Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

Desenmascaran falsificación de productos en redes comerciales del país

La venta de productos adulterados es un vicio que lastra desde hace años el sector de los servicios, que ha ido ganando  espacio

Autor:

Yailin Orta Rivera

Los inspectores hicieron un levantamiento de más de diez productos de Suchel, pero los directivos se negaron a que fueran comprobados fuera de sus laboratorios. Fotos: Calixto N. Llanes

Por más de 75 años la cerveza Cristal ha contado con la preferencia del consumidor cubano debido a su sabor, textura espumosa y ligereza. También determina el cuerpo de esta bebida la combinación de un toque dulce con un mínimo amargor, algunas pizcas de sal y punto agrio, junto a su aroma, calidad y apariencia.

Sin embargo, estas cualidades que la hacen exquisita al paladar comenzaron a mermar, según criterio de habituales consumidores. En algunos puntos de venta se introdujo esta bebida, pero proveniente de una «industria» subterránea.

La autenticidad de los cuatro pasos secuenciales en la elaboración de la cerveza —producción de mosto clarificado, fermentación y maduración, filtrado de la bebida y envasado del producto terminado— era burlada por quienes adulteraron la experiencia y el dominio de los seculares secretos que han acumulado los maestros cerveceros.

Pero, ¿ha sido únicamente este producto el objeto de tales imposturas para lucro personal?

EL PARCHE EN EL OJO DE BUCANERO

Productos de alta demanda como el café, cigarros y tabacos son falsificados cada vez con más astucia por quienes se empeñan en vivir a costa del bolsillo del pueblo. La rápida reacción de los directivos de la cerveza Cristal para frenar las constantes adulteraciones obligó a los falsificadores a buscar variantes. Tocó entonces el turno a la cerveza Bucanero enlatada.

La elección no fue al azar. La mala racha que atravesaba Cristal para la fecha convirtió a Bucanero en la preferida de los cubanos. Un detalle importante que no escapó a la habilidad de los «químicos» callejeros.

Fue así como, aún con la resaca de las falsificaciones en nombre de Cristal, la Policía Nacional Revolucionaria (PNR) mostró un video que revelaba claramente cómo un ciudadano del capitalino municipio de San Miguel del Padrón plagiaba diariamente varias cajas de cerveza Bucanero de lata.

En el material fílmico, al cual este diario tuvo acceso, el citado estafador explicó detalladamente ante los instructores policiales, la «receta» para obtener aquella engañosa alquimia.

El infractor dijo, entre otros pormenores, que compraba cerveza de pipa, la cual introducía en unos tanques rústicos desde donde el líquido salía gasificado y casi listo para envasarlo en latas de Bucanero que compraba a varios suministradores.

El tramposo agregó que vendía las cajas al por mayor a intermediarios, quienes las distribuían en establecimientos donde se comercializaban como cerveza original.

Otras veces el infractor reservaba sus producciones a personas que se las encargaban para ocasiones festivas como quinces y bodas. Estas ventas eran en moneda nacional y a un precio menor que el estatal. Negocio redondo: todos ganaban. Todos, excepto los consumidores que, paradójicamente, son quienes pagan.

Gracias a la pericia de los agentes y la ayuda de la población, se puso fin a aquella «cervecería» particular. Pero una pregunta quedó en la mente de quienes observamos el video: ¿Cuántas «fábricas» más de ese tipo o parecidas pueden existir en el país?

El tiempo y el trabajo policial demostraron que la falsificación de cervezas nacionales —de todo tipo— es una realidad hiriente todavía. Según Ángel Díaz, teniente coronel y jefe de divulgación en la Dirección Nacional de la PNR, aún se detectan casas donde se elaboran clandestinamente estas bebidas alcohólicas.

PIRATEO A GRANEL

Al Ronda que se despachaba a los clientes en el 2do Dragón de Oro, lo rondó también la estafa. Tenía una diferencia de nueve grados con el original. La venta de productos engañosos ha ido ganando un espacio en las redes comerciales de la Isla. Es un vicio que lastra desde hace años el sector de los servicios.

Este negocio ha aumentado las arcas particulares de quienes se empeñan en dañar el prestigio de productos altamente cotizados por la población, y empaña los procesos productivos de varias industrias.

