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En el colimador, políticas económicas de Estados Unidos

La segunda jornada del X Encuentro de Economistas llevó a debate la situación financiera internacional

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Comisiones y plenarias dieron vida al X Encuentro Internacional de Economistas sobre Globalización y Problemas del Desarrollo en su segunda jornada de trabajo, con agendas que profundizaron el análisis de la situación financiera internacional, trajeron las visiones europeas sobre los actuales fenómenos económicos, y dieron una mirada cercana a lo que acontece en ese campo en América Latina y el Caribe, sin soslayar la necesaria cooperación para el desarrollo y las principales dimensiones de la Integración en la América nuestra.

El economista Eric Toussaint disertó sobre la coyuntura económica internacional, dominada por la explosión del Norte y sus burbujas de la deuda privada y del sector inmobiliario. Presidida por la doctora Mercedes García, miembro del Comité Académico, la sesión vespertina en la Sala 3 del Palacio de las Convenciones llevó a debate la situación financiera internacional, mediante dos interesantes valoraciones: una de Eric Toussaint, presidente del Comité por la Anulación de la Deuda del Tercer Mundo, y otra de Mark Weisbrot, director del Centro de Investigaciones Económicas y Políticas de Washington, Estados Unidos.

Toussaint disertó sobre la coyuntura económica internacional, dominada por la explosión del Norte y sus burbujas de la deuda privada y del sector inmobiliario; mientras que Weisbrot abordó el impacto que tendría la recesión en su país sobre las economías de las naciones latinoamericanas.

Aun cuando la caída del mercado en Estados Unidos convencerá a otros gobiernos de que su futuro no tiene que estar ligado a esa potencia, y ello aumentará la independencia económica y política de América Latina, como explicaba el profesor Weisbrot, se hará sentir en la región el impacto de la recesión estadounidense, que todos pronostican y hasta aseguran que ya está en camino. Como ejemplos de esa emancipación económica, citaba los casos de Venezuela y de Bolivia, con el control del petróleo y otros hidrocarburos y la repercusión de esas acciones soberanas sobre sus economías sociales.

Pero, sobre todo, dicha influencia nada apetecible tendrá mayores efectos sobre aquellos países latinoamericanos cuya dependencia es demasiada respecto a la economía estadounidense. Algunos comentarios a las conferencias magistrales, formulados durante los debates por académicos mexicanos, señalaban esa posibilidad y exponían el caso de su país, donde la tendencia, por el contrario de quienes introdujeron cambios a su política económica para lograr revertir el deterioro —como es el caso de Argentina—, lleva a profundizar la privatización y, por tanto, la subordinación a los avatares de la economía de EE.UU.

Mark Weisbrot, director del Centro de Investigaciones Económicas y Políticas de Washington, destacó a Venezuela y Bolivia como ejemplos de emancipación económica. El tema de las remesas fue otro punto que salió a relucir, y al respecto se llamó la atención sobre los efectos de una recesión de la economía del poderoso Norte y su reflejo en una reducción de los envíos financieros de los inmigrantes hacia países como Haití, Guatemala, El Salvador y el propio México, por el peso que esas remesas tienen en el Producto Interno Bruto respectivo.

A un punto se dirigían algunas de las intervenciones durante los análisis del encuentro: si bien el efecto va a ser desigual, todo parece indicar que la recesión será global, y esa crisis —argumentaron— abre la oportunidad de desacoplarse del dominio estadounidense y acelerar el proceso de integración latinoamericana. Por cierto, en la comisión que trató los problemas de migración, movimientos sociales y democracia, la canadiense Rosalynd Boyd, de la McGill University de Montreal, daba una interesante visión opuesta a la utilización de la palabra «latinoamericano» para calificar a esta parte del continente: es excluyente de los pueblos indígenas, aseveraba con firmeza. Y el presidente de la mesa recordaba entonces que José Martí nos legó un término preciso y abarcador: «Nuestra América».

