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Un sitio que transpira esencias martianas

Tras cinco años sin prestar servicios a la población, la Finca Museo El Abra, que atesora detalles de la vida de José Martí en la entonces Isla de Pinos, reabre sus puertas con nuevas opciones recreativas

Autor:

Roberto Díaz Martorell

NUEVA GERONA, Isla de la Juventud.— La Finca Museo El Abra, uno de los cuatro monumentos nacionales que existen en la Isla de la Juventud, y donde el joven José Martí vivió y se recuperó de las lesiones sufridas en las canteras de San Lázaro, reabrirá sus puertas el 28 de enero próximo como saludo a los aniversarios 158 del natalicio del Apóstol y 67 de ser inaugurada como institución cultural.

Jesús Ortiz Durán, director del Centro Municipal de Patrimonio, aludió al privilegio de este municipio especial de ser uno de los pocos lugares de Cuba donde permaneció José Martí —desde el 13 de octubre hasta el 18 de diciembre de 1870— antes de su deportación hacia España el 15 de enero de 1871.

«La reapertura de la institución ha sido posible gracias al trabajo de empresas, entidades y organismos del territorio, tras un lustro sin prestar servicios al pueblo pinero y visitantes. Fue retrasada además por el paso devastador del huracán Gustav en 2008, cuando las labores de rehabilitación debieron regresar al punto de partida», comentó.

Informó que antes de cerrar por reparación, el promedio de visitantes superaba los 3 000 al año, entre los que se distinguen estudiantes de las diferentes enseñanzas, profesores, estudiosos de la obra martiana y personas procedentes de otras provincias y naciones, de visita en la Isla de la Juventud.

Donde vivió el joven Martí

La Finca El Abra, construida por José María Sardá en 1868, se ubica entre dos elevaciones de la Sierra de las Casas, y en aquel entonces comprendía 12 caballerías con excelentes condiciones naturales, en las que abundaban el maíz y el algodón y algo de tabaco y café, además de un área para la producción de cal, piedra y una fábrica de tejas.

En ese ambiente convivió Martí los 65 días que permaneció en la propiedad de Sardá, donde ocupó el primer cuarto de la edificación del hoy museo, que fuera inaugurado el 28 de enero de 1944.

A dos kilómetros y medio de la ciudad de Nueva Gerona, la extensa entrada de acceso a la instalación la custodian hileras de robles que acompañan al visitante hasta la entrada de la residencia. Una vez frente a la edificación pintada de azul, rojo y blanco, una añeja ceiba da la bienvenida.

La casa es de dos plantas con pocas y pequeñas ventanas de madera. Está estructurada con un ala lateral, granero en la parte superior y en el piso inferior radican las habitaciones para huéspedes, un cuarto de costura y uno de baño. El agua la recibían a través de un acueducto por gravedad.

En los salones de exhibición se conservan piezas relacionadas con ese momento de la vida del patriota cubano, varios objetos personales, muebles y parte de la lencería que usó mientras estuvo en El Abra. También se puede apreciar un libro autobiografiado por Fermín Valdés Domínguez, la réplica del grillete que llevara Martí en las canteras de San Lázaro, el crucifijo que regaló a Trinidad Valdés y otros documentos sobre la historia de Cuba.

José Julián Martí Pérez tenía solo 17 años y era uno de los tantos otros reos que cumplían condenas de trabajo forzado en las canteras de San Lázaro, donde la muerte, el hambre y el abuso eran el pan diario de los que allí ansiaban más morir que ver la luz del Sol al siguiente día.

Mientras tanto, la salud del joven se deterioraba por día y en estas circunstancias lo conoce José María Sardá, maestro de Obras graduado en la Escuela Profesional de La Habana en 1865, a quien se le atribuye la ejecución de obras en la capital cubana como la Plaza del Polvorín, la Plaza Vieja y la cerca de la Quinta de los Molinos, entre otras.

Sardá conoció al padre de Martí cuando este fungió como inspector de buques en el puerto de Batabanó, lugar al que arribaban desde Isla de Pinos los materiales para la construcción que se producían en la fábrica Brazo Fuerte, en áreas que ocupa hoy el motel Rancho el Tesoro; y en nombre de aquella relación, Mariano apeló al catalán para que con su influencia ayudara a su hijo.

Tan lastimosa era la imagen del joven, y dramática la situación en que se encontraba, que Sardá solicitó al Capitán General el indulto para trasladarlo a Isla de Pinos hasta el momento de la conmutación de la pena. Por eso en El Abra vivió Martí como confinado político durante poco más de dos meses.

José Martí se recuperó de sus heridas, y para él Trinidad Valdés Amador, esposa del catalán, figuró entre los recuerdos más hermosos de su estancia en la Finca, cuyo cuidado y amor generó sentimientos de puro agradecimiento a la mulata, a la que envió una fotografía desde España en cuya dedicatoria se lee: «Trina, solo siento haberla conocido a usted por la tristeza de tener que separarme tan pronto».

Durante su confinamiento en este lugar, Martí dedicó muchas horas a la lectura y a disfrutar de la naturaleza del entorno.

La atracción de un monumento nacional

La Finca Museo El Abra, por su significación histórica, ostenta la condición de Monumento Nacional desde 1981.

JR comprobó que las principales instituciones y organizaciones que impulsan a los pineros a visitar El Abra son la Organización de Pioneros José Martí y las escuelas. Varios de los encuestados por este diario confirmaron su asistencia a la instalación para la celebración de efemérides, actos políticos o en busca de información para concursos.

Beatriz Fernández Millares, de 12 años y estudiante de secundaria básica, refiere que no ha ido en más ocasiones «porque no he tenido la oportunidad y está algo lejos del pueblo. Además las acampadas son dirigidas y aunque se pasa muy bien y el entorno es maravilloso, no se puede hacer por la libre».

Asimismo, Yanet Lilian Padín Gómez, de 14 años, sugirió que de existir otras ofertas como extender las explicaciones al exterior de la casa, áreas por la que se supone Martí anduvo, o incluir la opción de «senderismo», los jóvenes asistirían con más frecuencia, «porque es casi seguro que cada rincón que él caminó tiene una linda historia».

Daniel Montero Pupo, de 14 años, y Rosa Machado Peña, su profesora de Biología, coinciden en que la ampliación del recorrido podría incluir la identificación de las plantas que Martí describe en su Diario, la venta de libros y retomar los espacios para tertulias y proyección de materiales audiovisuales sobre el Héroe Nacional.

De esta manera muchos niños y niñas, como la pionerita Laura Bárbara Más, tendrían más oportunidades para acercarse a la historia del joven Martí.

El director del Centro Municipal de Patrimonio aseguró a este diario que el propósito, una vez reabierto el museo, es incorporarle otras opciones culturales y académicas. «Además —anunció—, entre las pretensiones está también llevar el museo a la comunidad; que todas las personas puedan disfrutar y aprender de la historia de José Martí en esta ínsula, como una forma más de recreación culta y útil».

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