Así lo comprobó un equipo de este diario en una investigación que durante más de tres meses se llevó a cabo en todo el país, con incursiones en algunas entidades y una encuesta a más de un centenar de consumidores.

El pesquisaje demostró que los fraudes van desde el burdo truco de echarle agua al ron y a otras bebidas para aumentarlas, transitan por la preparación en «fábricas» clandestinas de productos de alta demanda, y terminan con la utilización de sofisticadas técnicas, incluidos medios de computación.

Entre los productos más falseados, según los encuestados, se encuentran las bebidas alcohólicas, los cigarros y tabacos, así como los jabones, perfumes, desodorantes, café, helados, agua natural y otros.

Llama la atención que en el consumidor cubano se ha creado una «mentalidad de estafado». Más del 80 por ciento de los encuestados mencionó al menos un caso en que se sintió engañado, aunque casi nunca reclamó a los vendedores.

Ante este panorama y en compañía de la inspectora integral provincial Yudith Rojas y del supervisor municipal Orestes Osorio, visitamos varios establecimientos para comprobar la autenticidad de algunos de sus productos. Los resultados corroboraron la opinión de la mayoría de nuestros entrevistados.

El 5 de enero de 2007, en horas de la mañana, nos presentamos en la cafetería Segundo Dragón de Oro, ubicada en Ayestarán y 20 de Mayo. Los inspectores eligieron al azar en el almacén una botella de ron de la marca Ronda y demostraron luego de varias comprobaciones que solo tenía 25 grados de los 34 establecidos. Ante la evidencia, Luis Prieto, administrador de la unidad, justificó que el producto vino así de la fábrica.

Recientemente, Dora Carbonell, subdirectora de la Empresa de Producción de Bebidas y Refrescos de Ciudad de La Habana, nos mostró una bolsa de nylon que contenía más de 1 500 etiquetas falsificadas en computadoras, que le fueran ocupadas a un ciudadano por la Policía: Ronda, Pinilla, Bocoy, El Valle y hasta Legendario «pirateados» en clandestinas impresiones. Estaban tan bien hechas, que el más sobrio de los bebedores no las hubiera distinguido.

TÍNIMA ¿DE CAMAGÜEY?

En la cafetería Segundo Dragón las etiquetas de las cervezas Tínima se desprendían solas. Los especialistas determinaron que estaban pegadas a mano y no por la máquina industrial. En este mismo centro gastronómico los inspectores, avalados por el artículo 50 de la resolución número 141/93, tomaron una cerveza marca Tínima para examinarla posteriormente. La bebida no era original.

Aníbal Mustelier y Carlos Guerra, quienes en ese momento consumían cervezas de esa marca, comentaron que el sabor era raro y las etiquetas se les desprendían solas. Pero los bebedores ni reclamaban, porque era la única opción y no tenían dinero para acceder a otras de más calidad.

La confirmación técnica del fraude la daría después Ibrahim González, director de la Unidad Básica Empresarial comercializadora de este producto en la capital: «A simple vista se ve que esta cerveza no es auténtica. En primer lugar la etiqueta está pegada a mano, porque no tiene los rodillos que le hace la máquina en la fábrica. Además, no tiene la misma coloración ni apariencia de las originales».

Pero las engañosas «Tínimas» irrumpieron también en La Barrita, un bar ubicado a varias cuadras del Segundo Dragón. Allí los especialistas detectaron que al Ronda le «rondaba» la mentira. Le faltaban ocho grados. Al momento de la inspección, existían en almacén cinco tipos de ron, pero en tablilla solo aparecía el mentiroso Ronda. Por esa violación el administrador fue multado. ¿Quién sabe cuántos hectolitros de aquella falsedad burlaron los bolsillos de los clientes?

¡AY, MAMÁ INÉS!

Hasta El Rápido La Serviliana, en el municipio de Plaza de la Revolución, se extendieron los tentáculos de los falsificadores, quienes con la complicidad de algunos trabajadores se las arreglaban para salirse con la suya.

El 12 de diciembre del pasado año se detectaron en dicha unidad 14 paquetes falsos de café Cubita, según comprobó el Laboratorio de Catación y Calidad de la Empresa Torrefactora Regil 1, en Guanabacoa.

