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Cuba generó electricidad con energía térmica oceánica

Una zona de la costa norte de Matanzas fue el sitio escogido por el científico Georges Claude en 1930 para transformar la energía térmica oceánica en electricidad  Exploran el viento en Ciego de Ávila

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Juventud Rebelde

 Tubos como este se bajaron hasta 700 metros de profundidad para extraer el agua de menor temperatura Fotos: Cortesía de la Universidad Camilo Cienfuegos de Matanzas

Matanzas.— Las ruinas de la piscina del científico francés Georges Claude son un desafío a la ciencia. En más de 70 años, miles de matanceros han disfrutado el verano bañándose en esos inauditos depósitos de agua de mar. Pero pocos conocen que el 6 de octubre de 1930 la ciencia mundial se interesó en esa orilla de la costa, precisamente por un acontecimiento científico ocurrido allí.

La descarga de un barco repleto de tubos enormes y otras piezas raras fue la comidilla de todos esos días. Camiones y grúas desperdigaron por la orilla de la costa toda la mercancía del buque surto en la rada. Muchos se unieron para erigir un sueño.

Georges Claude escogió una zona de la costa al norte de la ciudad de Matanzas. A menos de dos kilómetros ya la profundidad del mar alcanzaba cerca de 700 metros, hasta donde llegaron las tuberías metálicas.

El octogenario Nemesio Viciedo rememora el entusiasmo que imperó en la ciudad durante la primera prueba, en que se iluminó una pizarra repleta de bombillos.

 Artículo publicado por el propio Georges Claude sobre su experimento. Claude se empeñó en el montaje de una planta piloto para transformar la energía térmica oceánica en electricidad. Todavía ese experimento causa asombro, pues este hombre logró energía mediante la diferencia de temperatura de la superficie del mar y de sus profundidades.

«La planta de Claude duró poco, luego de ser destruida por un huracán, que regó también por la costa los tubos y otros implementos», recuerda el pintor Mariano de la Red, quien con admirable lucidez para sus 95 años de edad nos habla de aquella experiencia que despertó el interés de los matanceros.

Algunos historiadores aseguran que el gradiente térmico oceánico fue expuesto teóricamente por el francés Jacques Arsonval, en 1881, aunque reconocen que la instalación probada con ese principio la ejecutó Georges Claude.

No obstante, tanto la Academia de Ciencias de Francia como la de Cuba certificaron la investigación y se pensó en su fase industrial en las provincias orientales.

LAS HUELLAS DE CLAUDE

Claude dentro de uno de los tubos 1.60 metros de diámetros instalados para extraer el agua Muchas investigaciones se han realizado para concebir esta energía como viable. Claude viajó años más tarde a las costas de Brasil y produjo 1,3 megawatts (MW) de potencia, además de hielo. Volvió a demostrar que el principio era hacedero. Posteriormente, cada vez que surgen crisis mundiales del petróleo, se buscan nuevas fuentes de energía y se alude a Claude.

Los norteamericanos hicieron muchos ensayos sobre la tecnología OTEC (Ocean Thermal Energy Conversión). Varias firmas concibieron proyectos en las décadas del 60 y el 70, con diferencias respecto a las ideas de Claude, que era de un ciclo de potencia abierta, mientras que el científico J. Hilbert Anderson formuló el cerrado.

Firmas estadounidenses en esa época inventaron un grupo de proyectos de plantas industriales, pero según Anderson había que buscar equipos de transferencia de calor más eficientes de los que existían, porque la diferencia de temperatura en el adaptador y evaporador es de apenas de dos ó tres grados. Los japoneses introdujeron los intercambiadores de calor a placa, con lo que se recupera más energía del agua de mar.

«Constituye una técnica limpia de producir energía eléctrica, porque no consume combustible fósil ni tiene gases de escape que contaminen la atmósfera», especifica el doctor Julio Díaz Díaz, al frente del grupo OTEC de la universidad matancera Camilo Cienfuegos.

Este hombre ha dedicado muchos años a investigar la energía térmica del mar, que consiste en la utilización de la diferencia de temperatura entre el agua del fondo y de la superficie del mar, lo que se combina con el uso de una sustancia de trabajo capaz de efectuar los cambios de fase de líquido a vapor y viceversa.

«Sus mayores dificultades han sido el costo de la tubería e instalación de la toma del agua profunda marina y los bajos rendimientos termodinámicos. Nuestro grupo ha trabajado en estos aspectos y ya presentó tres solicitudes de certificado de autor de invención, las cuales pueden producir cambios sustanciales en el enfoque de competitividad entre otras tecnologías para producir electricidad», concluye Díaz.

En la década de los 80 varios estudiantes matanceros realizaron investigaciones dirigidas por el Centro de Investigaciones Energéticas de la capital. Desde esa fecha la dirección del país tuvo interés en indagar sobre dicha energía. Pero se abandonó su estudio.

A principios de la década del 90 en Hawai un investigador construyó varias plantas; también los japoneses hicieron investigaciones en la universidad de Saga, donde hay una planta piloto. En la India hay una planta encima de un barco que produce un MW.

Ante los exorbitantes precios del petróleo y la estabilidad alcista de este combustible fósil, muchas naciones se aventuran en la búsqueda de recursos energéticos alternativos, como la energía eólica, el etanol, las mareas, olas y la térmica oceánica.

Sin duda, el nombre de Georges Claude se escucha bastante por estos días en laboratorios y tertulias científicas. Su impronta no se la llevó el mar en 1930. Hoy sus ruinas son vestigio de su grandeza y genialidad. Quizá Cuba vuelva a acaparar titulares de la prensa internacional como aquella vez, en que durante una semana se generó electricidad por primera ocasión en el mundo convirtiendo la energía térmica oceánica.

La mirada del mundo científico pudiera en el futuro dirigirse, de nuevo, hacia la cercanía de las ruinas de la piscina de Claude, si se decidiera por el país invertir en esta tecnología y edificar frente a la bahía matancera una planta piloto OTEC con los «ingredientes y energías» de la inventiva cubana. Muchos se unirían de nuevo, como 70 años atrás, para alimentar el sueño de la energía térmica del mar.

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