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Combatientes contra la tiranía batistiana se reencuentran en La Habana

Tres ex miembros de células clandestinas del Movimiento 26 de Julio se reúnen nuevamente 50 años después

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El hecho puede inscribirse como récord en la lista de acontecimientos poco usuales en esta Isla. Cuando al filo del mediodía, en el restaurante La Roca, del Vedado capitalino, dos hombres y una mujer se abrazaron, tal vez nadie sospechó que se trataba del reencuentro, después de medio siglo, de tres combatientes revolucionarios, quienes sellaron su hermandad en el fragor de la lucha.

Se conocieron en 1957 y se dejaron de ver unos meses después. Pero ese tiempo juntos, en circunstancias excepcionales, decisivas para la vida de uno de ellos, difícilmente podría borrarse.

Poco después del reencuentro, fue tomada esta imagen en el estudio fotográfico de la calle L. De izquierda a derecha: Teudy, Margarita y Gerardo. «Nos costó trabajo reconocerla. El tiempo y la lejanía se encargaron de difuminar su hermosa imagen juvenil. Ni siquiera conservábamos un retrato suyo, pero de todas formas sigue siendo Margarita, y continúa bella, a pesar de los años», confiesa Teudy Trutié Matilla, quien a sus 67 años mantiene intacta la admiración por Margarita López Caballero, de 74, y por Gerardo Pérez-Puelles, de 87, ex miembros de células clandestinas del Movimiento 26 de Julio, quienes lo cobijaron y protegieron de la persecución de los sicarios de la dictadura batistiana.

¿Amputar?

Teudy Trutié Matilla. Fue largo el tramo que en agosto de 1957 debió recorrer Teudy Trutié para huir de su natal Guantánamo. Nació el 28 de septiembre de 1939, y desde octubre de 1955 se incorporó al Movimiento 26 de Julio. Cuando asesinaron a Frank País en Santiago de Cuba (30 de julio de 1957), se decidió organizar una huelga general en señal de protesta y ejecutar un grupo de acciones para desestabilizar el régimen en la región oriental.

Al terminar su misión, Teudy resultó gravemente herido en un pie, y después de sortear numerosas dificultades la dirección del Movimiento 26 de Julio en Santiago decidió su traslado a la capital.

«Entre el 13 y el 14 de agosto —explica Teudy—, viajé en tren disfrazado de vieja. Fui a parar a una casa de la calle Rabí, en el reparto Luyanó. Al otro día temprano me visitó el estudiante de Medicina Juan Rodiles Planas, acompañado del doctor José Chelala Aguilera. Después de examinarme, este último planteó que lo más conveniente era amputarme la pierna, dada la proximidad de una gangrena. Le respondí enérgicamente que para eso no había venido de tan lejos.

Gerardo Pérez-Puelles. «Luego apareció el ingeniero Gerardo Pérez-Puelles, a quien Vilma Espín envió una carta con el encargo de atenderme. Me llevó al Hospital Ortopédico (hoy Fructuoso Rodríguez), donde me atendió el doctor Martínez, su director. Limpió y raspó la zona de la herida y me dijo lo mismo que Chelala, a lo que respondí igual. Me ingresaron y comencé un tratamiento con sueros, inyecciones y pastillas.

«En la noche recibía las visitas de José Llanusa Gobel y Jorge García Bango, miembros del Movimiento en la capital. Un día García Bango me expresó la preocupación del doctor Martínez sobre la aparición de una gangrena gaseosa, y que lo aconsejable era amputar por debajo de la rodilla. Nuevamente me opuse a este proceder, y le dije que si el problema era la responsabilidad, firmaba un papel. Por suerte, cuatro días después el peligro había desaparecido».

El 25 de agosto fue dado de alta con un riguroso plan de cura y Gerardo Pérez-Puelles lo trasladó a la casa del arquitecto Cesáreo Fernández, en el reparto Biltmore. Allí estuvo poco tiempo, debido a la llegada de Armando Hart y Haydée Santamaría, también en la clandestinidad. No resultaba conveniente tanto movimiento de personas en un reparto aristocrático como ese.

Margarita López Caballero. Entonces se mudó al apartamento que ocupaban Richard Cook y Margarita López Caballero en San Lázaro 113, altos, en Centro Habana. Alberto Amaya, alias «el Mulato», miembro del Movimiento en la capital que trabajaba con Margarita en las oficinas de la General Electric, fue quien consiguió este refugio. Diariamente Gerardo lo iba a curar, auxiliado por Margarita. Allí permaneció alrededor de seis meses como uno más de la familia.

«Lo mismo Margarita que Gerardo cuidaron de mí como si fuese hijo de ellos —asegura Teudy—, porque la verdad es que yo no tenía a nadie en la capital. Desde entonces se convirtieron en mis otros padres».

Funesta casualidad

A fines de abril de 1958, con el deseo de encaminar al muchacho en La Habana, el ingeniero Pérez-Puelles le dio empleo en los talleres de la Compañía Perforadora Panamericana, de la que era copropietario, en Alturas de La Lisa.

Nadie sabía quién era Teudy en realidad. Desde su llegada lo conocían por Tomás Torres Martín, las mismas iniciales de su verdadero nombre y apellidos, y sus documentos así lo atestiguaban. Paradójicamente, en el sitio donde supuestamente estaría más aislado, fue apresado a mediados de julio de ese año junto al resto de los trabajadores.

