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Maikel Oliva, un joven de palabra

En el reto de hacer volver la mirada de los jóvenes hacia la tierra, un laborioso joven campesino de la oriental provincia cubana de Holguín, confía en la utilidad del ejemplo personal

 

Autor:

Héctor Carballo Hechavarría

HOLGUÍN.— «Compadre, para mí la tierra es lo más grande que existe. Desde los nueve años de edad, la trabajo junto a mi papá. Ella te da los alimentos para el sustento de la familia, y esa, es la razón más grande para agradecerle», sentenció el joven campesino Maikel Oliva López ante nuestro curioseo.

Un equipo de colegas «aterrizó» esa mañana en la Cooperativa de Producción Agropecuaria (CPA) Raúl Garcés, del municipio cabecera holguinero, para asistir al acto en el cual se le otorgó el sello de Vanguardia Nacional Juvenil Campesino, por tercera ocasión, y en coincidencia con el día de su cumpleaños.

Uno de los méritos reconocidos ese día fue el de su prédica con el ejemplo. Ese también ha sido uno de los resortes fundamentales para, junto a los ocho militantes de su comité de base de la UJC, haber hecho caer la balanza sobre la necesidad de la incorporación al trabajo entre los jóvenes residentes en los alrededores.

La verdad es que, hace apenas unos años, no pocos de ellos le volvieron la espalda a cualquier ocupación útil. Algunos dejaron hasta los estudios y olvidaron que la tierra sobre la cual laboran sus padres, necesita un relevo natural.

«Yo mismo no llegué a terminar el duodécimo grado. Mi papá se puso “verde”, pero al mismo tiempo se alegró, porque escogí trabajar en el surco, con los trabajadores de la cooperativa». precisa Maikel.

Su laboriosidad y disciplina fueron pronto notadas. Le eligieron al frente de la organización y la presidencia de la CPA le asignó un encargo, unido a sus responsabilidades como miembro de su consejo administrativo: lograr que no hubiese un solo joven distanciado del estudio o el trabajo.

«Por eso comencé por mí. Matriculé en la Facultad Obrero Campesina (FOC) para alcanzar el 12 grado.

«Escuchamos opiniones de todo tipo. Que si la agricultura es un trabajo “duro”, que esperaban algo de “mayor futuro”. Algunas cosas verdaderamente ciertas, pero también equivocadas, porque: ¿cómo puede alcanzarse el futuro sin estudiar?», invoca el joven.

«Con algunos hablamos personalmente, con otros, en el comité de base. Conversamos de forma sencilla sobre el trabajo, la vergüenza. Nadie se puso bravo, y cuando te dicen: “lo voy a pensar”, eso ya es algo.

«Hablando se entienden las personas. De unos 20 de aquellos jóvenes, ya no nos queda por aquí uno solo sin ocupación. Es cierto que hay quien trabaja en Holguín en otras cosas que les son más atractivas, pero la mayoría se incorporó a la agricultura, y eso es importante», sentencia pausadamente Maikel.

De hecho, la cooperativa Raúl Garcés destaca, por sus sostenidos aportes productivos, entre las mejores de la provincia de Holguín y del país. Con 48 asociados dedicados fundamentalmente a los cultivos varios, sobresale, además, en la ganadería.

En esta última actividad, ostenta, desde su misma fundación, hace más de 20 años, la ausencia de un solo hurto o sacrificio ilegal de ganado mayor, lo cual demuestra el alto sentido de pertenencia tanto de sus integrantes como de la comunidad donde se halla enclavada.

«Nosotros pensamos “igualito” que Raúl, cuando dijo que “tierra que no sirva para producir alimentos, debe servir para sembrar árboles”. No hay tierra mala. Aquí mismo, ahora tenemos sequía, pero buscamos alternativas. La gente ha vuelto a sembrar en los patios. Eso ya casi no se veía», continúa reflexionando el joven campesino.

Sin embargo, como para que no pensemos que en el Guabino de Purnio encontraron la panacea, nos advierte: «Muchos padres todavía le dicen lo contrario a los hijos, porque quieren que ellos sean médicos, ingenieros... Eso no está mal, pero ¿quién va a trabajar la tierra entonces?

«Por nuestra parte, nuestro comité de base seguirá visitando las escuelas primarias. Les enseñamos a los muchachos a sembrar verduras, árboles de frutas, que tanta falta hacen. Hacemos trabajos voluntarios con ellos. Es una forma de inculcarles amor a la tierra, al lugar donde nacieron. En eso nos queda mucho por hacer, más bien es una tarea que nunca acaba», afirma.

«Que si me voy de aquí. ¡Qué vaaa…!, esto es lo que me gusta. ¡Ah! No te digo con esto que no quiero seguir superándome. Quisiera llegar a ser ingeniero agrónomo, y eso, como todo el mundo sabe, en Cuba cualquiera lo puede alcanzar», concluye Maikel, y nos invita a visitar sus «boniatales».

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