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Cuba incrementa su combate para evitar el tráfico de drogas

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En Ciego de Ávila, una de las provincias con mayor peligro en el recalo de drogas, la aparición de estupefacientes cayó en picada durante el primer semestre de 2008

JARDINES DEL REY, Ciego de Ávila.— Había un viento algo fuerte y las nubes de mosquitos se escondieron en el monte. Al amanecer, Cayo Coco tenía los colores vivos y frescos de la mañana, y el aire guardaba un cierto olor a humedad.

El combatiente Yorjander Pardo Báez cubría su turno de guardia en el Puesto de Observación de La Jaula. Se acomodó los binoculares y empezó a revisar el amplio litoral del cayo.

Detalló la superficie de las aguas y el oleaje encrespado. El mar mostraba distintas tonalidades; lo único que permanecía inmutable, con su color oscuro y grave, era el Canal Viejo de Bahamas. Enfiló más al centro de aquella masa de agua que se extendía por el lente, giró despacio los binoculares y un aguijonazo le alzó la cabeza.

Entre las olas se divisaba un paquete. Era un recalo, pero diferente a los demás. Más grande, se veía pesado y de un color pardo. Se asomó al patio de la unidad, donde se impartían las misiones del día y avisó: «Por ahí viene algo que parece un paquete de drogas».

Los soldados Alain Marrero y Miguel Crespo Rodríguez avanzaron por la playa. Se ubicaron en la zona adonde se dirigía el bulto y esperaron. Cuando recaló, lo observaron en detalle. Estaba envuelto en precintas, era grande y se notaba pesado. Nunca habían visto uno, pero en las clases le habían hablado de estos. Tomaron el equipo de comunicaciones y avisaron: «Positivo, el recalo es un paquete al parecer de droga».

Costa cuidada

El mayor Raúl Pazos, del Destacamento de Tropas Guardafronteras de Ciego de Ávila, extiende el brazo y hace como si quisiera abarcar la costa. «La ubicación y las características de este litoral nos hacen propensos al recalo de drogas; por eso hay que extremar la vigilancia», dice.

El año pasado Ciego de Ávila estuvo entre las provincias más afectadas del país por el arribo de recalos de drogas a sus costas. Durante 2007 en la provincia avileña se contabilizaron 69.

De acuerdo con los especialistas, el análisis de los paquetes capturados ofreció indicios para pensar que estos recalos fueron fundamentalmente por actividades de trasbordo de una embarcación a otra en alta mar y no al ser lanzados desde aeronaves a varios pies de altura.

En lo que va de 2008, las cantidades de recalos en Ciego de Ávila han disminuido de manera sustancial En lo que va de 2008, las cantidades de recalos en Ciego de Ávila han disminuido de manera sustancial. Hasta ahora solo se han detectado cuatro (25,94 kilogramos), a diferencia de igual etapa del año pasado, cuando ya se habían capturado 67 pacas.

Pero la amenaza de los recalos se mantiene. De acuerdo con los oficiales de Guardafronteras son varias las causas por las que los paquetes de drogas se dirigen hacia el territorio avileño.

Está lo extenso del litoral, pues solo entre Cayo Paredón y Cayo Guillermo hay unas 36 millas; luego la presencia de los vientos predominantes del nordeste, que empujan la droga desde lejos, y también influyen las corrientes marinas.

Ante ese escenario, las autoridades incrementaron los esfuerzos para que la droga sea capturada en el anillo de la frontera y no caiga en manos inescrupulosas, que luego la podrían comercializar en el interior del país. Para ello se han apoyado en la población, como parte del Sistema de Enfrentamiento al Narcotráfico de la República de Cuba.

«Aquí sabemos lo que tenemos que hacer cuando aparece la droga», afirma Víctor Manuel Pérez Carballido, al frente de la tripulación del barco de pesca Unidad 77, del poblado de Punta Alegre, que localizó un paca flotando en el mar.

Alberto Carrillo Carballido, patrón del Práctico Tres, también de Punta Alegre, coincide con su compañero y afirma: «Hemos estado en cursos y conversatorios en los que se nos ha explicado cómo actuar en dependencia del lugar y la forma en que aparezca un paquete de drogas».

La tripulación de Carrillo encontró un recalo en un islote mientras localizaban carnadas para la pesca. Estaba arrimado en una playa, entre las rocas. «No lo tocamos y enseguida preservamos el lugar —cuenta—. Avisamos a Punta Alegre; vinieron los Guardafronteras, revisaron bien la zona y se lo llevaron. Por lo menos ese paquete no le fastidió la vida a alguien».

El ojo inquieto

En la dársena de Cayo Guillermo revolotean las gaviotas. Un gigantesco catamarán lleno de turistas enfila sus proas al embarcadero, mientras que un yate acaba de ser amarrado al muelle. Unos oficiales de Tropas Guardafronteras, uniformados con pantalones azules y camisas blancas, recorren el embarcadero.

«La revisión o sondeo de embarcaciones es un trabajo delicado; no lo puede hacer cualquiera», explica el mayor Omar Placeres Zulueta, jefe del Puesto Fronterizo de Cayo Guillermo. «Hasta ahora no hemos detectado droga en las embarcaciones revisadas, pero esta es una zona compleja y no debemos estar dormidos».

Los perros saltan a las embarcaciones, los guías los siguen y otro oficial revisa los papeles y verifica con los tripulantes. Luego hará su propia inspección, incluso en los sitios donde los animales olfatearon. Según ellos, pese a las apariencias, en esta labor los canes realizan un por ciento del trabajo, mientras que el otro lo hace el hombre.

El capitán Osmany Noda Aneiro es uno de los hombres con más experiencia. «Aquí hay que tener el ojo intranquilo», aconseja. «Tienes que estar atento al comportamiento de las personas cuando las interrogas al llegar al puerto. Los gestos involuntarios a la hora de responder te pueden decir muchas cosas».

Osmany recuerda cómo descubrió a un hombre escondido en la sentina de una embarcación en el puerto de Palo Alto, en la costa sur de Ciego de Ávila. «Ahí mismo lo encontré, acurrucado en medio de aquella peste», cuenta.

Las autoridades incrementaron los esfuerzos para que la droga sea capturada en el anillo de la frontera y no caiga en manos inescrupulosas. Sin embargo, para este oficial lo más importante es la preparación antes de sondear cualquier barco. «El estudio de la documentación, el modelo y hasta el país donde se fabricó te pueden indicar en qué parte se puede esconder la droga o cualquier material ilegal. Uno tiene que conocer bien qué es lo que está buscando; el sondeo no se puede hacer a lo loco. Tampoco te puedes quedar en las partes bonitas y más visibles de un barco. Pocas veces un delincuente de verdad esconde sus cosas ahí, porque es la zona que más se presta a la inspección. Por eso me gusta meterme en las partes más incómodas del barco. Mira que paso trabajo, cojo peste y me sudo, pero no importa. Ahí siempre se puede encontrar algo. En el lugar más difícil de un barco, es donde se esconde el delito».

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