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Avanza programa de informatización de las bibliotecas cubanas

La Biblioteca Nacional José Martí es el núcleo de este gradual programa que sustituirá el hojeo de páginas por la consulta del texto en la pantalla de una computadora

Autor:

José Alejandro Rodríguez

El programa de informatización en las bibliotecas permitirá ir sustituyendo el hojeo de páginas por la consulta del texto en la pantalla de una computadora. Foto: Jorge Camarero La palabra impresa no es imperecedera, como el Hombre se lo creyó con la era Gutenberg. Dicho popularmente: el papel no lo aguanta todo, como muchos creen. Bien lo saben los investigadores que escudriñan viejos periódicos, revistas y otras publicaciones periódicas en la Biblioteca Nacional José Martí. Entre el moho del tiempo, las impenitentes polillas y los desatinos de usuarios indiscriminados, muchos de esos referentes de la memoria histórica ya son jirones ininteligibles.

No hay remedio ahora en mirar hacia atrás y lamentarse por el descuido o la imprevisión conservacionistas. Oteando hacia el futuro, el proyecto de la Memoria Histórica que el Estado cubano propulsa, ha puesto ya sus ojos en la digitalización de periódicos, revistas y otras publicaciones y documentos seriados.

La Biblioteca Nacional José Martí, que en 2002 constituyó su Laboratorio Digital, es el núcleo de un gradual programa de informatización de los servicios en el sistema de las bibliotecas públicas cubanas, archivos y otros centros de referencia, para ir sustituyendo el hojeo de páginas por la consulta del texto en la pantalla de una computadora.

El programa está en sus primeros pasos. Ya al menos se ha logrado confeccionar un catálogo digital, con sus correspondientes fichas técnicas, de las publicaciones periódicas existentes en el país, desde el siglo XVIII hasta el presente, con mucho más que los fondos de la Biblioteca Nacional, diseminadas en diferentes centros y hasta en colecciones particulares.

Y el servicio de consulta digital de las publicaciones seriadas —antes le decían hemeroteca—, tiene su primera criatura: ya se completó, mediante una paciente y meticulosa labor de «escaneo», esa joya del periodismo post 1ro. de enero de 1959 que es Lunes en Revolución. La serie se digitalizó gracias a la generosidad del poeta y narrador cubano Pablo Armando Fernández, que contribuyó con su colección particular.

Abel Ponce, subdirector de Servicios Informáticos y Tecnológicos de la Biblioteca Nacional, e Hilda Pérez, jefa del Departamento de Procesos Técnicos de Publicaciones Seriadas de esa institución, refieren a JR que esta primera fase del proyecto está centrada en la prensa del período post triunfo de la Revolución y en la prensa clandestina de esos albores. Trabajan actualmente en los periódicos Revolución y Hoy. Y se enfatiza en la localización e identificación de las colecciones existentes en el país. El de la informatización de las publicaciones seriadas es un largo sueño que irá abarcando todo lo editado.

El gran desafío es cómo brindar el servicio a los usuarios, ya sea mediante el sitio web de la Biblioteca Nacional José Martí, o también con la apoyatura de una gran red en todo el sistema bibliotecario cubano. Para ello, se ha destinado un equipamiento en terminales ligeras que, desde las salas de la Biblioteca Nacional, hasta las de las bibliotecas municipales, permitirá el acceso al fondo, así como a otras colecciones temáticas, fotos, carteles, libros, folletos y hasta música.

Inevitablemente, este proyecto enriquecerá y democratizará mucha información y saber. Y constituirá un serio desafío para las bibliotecas y centros de información, que tendrán que readaptarse a los nuevos paradigmas. La palabra escrita, mucho antes de Gutenberg, ha ido migrando de formato en formato. Y los bibliotecarios y referencistas, esos cicerones de la información y la cultura, llegarán cada vez más a sus destinatarios de otras maneras más expeditas. O más bien, los destinatarios accederán a la información más activamente, con menos mediaciones.

Mañana los bibliotecarios cubanos celebran su día en honor al ilustre Antonio Bachiller y Morales. Es un instante para pensar en términos de futuro y también para reafirmar, con la señora Araceli García Carranza, esa cátedra de la bibliografía, la bibliotecología y la bibliofilia, que las tecnologías se asumen, pero la palabra escrita es inmortal. Nunca desaparecerá, como no desaparecerá el vocablo entintado sobre el papel.

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