Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

La educación especial en Cuba rompe las barreras de la naturaleza

La naturaleza le puso límites a sus cuerpos, aunque no pudo imponérselos a sus ansias, esas que logran encauzar en una escuela singular

Autor:

Julieta García Ríos

William del Pozo tiene su rostro apoyado en la mesa, sus débiles ojos no descansan mientras deja correr el lápiz dibujando letras.

Muy próxima a él, en la primera fila, Adnaliet López tiene sus manos cruzadas, también sobre el mueble escolar, y aunque sus muñecas parezcan querer tocar el interior de su antebrazo ella escribe, y lo hace con rapidez.

El silencio se apodera del aula. Algunos muchachos parecen «perdidos» en la geografía griega, hurgando en los pasajes de La Ilíada. Cada alumno tiene ante sí el examen de Español y Literatura. Es hora de reflexión, de análisis.

Los jóvenes se esfuerzan para dar la respuesta correcta, aunque para no pocos, plasmar en el papel lo que piensan resulte un acto de fe.

Finalizado el tiempo de la prueba los alumnos toman un receso. Roxana echa su silla hacia atrás. No ha solicitado su andador, pero instantáneamente Aida lo trae. La joven se sienta con elegancia sobre una de las barras del equipo y ambas amigas abandonan el aula para desandar los pasillos.

Adnaliet cursa el décimo grado, y ya tiene definida su vocación. Ser abogada es su deseo. En el Instituto Politécnico Agropecuario Villena- Revolución, en la capital del país, radica un preuniversitario donde congenian en una misma aula adolescentes con diferentes discapacidades físicas-motoras y trastornos fisiológicos. Actualmente son 74 capitalinos los que allí cursan el bachillerato.

Por decisión de la Dirección Provincial de Educación en el curso 2002-2003 el Politécnico —situado en el municipio de Boyeros— inauguró esta institución para alumnos con esas características.

«Anteriormente estudiaban en la escuela Cepero Bonilla, ubicada en el también capitalino municipio de 10 de Octubre», comenta Edenio Farrely Zayas, vicedirector general del IPA Villena-Revolución.

Para que los nuevos alumnos se sintieran bien, el Consejo de Dirección de la escuela trabajó para eliminar las barreras arquitectónicas, acondicionó para ellos los servicios sanitarios y conformó un claustro de maestros con sus mejores profesionales.

Diariamente los estudiantes son transportados hasta allí, para lo cual existen dos ómnibus que recorren la capital por rutas diferentes. Si estos fallan, siempre hay quien se aventura en la carretera para no ausentarse a la que llaman su segunda casa.

OJOS QUE NOS GUIAN

Anisbel Fuentes Méndez y Annelice Mederos Villafranca han creado sus tácticas para que el sonido de sus máquinas Braille moleste lo menos posible a sus compañeros de clase. Mientras el profesor explica, ellas escuchan, cuando calla, teclean.

La solidaridad entre los que allí estudian es para las jóvenes lo más bonito. «Cualquiera nos guía. A veces discuten por dictarnos y hasta lo hacen a coro», comentan.

Indagamos por su relación con las personas, de los mecanismos que se valen para identificarlas.

«A Annelice hace diez años que la conozco, solo tengo que tocarle las manos para saber que es ella. A Yasmani lo identifico por sus maldades, nos toma por sorpresa o nos hace cosquillas; y Dalila siempre nos echa la mano por encima de los hombros y nos abraza, los muchachos dicen que tiene el pelo castaño y los ojos carmelita. Es baja de estatura y medio gordita», comenta Anisbel.

Por delante de nosotros pasa un joven con aroma imperceptible para los reporteros, no así para nuestras entrevistadas.

—¡Qué perfume!, exclama Annelice.

Acertadamente Anisbel imagina que quien emana esa fragancia es un varón.

—¿Cómo lo supiste?

—No sé, es un olor llamativo.

Annelice nos confiesa el miedo que sentía ante la nueva escuela. «Presentía una diferencia abismal. En Abel Santamaría, la escuela para ciegos y débiles visuales donde estudiamos, éramos 12 en el aula y todos teníamos el mismo problema —la escasa o nula visión—. Aquí somos 32, algunos son impedidos físico-motores, otros padecen del corazón, de diabetes... Sin embargo, mis temores se disiparon con el transcurso de los días. Porque todos somos como una gran familia. Los profesores saben cómo llegar a cada uno de nosotros. Cuando se acerca el período de prueba o tenemos dudas, voluntariamente van hasta nuestras casas a repasarnos», dice.

Dalila Blanca Soto, quien padece del Síndrome de Turner, ha estado atenta a nuestro diálogo. Quiere ser periodista: «porque es una profesión muy bonita que mantiene a las personas informadas».

