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Radioaficionados en los días del huracán Ike

Se movilizaron en distintos puntos del sistema de la defensa. Más de un apuro se superó gracias a los mensajes de los radioaficionados

Autor:

Juventud Rebelde

CIEGO DE ÁVILA.— «¿Te vas para Júcaro?». Argelio Gallardo Rodríguez encogió los hombros. «Yo voy para donde sea, compadre», dijo con tranquilidad. Recogió sus equipos de radioaficionado, le dio las últimas indicaciones a la familia y salió hacia ese poblado pesquero, ubicado al sur de Ciego de Ávila y considerado uno de los puntos críticos ante el paso del huracán Ike.

Con Argelio iba su hijo Genny Gallardo, profesor de la ESBU Onelio Hernández Taño. Al igual que su padre, Genny había desarrollado el gusto por las radiocomunicaciones.

«A mí lo de las comunicaciones me entró cuando era pescador en Júcaro», cuenta Argelio con su voz ronca. «En el barco siempre estaba prendido de los equipos y hablando por todas partes. Cuando me jubilé, me quedó aquello por dentro y me hice radioaficionado».

Cuando llegaron al pueblo, el día ya mostraba un color plomizo. Nubes grises y delgadas se movían con rapidez en el cielo, y el viento empezaba a silbar con insistencia.

Se ubicaron en la Estación Meteorológica. Luego Argelio recorrió con la mirada el lugar. Todo empezaba a notarse solitario tras la evacuación y un silencio grande inundaba las calles del pueblo con la llegada del ciclón. Argelio se fijó en las casas. Respiró hondo y murmuró: «Vamos a ver».

Inquietud hacia la costa

Ante el paso de Ike por Ciego de Ávila, 49 radioaficionados se movilizaron en distintos puntos del sistema de la defensa. «En total se efectuaron 46 horas de transmisión cuando ya los vientos y las lluvias se encontraban batiendo sobre nosotros», explica Lázaro García, coordinador de la Filial Provincial de Radioaficionados.

En zonas de defensa enclavadas en áreas de silencio, o en puestos de mando, incluso a nivel provincial, los radioaficionados se convirtieron en el otro canal que aseguró el paso de los datos cuando la ausencia de teléfono o el colapso de una línea impidieron la comunicación normal.

«Entre los puestos de mando y zonas de defensa —añade Lázaro García— también estaban 18 compañeros, que hacían la función de puente o enlace con los centros de dirección y los que permanecían en el lugar de los hechos».

Ese fue el caso de Argelio. Cada una hora, él y su hijo transmitieron un parte sobre el comportamiento de las olas, el viento y las lluvias. Pero el momento fuerte ocurrió cuando el huracán decía adiós.

Entonces el mar en Júcaro se retiró unos 300 metros de la costa. Desde el Puesto de Mando en la provincia se temió un golpe de ola que destruyera al pueblo y no una penetración moderada.

«Argelio —lo llamaron—, ¿cómo nos escuchas?». «A cinco, fuerte y claro». «Correcto; informa cómo es la situación: ¿El mar se va a meter de verdad?». Argelio conocía el comportamiento. Lo había visto tantas veces, que ya podría respirar hasta el momento en que las olas vinieran en grande.

Observó, consultó con los meteorólogos, y dijo: «No va a pasar nada». «¿Seguro?». «Seguro», insistió él. Las preguntas se mantuvieron en las horas siguientes y siempre se dio la misma respuesta. Cuando la marea empezó a subir, las aguas se deslizaron con suavidad hacia el pueblo, entraron unos metros y luego volvieron a la playa. Del Puesto de Mando preguntaron: «¿Qué pasó?». Argelio tomó su walkie talkie y sonrió: «Lo que les dije: no pasó nada».

Manden una ambulancia

Pero no siempre los avisos fueron tranquilos. Lázaro García recuerda esa noche del lunes, cuando las fuertes lluvias se mezclaron con los vientos y todos pensaron que el amanecer estaría lejos.

«El médico de familia del poblado de Clementina, en el municipio de Baraguá, es radioaficionado —contó—. Esa fue la suerte. Porque en medio del aquel aguacero se le presentó el parto a una muchacha de 16 años.

«Cuando se la llevaron, el doctor vio que la criatura estaba fuera de lugar. Había que operar de inmediato, pero no había muchas formas de comunicarse para conseguir un carro. Afuera el viento estaba tumbando árboles y aquello se había puesto difícil.

«El médico tomó su equipo, hizo enlace con otro radioaficionado y este transmitió el aviso al Puesto de Mando en la provincia: “Envíen una ambulancia urgente”. Existía el peligro de que la zona estuviera inundada y los carros no pudieran entrar. Pero en el Puesto de Mando indicaron: «Manden una ambulancia, ya». Desconozco si fue en dos ruedas o en cuatro. El caso es que el carro entró. Y la mujer y su hijo se salvaron», concluyó Lázaro García.

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