En los intercambios que economistas, pensadores y líderes políticos o sociales sostuvieron este martes, hubo interrogantes sustanciales: ¿Qué tan profunda es o será la recesión en EE.UU.? ¿Cómo afecta a la principal economía del mundo la inestabilidad bancaria y financiera? ¿Son estos problemas inherentes a la globalización? ¿Tiene necesariamente que ser un reflejo de los problemas actuales estadounidenses, la realidad de cada país de América Latina, o pueden ser distintas? ¿Y qué pasará con el dólar?

Euroventajas y desventajas

Abundan las caricaturas sobre la fortaleza del euro y la debilidad del dólar. En una de estas, un Robin Hood tensa, como arco, el signo del euro, y apunta la flecha hacia la clásica efigie de George Washington.

No deja de ser verdad el efecto positivo de la moneda única europea, sobre todo para los países que desean diversificar sus existencias de divisas. Aunque no todo es sonrisa. La profesora Hilda Puerta, del Centro de Investigaciones de la Economía Internacional, en su ponencia sobre los retos actuales de la Unión Europea, destacó lo que dio en llamar una «moneda de refugio» para las economías del mundo, aunque, por otra parte, reparó en que la alta apreciación del euro perjudica las exportaciones de ese bloque comunitario.

Más allá de la moneda única, la simultaneidad de ventajas y desventajas no es ajena incluso al propio proceso de construcción de la Unión Europea. Como ejemplo de las primeras, la académica señaló que las sucesivas ampliaciones del bloque —que en 2007 llegó a sumar 27 países— son provechosas en cuanto a que se agranda el mercado europeo y las posibilidades de inversión.

En la otra cara del disco, se constata que la ampliación conspira contra la gobernabilidad del conjunto —son 27 voces, y algunas decisiones se deben tomar por unanimidad—, mientras que toda transformación para lograr el consenso, es asumida sin la profundidad que pudiera demandar.

En idéntica línea de vulnerabilidades se encuentra la realidad de la alta dependencia energética del exterior, la posibilidad de crisis asimétricas (son incomparables los salarios de un trabajador sueco y de un rumano), y el hecho de que el Pacto de Estabilidad (por el que cada país tiene fijado un límite para el gasto público) choca frontalmente con los modelos de bienestar social.

De igual modo, no es despreciable observar el déficit democrático que conlleva la decisión de los gobiernos europeos de pasar por alto la voluntad popular a la hora de ratificar el nuevo Tratado de la UE, aprobado en diciembre por los jefes de Estado y gobierno reunidos en Lisboa. Nadie, excepto Irlanda, llevará el asunto a un referéndum. Los demás, ni por asomo. Con seguridad, no quieren que se repita un fiasco como el provocado por la negativa de los ciudadanos holandeses y franceses al Proyecto de Constitución Europea en 2005.

¿Quiénes más se sumarán a este club? De momento, señala la profesora Puerta, en 2014 podrían hacerlo Croacia, Albania, Macedonia y Ucrania, entre otros. Sin embargo, y ahí va la mala noticia —de la que ya deben estar enterados— nadie debe pensar que contarán con el nivel de ayudas y financiamiento de que disfrutaron España, Portugal y Grecia en la década de los 80. Son otros tiempos, decididamente. Y no de ilusiones.

Un libro imprescindible

En horas del mediodía de este martes, el prestigioso economista belga Eric Toussaint presentó su libro Banco Mundial. El golpe de Estado permanente, un retrato de este instrumento de la política exterior de Estados Unidos y sus aliados, como destacó, porque en definitiva es Washington el que dicta las decisiones de esa institución financiera, cuyo propósito ha sido y es imponer el liderazgo económico estadounidense al orbe.

El volumen es imprescindible para los estudiosos. Editado por El Viejo Topo de Barcelona, expone las prácticas del BM desde su fundación en 1944, la imposición que ha hecho a los países del Tercer Mundo de políticas económicas totalmente impopulares y ajustes que solo han servido para entorpecer su desarrollo y empobrecer a sus pueblos. Así, África y América Latina adoptaron bajo su égida modelos neoliberales o de la más cruda austeridad, y engrosaron una deuda que se les convirtió en grillete.

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