Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

Cederistas de tiempos nuevos

Un grupo de jóvenes, todos cederistas destacados, mencionan sus experiencias con los CDR, las oportunidades, sus anécdotas y desvelos y lo que aún se puede lograr en la organización más numerosa de Cuba en su 50 aniversario

Autores:

Odalis Riquenes Cutiño
Luis Raúl Vázquez Muñoz

«La “culpa” la tiene el viejo», dice Yoel González Hidalgo con una sonrisa burlona. Este joven de 28 años, fornido y pelado bien bajito, es hoy el vicedirector general de Salud del municipio avileño de Bolivia. Pero es también uno de los jóvenes destacados en la provincia de Ciego de Ávila en el trabajo de los CDR con varias donaciones de sangre y una activa participación en la cuadra.

«Mi viejo fue mucho tiempo presidente del Comité en la cuadra —cuenta Yoel—. Y cuando había que hacer cualquier cosa, sobre todo un trabajo voluntario, se paraba delante de mí, me daba unos toquecitos en el hombro y decía: “Dale, que tú tienes que dar el ejemplo”. Me daba un machete y me ponía junto con él en la parte más difícil del trabajo».

Hoy el joven galeno se lo agradece. Porque ese sentido del ejemplo y del trabajo lo ha acompañado toda una vida, sobre todo al graduarse de médico y con la membresía en el Destacamento Mario Muñoz Monroy. Entonces lo enviaron como director para el recién abierto Centro de Rehabilitación Mental de Bolivia.

«No sabía nada —confiesa—. Una cosa es dirigir en la FEU —como lo hice de estudiante— y otra muy distinta enfrentar un colectivo de trabajadores en un centro nuevo. Sin embargo, ahí estaba el sentido de trabajo de mi padre, lo que había aprendido de chiquito en la cuadra y el CDR y que uno lo tiene incorporado a veces sin darse cuenta».

En varias ocasiones los vecinos han pensado en proponerlo como presidente del CDR, pero finalmente han decidido que no. Hay otros que pueden asumir y el joven médico tiene muchas responsabilidades a pesar de su edad. Porque después de director del Centro de Rehabilitación, Yoel se desempeñó como jefe del Área de Salud —que comprendía la dirección del policlínico municipal— y ahora, con la reestructuración laboral, asumió como vicedirector municipal.

En opinión del joven los CDR todavía pueden hacer muchas cosas en las cuadras y por eso hay que pegarse más a la base. «¿Cómo los jóvenes pudieran vincularse más? Pensar en ellos, darle la posibilidad de participar, embullarlos. ¿Cuántas actividades se pueden hacer en una cuadra y sin embargo no se hacen o no se extienden entre los vecinos como debiera hacerse?»

Y enseguida las enumera. Cumpleaños colectivos, la recogida de materias primas, la visita a casos sociales, el embellecimiento de las cuadras —«cuando lo decidan los vecinos y no esperar a que lo orienten de arriba», aclara Yoel— y, por supuesto, la guardia.

«Está comprobado —afirma Yoel—. Si a una persona tú lo involucras en algo útil, ella empieza a sentir el problema como algo suyo. Por ejemplo, ¿cuántos jóvenes participan en una donación de sangre; pero no como algo impuesto? Y esa es una de las actividades más bellas y nobles de los CDR. Aquí en Bolivia diariamente se asegura la vida de al menos 64 personas por las donaciones. Y eso se lo debemos a los CDR».

La «locura» de Fidelito

Hasta hace muy poco correteaba por el barrio. Jugaba a los escondidos, a los pistoleros y al propio tiempo —como en un juego útil— también ponía su entusiasmo de niño en la actualización del mural del CDR, en la recogida de materias primas o en la guardia pioneril. Puede que ahí comenzara su «locura», como dicen sus compañeros del Pre.

Acaba de cumplir 17 años este 25 de septiembre y tal vez porque nació en un mes cederista, o por la fuerte tradición de toda su familia de ocupar cargos en la organización, Fidel Alejandro Durand Rosabal asume hoy como lo más natural del mundo dirigir en los CDR.

Desde que a los 14 años ingresó en esta organización sus vecinos advirtieron que la seriedad e iniciativa de Fidelito, como todos le conocen, podría ser muy valiosa para mantener el trabajo cederista en la zona 349, del Micro 7, en el distrito José Martí de Santiago de Cuba, con tradición de destacada en el quehacer de la masiva organización.

Y él, con una madurez inusual para sus años, aceptó el reto. Hoy Fidelito es el Secretario Ideológico de su zona. Con el apoyo del ejecutivo de su Comité y los dirigentes de la zona, todos mucho mayores que él, se crece entre la atención al mural y al rincón martiano, los trabajos voluntarios, debates y círculos políticos, que le «obligan a estar muy actualizado», entre los nueve edificios de su barrio.

Su edad, más que un valladar, le facilita llegar a otros jóvenes como él, hoy desvinculados del estudio y el trabajo para contribuir a su integración social. Anda siempre en bronca con el tiempo, entre sus deberes de alumno de 12 grado que aspira a ingresar a la universidad para estudiar Medicina, sus tareas como secretario Político Ideológico del Comité UJC de su Pre y los quehaceres de la organización cederista, pero con total sencillez confiesa que «el que se propone cumplir con una responsabilidad, lo logra».

