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Sanciones ejemplarizantes para indisciplinas graves en o contra el transporte público

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Las autoridades e instituciones del país ponen en práctica diversas medidas, incluyendo acciones educativas para enfrentar estos hechos  

Todavía Camilo Lazo González piensa que ser buena gente le pudo costar muy caro. Quizá hubiera muerto, de no ser por Giandis Ramírez y Adniel Sicilia, suboficiales de la Policía Nacional Revolucionaria.

 Eran las dos de la mañana del 16 de diciembre de 2007, cuando a la altura del Diplogolf, como se le conoce al lugar, unas 20 personas le hicieron señas al ómnibus. «Y yo paré, vaya, porque es de madre dejar gente botada a esa hora de la madrugada», recuerda Camilo.

Apenas montaron, todos se corrieron hacia el final de la guagua, y casi enseguida comenzaron a meterse con el resto de la gente, incluso a «tocar rumba» sobre los asientos, el techo, la puerta trasera.

«Fue en ese momento cuando nos levantamos del asiento y nos dirigimos hacia el final, llamándoles la atención para que dejaran de molestar», recuerdan los policías, quienes viajaban aquella noche en la ruta 160, entre el Hospital Pando Ferrer, en Marianao, y Santiago de las Vegas, en el municipio de Boyeros.

Es imprescindible cambiar la imagen de estos «cementerios» de ómnibus. Uno de ellos que deja de circular significa cientos de personas que no llegan a su destino... Pronto, casi en minutos, la simple llamada de atención se convirtió en un desafío a la autoridad, en una riña tumultuaria en la que unas 15 personas se enfrentaban a los agentes.

En medio de la «piñacera», golpearon a los policías, los agredieron con picos de botellas e incluso intentaron desarmarlos.

Desde abajo, después de lanzarse precipitadamente del ómnibus, varias de las personas que habían provocado el incidente atacaron a pedradas el autobús y fracturaron varias ventanas sin importarles quién resultara herido.

Hoy el vehículo de la ruta 160 atacado descansa en el patio de la terminal. Espera por ventanas nuevas que sustituyan las rotas. Mientras, Camilo, su chofer, todavía se pregunta cómo pudo librarse de una pedrada, y junto a Giandis y Adniel fue condecorado por su valentía.

Los atacantes, por su parte, esperan juicio por sus acciones.

Más que estadísticas

Durante todo el 2007, solo en Ciudad de La Habana, se produjeron 246 hechos vandálicos a bordo del transporte público, de los cuales 56 fueron en metrobús o «camellos», como les denomina la población; 174 en ómnibus y 16 en taxis.

Las líneas y rutas más afectadas fueron el M2, la 462, el M6, la ruta 160, el M1, la línea 400, el P1, el P4, el M7, la 464, 450 y la 31. Los días de mayor cantidad de incidentes son los sábados, viernes y domingos.

Estos datos, mirados estadísticamente, quizá no reflejen en toda su dimensión un problema ante el cual se han tomado medidas muy severas, que responden a la necesidad de garantizar la tranquilidad ciudadana y la efectividad de las inversiones en el transporte, que de nada valen si los equipos son agredidos impunemente.

La imagen de «cementerios» de ómnibus, a los cuales les faltan puertas, ventanillas, focos, cristales traseros o parabrisas, es imprescindible cambiarla.

Cada uno de ellos que deja de circular, significa cientos de personas que no llegan a donde van, miles de pesos sin recaudar, y la molestia creciente de quienes esperan durante largo tiempo esa guagua salvadora que los lleve a su destino.

Hay cifras, incluso, que son todavía más dolorosas. Entre ellas están los hechos producidos en los ómnibus recientemente comprados y puestos en funcionamiento en la capital.

Hasta el último día de diciembre pasado, 31 Yutong que circulan dentro de las rutas urbanas habían sido afectados; seis en la Terminal de La Lisa, siete en la de Playa, y 18 ómnibus articulados, con los cuales se pretende paulatinamente ir sustituyendo a los incómodos «camellos».

Sanciones ejemplarizantes

En materia de indisciplinas a bordo de transportes públicos hay un rosario de hechos, fruto de un momento alcohólico o el deseo de sentirse protagonistas, y hasta la simple «muchachada» de querer destacarse en un grupo.

No todos son punibles, y un grupo multidisciplinario, creado con el fin de analizarlos, encamina acciones educativas diversas entre los jóvenes, para tratar de desalentar las consecuencias negativas de una inmadurez.

Por ejemplo, los trabajadores sociales han desarrollado visitas y conversatorios con unos 190 adolescentes que, de una u otra forma, durante las vacaciones pasadas protagonizaron indisciplinas a bordo de los transportes.

Por su parte, la Dirección Provincial de Transporte ha reforzado las rutas en horarios de salida de estudiantes; mientras la PNR desarrolla un programa combinado de educación y vigilancia.

Incluso, la mirada va también hacia adentro. Es por esto que se ha reforzado la educación de los choferes de transportes públicos, y las sanciones a quienes maltraten a los pasajeros. De hecho, como afirmara el ministro de Transporte, Jorge Luis Sierra, se impone que sean los trabajadores del sector el primer ejemplo a bordo del ómnibus.

Es por esto que, entre otras medidas, la Dirección Provincial de Transporte en Ciudad de La Habana realiza inspecciones y controles sorpresivos a bordo de las guaguas y metrobús, y han sido sancionados varios choferes y conductores por la costumbre de portar tubos, cabillas o armas blancas.

Errores que cuestan Caro

No obstante, con la educación no se resuelve todo, pues hay errores y acciones que se pagan muy caros en la vida. Bien lo saben desde ahora Osmel, Yoandri y Rashid. Ninguno rebasa los 21 años. Todos han sido sancionados a varios años de privación de libertad, tras una riña a bordo de la ruta 114, en Aldabó, Boyeros, que involucró al chofer y un agente del orden público.

Salían de una fiesta, iban en grupo, y al montar se negaron a pagar. Requeridos por el conductor, la mala forma, la actitud incoherente, de ambos lados, generó una riña donde intervino el policía.

Osmel, Yoandri y Rashid discutieron, amenazaron, agredieron y, con una botella intentaron atemorizar al conductor. Hoy cumplen condenas diversas.

Tal es también el caso de Roberto Robaina Herrera, quien, tras subirse el 19 de agosto de 2007 por una ventanilla de la ruta 462 en la Villa Panamericana, agredió a un policía cuando este lo regañó. Y el de Roilán Francisco, de 33 años, quien de una pedrada, en medio de una discusión, rompió el cristal del metrobús P3, en la Virgen del Camino, el 25 de octubre de 2007.

Todos ellos han sido sometidos a juicios ejemplarizantes, de los cuales se han efectuado una veintena desde septiembre pasado, en un intento de las autoridades por hacer ver que nadie saldrá impune si altera el orden público y con sus acciones intenta detener, consciente o de manera irresponsable, la mejora del transporte público.

Y aunque es realidad que algunas de estas acciones han sido fruto de la irresponsabilidad, otras no son tan aisladas o irreflexivas como parecen.

Solo un detalle: el mismo día que salieron a circular por primera vez los taxis ruteros que, de forma experimental, transitan entre Santiago de las Vegas y el Parque de la Fraternidad por cinco pesos, hubo que requerir a varios «boteros» o taxistas privados por amenazar a los choferes de estos vehículos, por el simple hecho de entorpecerles su negocio.

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