«Las 14 bolsas (12 de 230 gramos y 2 de 460) tenían café viejo y mezclado con chícharo. El sellado no era de la fábrica y la fecha del empaque no era la que Regil 1 estampa en sus sobres. El peso no era el normado y a algunas bolsas se les detectó borra», explicó Luis Trujillo Rodríguez, principal catador de dicha empresa y considerado uno de los mejores del país.

El Laboratorio de Catación concluyó que dichos paquetes fueron producidos clandestinamente y se introdujeron en el centro para vendérselos a la población. El personal de la entidad tuvo que resarcir el costo de estos productos. El paquete de 230 gramos tiene un valor de 3.45 CUC y el de 460 cuesta 6.75 CUC.

Como si fuera poco, en el CUPET de Vento y Santa Catalina, en el Cerro, ocurrió algo peor: había paquetes de Cubita igualmente falsificados, mas los transgresores cometieron la pifia de utilizar los fechados el 13-5-02, día en que la torrefactora no produjo. No contaban los engañadores con que la entidad había decidido interrumpir su flujo ante la evidencia de la sustracción de los envases.

Además, en la última entrega registrada en acta que se le hizo a esa unidad, constaba que desde el día siete del mismo mes no recibían café Cubita.

«La calidad de aquellos paquetes era pésima por el sabor y el olor. Se repitió el viejo modus operandi con el chícharo y la borra», argumentó Trujillo.

CRIOLLOS DE MENTIRA

Los cigarros nacionales de distintas marcas son los productos que más se falsifican en el país, según criterio de los entrevistados por JR para este reportaje.

Las imitaciones son tan viejas como variadas. Al principio los Populares fueron la principal víctima de los estafadores. Luego, con la aparición de otras marcas, como Criollos y Titanes, las falsificaciones se ensancharon.

En estos momentos ninguno de los cigarros nacionales, incluidos los que se ofrecen en moneda libremente convertible, escapan al plagio. Así lo demuestran los operativos policiales y la vox populi.

«El otro día compré una caja de cigarros Monterrey pensando que eran buenos, porque son en moneda convertible, y quedé decepcionado. No sé qué cigarros comprar que no estén adulterados», se lamenta Antonio Barreto, de la capital.

Hace poco en el municipio capitalino de 10 de Octubre se detectó una fábrica clandestina de cigarros Criollos en la que trabajaban 14 personas. El dueño de la misma, con alto poder adquisitivo, distribuía los paquetes en varios municipios de la ciudad.

El proceso investigativo reveló que tanto la picadura como las otras materias primas utilizadas en la falsificación procedían de la fábrica Agrario, en la avenida Rancho Boyeros.

Según informó el teniente coronel Ángel Díaz, en Ciudad de La Habana se ha detectado en los últimos tiempos un incremento de las «fábricas» clandestinas, tanto de cigarros de todo tipo como de tabacos.

En registro domiciliario realizado en el barrio de San Isidro, en La Habana Vieja, se detectaron 127 tabacos, dos sacos de picadura, 298 tapas de estuches para cajas de tabaco, así como 210 cintas, un paquete de anillos, tres de etiquetas y dos prensas para la elaboración del producto, explicó el teniente coronel.

SUCHEL ES PUNTO Y APARTE

Los encuestados durante la investigación se cuestionaron la autenticidad de algunos productos de perfumería y aseo personal que se encuentran en la red comercial en divisas y en moneda nacional, que son elaborados por las fábricas de Suchel. Y lo confirman los reportes policiacos de casos de estafa y adulteración.

«Suchel es una gran empresa, con una amplia variedad de líneas de producción y son varios los ejemplos que tenemos de personas involucradas en hechos ilícitos asociados a esta entidad», expresó el coronel del MININT Luis Álvarez Núñez, jefe de la unidad del municipio de Arroyo Naranjo.

Para comprobar la veracidad de los planteamientos de la población, los inspectores Yudith y Orestes hicieron un levantamiento en diversos establecimientos de la ciudad. Escogieron más de 10 productos elaborados por entidades de Suchel con el objetivo de hacerles pruebas en laboratorio —como con otras mercancías—, pero fue imposible comprobarlas, ya que los directivos de la Unión no colaboraron con la investigación periodística.

