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Recuperar tradiciones perdidas

Hay que restablecer actividades que formaban parte de la vida en los campos cubanos, sostiene Yusniel González, quien con 26 años es el mejor ganadero de La Habana

Autor:

Margarita Barrios

Hay tradiciones que hemos perdido, afirma Yusniel. Aunque es práctica común entre la mayoría de los ganaderos ordeñar las vacas bien temprano en la mañana, algunos aplican otra fórmula, y les va bien. Es el caso de Yusniel González, de 26 años, actualmente el mejor ganadero de la provincia de La Habana.

Heredero de una tradición pecuaria en su familia, en San Antonio de los Baños, Yusniel trabaja junto a su abuelo desde los 15 años. Hoy cuenta con 220 reses a su cuidado. De ellas, 32 están paridas, y producen diariamente casi nueve litros de leche cada una.

«Las vacas se adaptan al horario que usted les enseñe —aseguró a JR—, solo tiene que ser siempre a la misma hora. Nosotros sacamos entre 270 y 280 litros diarios. Y el mes próximo pienso pasar de los 300 litros».

Yusniel es miembro de la junta directiva de la Cooperativa de Créditos y Servicios Vicente Pérez Noa. Es responsable de entregar leche a dos bodegas de su municipio, que suman alrededor de 230 litros diarios. También atiende algunos casos sociales.

«Siempre llevo la leche antes de las ocho de la mañana, personalmente. El ojo del amo engorda al caballo. En el camino pueden pasar muchas cosas, y yo garantizo mi leche.

«Como ordeño al mediodía —explicó—, la echo en un termo refrigerado que me vendió el Estado, y al otro día por la mañana la envaso. Así tiene una temperatura que se puede quedar en la bodega el día entero sin refrigeración, y no se “corta”. Más temprano que nosotros nadie la lleva en este municipio. Nunca he tenido quejas».

La finca Lauzán, donde nació Yusniel, es conocida en todo San Antonio de los Baños. Tiene tres caballerías de extensión, de las cuales, una está sembrada de forraje para alimentar a las vacas. Junto con él laboran otros cinco trabajadores.

«El alimento del ganado no es ningún problema en este momento. Para ello recibo mensualmente una cantidad de Norgol potenciado (pienso de alta calidad), y hasta ahora no ha fallado. También siembro kingrás, caña de azúcar y maíz. Aprovechamos incluso la paja del frijol seca y la cepa de plátano; todo lo que haya en la finca se lo echamos al ganado.

«Aledañas a mis tierras hay muchas áreas llenas de marabú, donde pastorean mis vacas. Con la nueva ley estoy pidiendo más tierras, a ver si me completan cinco caballerías. Allí puedo tener una cepa de toros más extensa. Actualmente poseo 67 toros, pero pudiera llegar hasta cien. Y por supuesto, aumentaría el número de vacas en ordeño.

«No busco enriquecerme. Lo que quiero es ganar más para comprar y mejorar mis animales, mis razas, de- sarrollar mi finca, y hacer las cosas bien hechas, como me gusta a mí».

—¿Cómo debe contribuir la entrega de tierras en usufructo al mejoramiento de la ganadería cubana?

El joven campesino es responsable de entregar leche a las bodegas de su municipio, que suman alrededor de 230 litros diarios. —Eso debe incidir en un ciento por ciento. Aquí hay personas con mucha ilusión de que les den un terreno. Y hace falta darles esa contentura. Lo otro es no dar tierras por dar, sino entregarlas contra producción.

«Pienso que se debe priorizar al sector privado, porque casi todos tenemos tractores, bueyes, caballos y lo que hace falta. Estamos en el momento de ver resultados pronto».

Yusniel abandonó el técnico médio en Veterinaria cuando era un adolescente. Era el único varón de tres hermanos, y sentía que debía darle continuidad a la práctica familiar. Hoy, sin embargo, reconoce la importancia de una preparación completa.

«Quiero volver a retomar mis estudios. Aunque en la práctica soy un “puñal”, porque de ver un animal me doy cuenta de si tiene un problema. Pero es verdad que teóricamente no sé mucho, sobre todo de la reproducción. Quisiera aprender, por ejemplo, a diagnosticar el tiempo de gestación del animal».

Este joven ganadero vive con su esposa, que espera un niño, y su abuelo. Juntos, disfrutan de la tranquilidad de su hogar en el campo, donde además de vacas crían cerdos, gallinas y patos.

«Hay tradiciones que hemos perdido. Los campesinos antes, me cuenta mi abuelo, hacían una carrera de cintas, montaban a caballo, le arrancaban la cabeza al pato... Eso se ha acabado, no sé por qué. Hasta los mismos guateques. Cuando era niño mi abuelo iba a canturías, pero ya no.

«Aunque hace poco fui a una feria en Sancti Spíritus. Allá tu ves a los niños, hijos de ganaderos, cabalgando, enlazando, montando un ternero. Son cosas que gustan a la gente. Pero en La Habana los guajiros se han “tirado” para otras cosas.

«Y eso hay que recuperarlo. Para los viejos, pero también para sus nietos e hijos. Si esos muchachos ven estas cosas a menudo, se van adaptando y les va gustando. Y es algo que fomentaría el regreso de muchos a este trabajo».

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