Fidelito no cree que la organización tenga que cambiar mucho para llegar a los jóvenes. «Dentro del trabajo cederista hay diseñadas opciones para todo y todos, lo que hay es que explotar más las potencialidades que la organización ofrece para llegar a cada persona».

Lidiar con los diferentes caracteres que pueden encontrarse en cada barrio, vecinos retraídos que a veces no te tratan bien, puede ser, al decir del joven Fidel Durand, la parte difícil de la experiencia que le ha tocado como dirigente cederista, pero eso no opaca los aportes a su vida cotidiana y futura, que siempre agradecerá.

Yo soy la presidenta, pero no el CDR entero

«¿A qué hora tú atiendes al CDR, Noelvis?». Y ella encoge los hombros. «Siempre después de las 8:00 ó las 9:00 de la noche —responde—. A esa hora es cuando llego a la casa». No es para menos, porque en enero esta joven de 36 años fue electa Secretaria del Comité Municipal de la Unión de Jóvenes Comunistas en el municipio de Ciro Redondo.

Sin embargo, para Noelvis Cutido Luis no era algo nuevo arribar de noche a su hogar y atender entonces las tareas del CDR. En 2005, cuando fue elegida presidenta de su Comité, se desempeñaba como presidenta municipal de la Organización de Pioneros José Martí, uno de los cargos más dinámicos dentro de la UJC.

«Miento si digo que no me asusté cuando me hicieron la propuesta», confiesa. Pero asumió, y ahora Noelvis valora su trabajo en el Comité como una extensión de su labor en la UJC. «La Juventud me hizo integral y los CDR me acercaron aún más a las personas en sus propias casas», expresa.

Y para complementarla se valió de un método en apariencia sencillo, aunque difícil de lograr por muchos. Todos en el ejecutivo tienen encomiendas precisas y si ella faltara por alguna presión de trabajo, los demás miembros de la dirección saben con tiempo qué hacer y cómo.

«Yo soy la presidenta, pero no el CDR completo —enfatiza Noelvis—. Si no distribuyo responsabilidades, de seguro no habría cumplido con nada. Todo sería un caos, y en eso el mérito lo tienen los vecinos y las personas que me acompañan en la presidencia.

«Por eso digo que si en algunos jóvenes no existe motivación con relación a los Comités es, en primer lugar, un problema de nosotros mismos. Lo digo por mi misma cuadra. A los muchachos hay que enamorarlos, así literalmente. En muchas ocasiones las actividades que se realizan se hacen pensadas por los mayores, pero sin tener en cuenta si esas son las que realmente les gustan a los muchachos. ¿Alguien se ha preguntado eso?

«Pero, además, ¿alguien le ha preguntado a los jóvenes en la cuadra cómo quieren que sean las actividades?, ¿alguien ha buscado las formas de comprometerlos, incluso desde que son chiquitos? Los CDR pueden hacer muchas cosas y el protagonismo de los jóvenes puede ser mucho mayor. De eso estoy segura».

Con ejemplo y respeto, la gente te sigue

Yaxel Martínez Carrero se acomoda en el sillón. «Hay que pensar en los jóvenes —dice—. Al CDR los muchachos lo ven como cosa de los mayores y los abuelos. Son los que siempre están ahí, pero los jóvenes pueden hacer muchas cosas». Y lo reafirma tocando con la punta del dedo el brazo del sillón.

Él es un ejemplo. Tiene 21 años y estudia el tercer año de Medicina en la filial de Morón de la Universidad de Ciencias Médicas de Ciego de Ávila doctor José Assef Yara. Pero también se desempeña como el responsable de Economía y Servicio del CDR No. 5 Ricardo Companioni, perteneciente a la Zona 69 del Consejo Popular Patria en el municipio de Morón.

Sin embargo, la clave de su vínculo con los CDR está muy cerca. Por un costado de la casa se siente un vozarrón. Luego se escucha un teléfono al colgarse y un hombre de más de seis pies de estatura, ojos achinados y más de 250 libras de peso aparece en la sala. Yaxel lo presenta: «Es Marcelo, mi papá-abuelo».

«¿Usted quiere saber por qué los vecinos siguen a Yaxel?, pregunta Marcelo Martínez Abad, presidente además del CDR. Y se vira hacia su nieto: «A ver, explícale a la visita». «Es un problema de respeto —expresa el joven—. Uno se acerca con seriedad y explica las cosas. Además, las personas siempre participan cuando algo les será útil»

«Y porque es al primero que ven con la guataca en el trabajo voluntario», aclara el abuelo. Yaxel añade un dato: él ya va por diez donaciones de sangre, aunque la cifra de su “progenitor” es difícil de alcanzar: 160.

Marcelo se inclina, apoya un codo en la rodilla y dice: «Eso es cuento de que a los jóvenes no les gusta el CDR y no participan en las actividades. Conmigo lo hacen» «¿Y cómo?», le preguntamos.

Marcelo estira el cuello y exclama: «¡¿Cómo?! ¡A pantalones! Les toco la puerta de la casa y digo: “¡Arriba, que hay que cumplir!”. Sí, compay, no me mire de esa forma: la cosa es así». «Pero Marcelo; si lo hacen, es porque lo quieren». El abuelo sonríe, y la voz le sale bajita, con suavidad y despacio: «Ah, no, compay. Eso sí es verdad».

Yaxel expresa: Yo insisto en que los jóvenes tienen que participar, pero los CDR tienen que virarse más hacia ellos y demostrar que la juventud también puede tener su espacio, no solamente los mayores».

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