Este diario no pone en duda la originalidad de las producciones de Suchel. Sin embargo, varios entrevistados nos plantearon sus inconformidades acerca de los mismos. Tal fue el caso de Eulalia Otaño, del reparto Los Pinos, en la capital, quien se quejó de que en varias ocasiones ha recibido la pasta dental de la bodega un poco aguada.

La joven Zuleidis Torres sufrió una amarga experiencia, al adquirir una crema acondicionadora de la marca Four Seasons en una tienda. A la semana se le echó a perder y no pudo usarla más.

Los mismos directivos de Suchel reconocieron que el año pasado, en la tienda Panorama, en Playa, se detectaron algunos desodorantes de la marca Rexona con mal olor.

Lázara Rodríguez Vives, jefa de piso en dicha unidad, comentó que en una ocasión una funcionaria de Suchel se llevó dos desodorantes Rexona en mal estado y que otras veces los clientes se habían quejado por la calidad de perfumes como el Mariposa y el Veguero, dos de los más caros y exclusivos de los producidos en el país.

«A los clientes que protestan por los artículos de Suchel les damos el número de la entidad y allí les resuelven el problema. Siempre ha sido así y nunca hemos tenido mayores dificultades por eso», agregó Lázara Rodríguez.

En un operativo realizado recientemente por la PNR del municipio de Arroyo Naranjo se detectó que en una finca situada en las afueras de ese territorio se elaboraban diariamente de forma clandestina miles de jabones utilizando materia prima sustraída de una de las entidades de Suchel.

«El día de la revisión ocupamos siete tanques de sosa cáustica y cinco de aceite de coco, así como 18 cajas con 105 jabones cada una. En esta falsificación estaban involucrados varios trabajadores de Suchel», explicó el capitán Bartolomé Verdecia, quien operó el caso personalmente.

FALTAN RESPUESTAS

La falsificación de productos tiene ya un carácter preocupante. Para erradicarla no bastarán el trabajo de la Policía ni las constantes quejas de los consumidores.

Valdría la pena conocer qué hacen en materia de control las entidades productoras del país para frenar la tendencia, si cuentan con los mecanismos necesarios para cortar de raíz semejante ofensa a la población.

Otra interrogante que pide a gritos una respuesta es conocer las causas y condiciones que posibilitan estas adulteraciones. Habría que cuestionarse también qué hacen los encargados de velar por la protección al consumidor en este asunto. Son muchas preguntas para un primer acercamiento al tema. Al menos, los consumidores ya dieron la señal. Ahora toca el turno a las entidades.

Casos y cosas de casa

Odalys Galindo, vecina de La Habana Vieja, quien compró un helado Alondra en el Di tú de la calle Zapata, llegó a preguntarse si una de esas alondras en su vuelo no se llevó el sabor y las propiedades verdaderas de la vainilla.

Algo similar le ocurrió una noche al joven Yudenkis Delgado con un pote de helado de fresa Guarina que adquirió en el quiosco de J y Calzada.

Marelis Caset, vecina de Centro Habana, comentó que en una ocasión compró un esmalte de uñas que estaba vencido en la tienda La Época.

Elieser Marquetti, quien se desempeña como cobrador de multas en Centro Habana, afirmó que algunas cervezas que ha comprado en quioscos de ese municipio y en otras cafeterías pequeñas tienen un origen cuestionable, porque su sabor no es el acostumbrado.

«Yo he visto particulares que venden ruedas de cigarros en quioscos; son muchos los cigarros que uno compra que no tienen el cuño y uno nota que ni el humo, ni la candela, ni la ceniza son iguales a las de los legítimos», expresó Ramón Carbonell.

Daniel Lezcano, trabajador del Gran Teatro de La Habana, accedió a una botella de Havana Club de 3.85 en el mercado Fornos, de Centro Habana, y tuvo que regresar a la media hora a cambiarla por su mala calidad; los vendedores se la devolvieron sin protestar.

Ramiro Martínez compró dos pomos de salfumán en el bulevar de San Rafael, para ver si esta vez tenía mejor calidad, porque en otras ocasiones ha tenido más coloración que efecto en la limpieza.

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