Resultó que antes de la huelga del 9 de Abril se habían confeccionado allí las piezas para armar unas bazucas que ideó el mismo Pérez-Puelles a petición de Faustino Pérez, jefe del Movimiento en la capital. Los residuos de ese trabajo habían sido sacados del taller antes que la policía lo asaltara.

«A Teudy lo utilizamos para rellenar esas bazucas —recuerda Pérez-Puelles—, aunque al final esa labor no se realizó. Margarita me acompañaba en todas las tareas del Movimiento, e incluso después de mi partida a Estados Unidos¹ ella sirvió de enlace con el Movimiento en La Habana».

Teudy reconoce que todo estaba previsto para su eliminación física. La policía introdujo un camión hermético de la distribuidora de leche Balkan por la puerta trasera y los sacaron sin que nadie viera nada. Las perseguidoras se retiraron sin detenidos, operación que se repitió al llegar a la 10ma. Estación, en la Calzada del Cerro. Estuvo diez días incomunicado.

«Milagrosamente salvé la vida por una disputa, a la entrada de nuestra celda, entre el coronel Esteban Ventura, jefe de la 1ra. Estación, y el capitán Evelio Mata, al mando de la 10ma., cuyos hombres nos habían aprehendido. La insistencia de Ventura y la intransigencia de Mata, en desventaja por sus grados e influencias, hizo que este último resolviera enviar a algunos a la cárcel del Castillo del Príncipe y a otros liberarnos para seguirnos y así descubrir las redes.

«En la noche del 28 de julio, libre, con la certeza de que me habían tendido una trampa, vagué sin rumbo por la ciudad hasta que llegué a casa de mi madre, en Neptuno 1005. Allí cogí una muda de ropa y partí en el ómnibus hacia Santiago de Cuba y de ahí a Guantánamo. Autorizado por el entonces Comandante Raúl Castro, me incorporé al Segundo Frente Oriental Frank País, el 4 de agosto, donde me recibieron él y Vilma Espín²».

Inicia la búsqueda

En los días posteriores al triunfo de 1959, a pesar de estar integrado por completo a las tareas encomendadas por la dirección del país, Teudy sintió la necesidad de reunirse con sus protectores, quienes habían velado por su salud en el momento que más lo necesitaba.

«Traté de buscar a Margarita, pero ella se había casado con un profesor de la Universidad de Las Villas, y residía en esa ciudad. En 1965 la localicé, pero no fue hasta 1984, antes de partir para Angola, que nos vimos un instante.

«De Gerardo sí tenía noticias muy a menudo, ya que se desempeñaba como viceministro primero de Obras Públicas; pero mi intención fue siempre podernos reunir los tres, algo que no pudo concretarse hasta ahora.

«El restaurante La Roca me pareció un buen sitio para este anhelado reencuentro, donde además de almorzar conversamos de lo humano y lo divino. Figúrate, cuando han transcurrido 50 años, cuántos relatos nos estábamos debiendo. Al fin lo he conseguido, aunque estoy seguro de que ellos merecen mucho más».

Margarita: «Lo tengo siempre como uno de mis hijos, el primero, que adopté con 17 años. En el tiempo que vivimos juntos no recuerdo ningún conflicto entre nosotros. Era un muchacho aparentemente dócil, pero decidido. Cuando conocí a su mamá, una mujer encantadora que murió hace muy poco, a los 96 años, ella no sabía qué más hacer para agradecerme las atenciones que tuve con Teudy. Invariablemente le contestaba que para mí fue una experiencia placentera.

«Ahora, si me pides mi opinión sobre este encuentro que él organizó, fue un acto magnífico, un sueño que sobrellevaba, obsesionado, como una deuda pendiente. Fue muy emocionante... La dicha más grande que pudiera tener a estas alturas de mi vida. El tiempo es tan traicionero, que sin temor puedo decirte que a Gerardo no lo hubiera reconocido».

Gerardo: «A Teudy no le bastó con reunirnos, que ya es un gran mérito. Ese día también nos llevó al estudio fotográfico que está frente al hotel Habana Libre, para de alguna manera perpetuar aquel momento. Días después, nos hizo llegar la foto a Margarita y a mí con una amable dedicatoria; como el mejor de los hijos.

«Pero no creas que su actitud me fue extraña. Desde 1959 no ha pasado un solo Día de los Padres o de mi cumpleaños sin que él me llame. Todavía conservo —dice mientras extrae cartas de un sobre— las tarjetas que también me enviaba en esas fechas importantes. Si las lees no te cabrá duda de que se trata de un buen hijo».

Nota: Para la elaboración de este trabajo se utilizó información del libro inédito Mi causa antes y durante la Revolución. Testimonios, del licenciado Teudy Trutié Matilla.

¹ En 1958 Gerardo Pérez-Puelles era secretario organizador del movimiento de resistencia cívica en la capital. En junio viajó a Miami por la persecución de la tiranía y representó al Comité del Exilio en Guatemala y Venezuela. En diciembre sustituyó al doctor Luis Buch como coordinador general del Movimiento 26 de Julio en el exilio.

² Teudy Trutié bajó de la Sierra con grados de teniente y durante muchos años laboró en los ministerios del Interior y de las Fuerzas Armadas Revolucionarias. También sirvió como diplomático y cumplió misión internacionalista en varios países. Se jubiló de las FAR con el grado de coronel.

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