—Los periodistas deben ser buenos observadores. ¿De tus compañeros quiénes sobresalen?, ¿qué los distingue?

—Las cieguitas. Son más curiosas, todo lo preguntan, piden detalles.

AHORA SOY MÁS CREATIVA

Bárbara Echavarría Echavarría es graduada en la especialidad de Geografía y se desempeña como jefa del departamento de preuniversitario. Su voz «puntiaguda», como la describe uno de los alumnos, es la primera que escuchan en la escuela cuando cada mañana les da la bienvenida.

Basta intercambiar unas palabras con ella para percibir que ama su profesión. Domina el nombre de todos sus alumnos, la enfermedad que padecen, sus gustos, y se percata de hasta cuando el ánimo les cambia; entonces se las ingenia para mantenerlos bien arriba.

«Estos alumnos son mucho más interesados, tienen ansias de aprender, en las clases preguntan mucho, lo que exige una mayor preparación de nosotros los maestros. Trabajar aquí me ha hecho más creativa, siempre estoy buscando nuevos métodos que estimulen a los alumnos y al personal docente. También a los choferes para que se sientan más comprometidos con su trabajo», precisa.

WILLY Y LOS FUTUROS EGRESADOS

Willy, el profesor de matemáticas, hace más atractiva sus clases con el uso de medios didácticos confeccionados por él. La inventiva es bien acogida por sus alumnos. Entramos a un aula pequeña donde se preparan los alumnos de duodécimo grado que optan por carreras de Ciencias Básicas y Exactas. Andamos en busca del profesor William (Willy) García Nodarse, quien ha desarrollado métodos didácticos para la enseñanza de la matemática.

«Las clases con el profe Willy son, como él mismo diría, Matemática Recreativa», opina Juan Manuel.

«Sus métodos son alegres, juveniles, frescos, con los cuales una aprende y se divierte al mismo tiempo», agrega Victoria.

Entonces nos interrumpe Pedro: «No sigan que el profe se va a hinchar». Y una risa cómplice llena el aula.

Mientras los jóvenes lo alaban el pedagogo se ruboriza. Este es su segundo curso en la escuela y, como el resto de los que allí trabajan no tiene experiencia en la enseñanza especial.

«Darle clases a los alumnos saludables es importante, pero cuando estás frente a otros con limitaciones físicas es un reto; transmitirle conocimientos sin discriminarlos es un reto mayor. Los ciegos, por ejemplo, tienen una inteligencia promedio o superior. Solo se trata de buscar los mecanismos para que ellos comprendan e imaginen eso que sus ojos no pueden captar», explica.

En su afán por impartir mejores clases Willy ideó unas figuras geométricas tridimensionales. «Sabía que tenían que ser huecas para determinar sus componentes internos como las diagonales, la altura, que son elementos que definen las propiedades de los cuerpos espaciales».

—¿Qué materiales empleó?

—Como este es un politécnico donde se estudia Veterinaria usé las varillas para la inseminación artificial, y las piezas las sujeté con finos cables de teléfono.

«Lo más sorprendente de esas figuras es cuando uno ve cómo Annia, Amed y Julio, limitados visuales, aprenden con ellas. ¡Es lo mejor que he visto en método de enseñanza!», dice Alexis Fernández, quien opta por ingeniería en Telecomunicaciones y Electrónica.

Victoria Cambiella Larionova, quien prefiere estudiar Licenciatura en Turismo, define como «maravillosos» los tres cursos del bachillerato. «He adquirido muchos conocimientos pero también he crecido en el plano espiritual.

«Los discapacitados somos personas especiales. Nuestras limitaciones físicas nos hacen diferentes, no solo a la vista. Somos muy solidarios, diría que hasta más sanos, y nos reímos —me refiero a la risa y no a la burla—, de nuestros problemas como una manera de aceptarnos», concluye Victoria.

«Desde el momento en que conoces los valores humanos de quienes te rodean te sientes súper. Yo al principio no quería estar aquí pero todo cambió. Si se me va el transporte escolar, no lo pienso dos veces y vengo en guaguas de la calle. La distinción del Pre las hacen las personas que aquí congeniamos. Aquí lo mismo ves a un estudiante cargar con la máquina de un ciego, que a un alumno en una silla de ruedas», cuenta Juan Manuel Cardona, quien también aspira a ser ingeniero en Telecomunicaciones y Electrónica.

—Solidaridad es una palabra recurrente en este diálogo, ¿Cómo la definen?

Juan Manuel: Es espontánea.Victoria: La propicia la convivencia.Alexis: Prefiero usar una frase de Martí. Es estar «Con todos y para el bien de todos».

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