinatarios, no dejan de mostrar su alegría. Gabriela y Elianis, de diez años, por ejemplo, comentan que se divirtieron con la exhibición canina, y que disfrutaron mientras intentaban ponerle el rabo al burro. Ellas también esperaron su turno para bailar el hula-hula.

«De no haber asistido, este hubiese sido un domingo más frente al televisor de la casa», dijeron las niñas.

¿Qué opinan los invitados?... Para la jovencita Yadira Valdés, instructora de arte en la especialidad de Música, este no es solo un escenario donde ella regala su arte, sino en el que también disfruta de lo que hacen otros. «Deberían extender la experiencia a comunidades de tránsito y albergues, u otros sitios alejados de los grandes centros culturales. Y siempre que se programen estas actividades, divulgarlas con tiempo».

Como Yadira, también Raisa Castanedo, Bárbaro Martínez, René Noda, y muchísimos más invitados y moradores, comentaron a JR su satisfacción por el proyecto Donde crece la esperanza, una suerte de confluencia de manifestaciones artísticas, juegos y deportes colectivos que, de manera sana, sencilla y sin grandes recursos materiales, regalaron a los habitantes un fin de semana diferente.

Por esta vez Calabazar no fue un sitio «apagado», como suelen llamarle sus moradores. Ojalá que este despertar perdure y se multiplique en todos los consejos populares del país.

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