Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

Las inmensas mujeres de Sierra Maestra

Profesionales de JR efectuaron un taller sobre cómo debe ser el buen periodismo que aborda catástrofes, en esta comunidad de Pinar del Río, en el occidente cubano, duramente golpeada por Gustav y Ike

Autor:

Jorge L. Rodríguez González

Allí donde se ensañaron Ike y Gustav, profesionales de Juventud Rebelde fuimos a reflexionar sobre cómo debe ser el buen periodismo que aborda catástrofes.

No habría escenario más propicio para ese ejercicio de pensamiento que la comunidad Sierra Maestra, en Los Palacios; súbita, dolorosamente notoria por aquellos días de septiembre, a fuerza de dos huracanes consecutivos que no perdonaron casi nada a su paso.

Quienes entonces reportamos el impacto sin maquillajes, volvíamos a redescubrir Sierra Maestra en otro tiempo de alzar y resanar. A nuestra llegada, nos recibían con abrazos y besos los mismos seres que aquel fatídico septiembre lloraban con la mirada perdida, sobre las ausencias amontonadas por ambos ciclones.

Sí, las mujeres de Sierra Maestra, encabezadas por la sentenciosa Loló, volvían a estremecernos, esta vez con una guirnalda de sonrisas y jocosidades. No hay como un día tras otro. No hay como las mujeres para levantarse sobre el dolor y colar, con el café mañanero, cierta esperanza.

Allí estaba Gladys para decirnos que, sobre las ruinas, ha levantado con remiendos su casita, mientras aguarda por más sólida armazón para rearmar su vida. Allí estaba el pueblo polvoriento desperezándose, mostrando nueva techumbre por aquí y por allá, entre las persistentes huellas de la destrucción. Allí estaban los cerditos recién nacidos, la cafetería que va tomando forma, los niños con su uniforme escolar, y el parque infantil construido en cuatro días por los trabajadores de Cubana de Acero, llegados desde la capital.

Ante los signos de la resurrección, alguien del grupo alertaba que no pueden ser las catástrofes las que hagan el milagro de lo que nunca se pudo. Que haya un milagro todos los días de la creación y el entendimiento humano en esos lejanos puntos de nuestra geografía, sin necesidad de catástrofes.

El mejor reportaje de aquella expedición de JR fue el trabajo voluntario junto a las mujeres de Sierra Maestra; lo mismo pintando la iglesia de la comarca que sirvió de refugio a los pobladores ante los vientos, que recogiendo tanto escombro y troncos muertos de árboles todavía en el camino, a pesar de tanta desgracia despejada con los días.

La crónica suprema era la jarana perenne, sudorosa, con aquellas irreductibles mujeres que debieran figurar en alguna galería de la persistencia humana. Por la tarde, nuestro taller de reflexiones sobre el periodismo ante catástrofes lo hicimos a la sombra de un largo portal. Y nos acompañaban aquellas criaturas recias y curtidas por el sol, que concentran el Platero de la ternura en los ojos, unos ojos húmedos y curiosos cuando hablábamos de ellas y les devolvíamos las imágenes de la tragedia, sus propias imágenes, en aquellas fotos que ya van siendo solo historia vencida, aprisionada sobre sus pechos como una criatura.

Sí, fueron ellas el símbolo de Sierra Maestra en aquel rencuentro. Porque, aunque al final algún que otro hombre sudó a nuestro lado y se acercó al debate, ellas se entregaron amorosamente a la plenitud de trabajar y soñar juntos una vida menos gris.

¿Para qué reseñar nuestros juicios sobre el reporte de catástrofes, si no logramos huracanes de belleza y verdad en nuestro reflejo profesional? Ellas, sin saberlo, nos estaban dando la clave del periodismo que andamos tanteando. Un periodismo que se les parezca: irreductible, silvestremente sincero, valiente para enfrentar más de una tempestad a diario.

Bajo un sol feroz todo el tiempo, al instante de despedirnos, cuando una de ellas proclamaba como una niña qué felices fuimos todos esas horas, un aguacero en venganza venía a bañar alguna certidumbre, alguna grandeza que germina en sitios rudos y difíciles. Volvimos cargados, repletos de añoranzas y de recónditas fuerzas de Sierra Maestra.

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