Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

La cita

Era una cita como otras tantas ocurridas a lo largo de la historia de la humanidad

Autor:

Jorge Alberto Piñero (JAPE)

No se trata de la gustada comedia sentimental producida por Netflix en 2019,  protagonizada por Noah Centineo, Laura Marano y Camila Mendes (así, sin acento y con s), quien encarnaba el papel de Shelby Pace. Tampoco alude a la aplaudida obra teatral escrita por Andrea Doimeadiós, actuada por ella y Venecia Feria, ganadora de importantes premios, entre ellos un Aquelarre de años atrás.

Tampoco era una cita especial para verse en la multitudinaria celebración por el 1ro. de Mayo. Él no pudo ir al encuentro del proletariado porque tenía que cuidar a su anciana madre en la mañana, y ella no mostraba interés por nada que no fuera su teléfono móvil, el internet y algunas compras online… Ah, y las series foráneas, aunque nunca le quedara claro el final… pero «es que los actores tienen tremendo swing, y esas casas, por Dios, cuándo yo podré tener una igual, con carro y piscina incluidos».

No. Era una cita como otras tantas ocurridas a lo largo de la historia de la humanidad, sin pretender emular con el primer encuentro de Romeo y Julieta, Cleopatra y Marcos Antonio, Josefina y Napoleón, Captain and Tennille… Shrek y Fiona. Si alguno de los lectores no logra reconocer a las parejas antes mencionadas, cuánto lo siento, son mis referentes más cercanos, jamás pondría de ejemplo a mi esposa y yo… porque no nos reconocerían... solo por eso.

Volviendo al tema. Él la esperaba con un sobre amarillo en la mano. El sobre pudo ser rosado, o azul, para que estuviera más a tono con el momento romántico que se suponía que estaba a punto de ocurrir, pero él solo encontró este sobre amarillo para depositar las fotos de ella. Y menos mal que encontró un sobre, porque hay sobradas razones para no encontrar ni un periódico.

Lennon mirando cómo pierdes el tiempo retocando tu foto en FB.

Miraba buscando entre la muchedumbre que transitaba por el parque John Lennon. Sí, ese que está en 17 y 6, en el Vedado. Donde está el ex Beatle sentado, pero él no atinaba a sentarse, ni siquiera al lado de Lennon. Su mirada iba del sobre entreabierto a los rostros de cada muchacha que aparecía en lontananza, por cualquiera de las cuatro bocacalles que «asaltaban» el popular cónclave capitalino.

Una y otra vez el mismo movimiento de las manos, de los ojos… la misma mirada ansiosa, exhaustiva, las mismas caras posibles que pasaban de largo y no eran la de ella. La misma sonrisa fingida para disculpar el persistente escudriñar de las facciones de cada fémina. La misma pregunta en voz baja: ¿será ella? Y otras tantas respuestas: No, no, esa no es.

Pero toda escaramuza improvisada lleva su premio o castigo. Esta vez su mirada fue sostenida por unos ojos añejos y una desdentada sonrisa. Devolvió el flechazo de afecto, con tímida expresión de agrado que más bien parecía el anuncio de un enorme deseo de ir al retrete a ejecutar el dos. Luego desvió la mirada. Pero no, no era tan fácil. La dueña del inexpresivo vistazo y el desgarbado cuerpo no quitó la mira del colimador y siguió disparando en ráfaga mientras dirigía, a toda velocidad, su esperpento andamiaje corporal hacia el escaso medio metro cuadrado que él ocupaba sobre el pavimento del parque.

Él se sentó. Más bien se dejó caer al lado de la estatua del inmortal creador de I want to hold your hand, mientras parecía gritar ¡Help!, con la esperanza de que fuera un espejismo causado por A hard day’s night.

Ella llegó hasta el banco ocupado por ambos (Lennon y él), abrió más su inhóspita sonrisa y dijo: «Disculpa la tardanza, ya sabes, el transporte». Él volvió a mirar al interior del sobre amarillo. Miró a ella con ganas de Twist and shout, y ella comentó:

—Ah, las fotos… sí, son mías, las hice con el programa Smile, de Facebook, inteligencia artificial… ¡es mi juego preferido!

 

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