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Cómo alumbrar los caminos

Los educadores penales combinan preparación y sensibilidad para acercarse a los internos, trabajar con ellos y lograr su reinserción social

Autor:

Ana María Domínguez Cruz

Hay etiquetas de las que no podemos escapar, me comenta Daylin Ballart Saínz, y en ocasiones, trabas para las mujeres que quieren ser más de lo que se espera de ellas. La joven recuerda que cuando decidió ingresar a las filas del Ministerio del Interior (MININT), muy pocos de sus amigos la apoyaron y el sello de «guardia» no se lo quitaba nadie en su barrio.

Ni su pareja comprendió en aquel entonces que fuera necesario para una mujer asumir una profesión que demanda tanto sacrificio y dedicación.

Sin embargo, Daylin marchó con paso firme por el camino que había elegido y aunque, en un inicio, hasta para ella fue difícil, hoy sonríe y se siente satisfecha de haber crecido como profesional y, sobre todo, como ser humano.

«Uno de los trabajos más complejos dentro del MININT es el que se desarrolla en el entorno de los establecimientos penitenciarios; y el que se relaciona con el diálogo y trato directo con los internos para lograr su reincorporación a la sociedad lo es aún más. Se necesita tener un sentido humanista muy elevado, un corazón fuerte y a la vez sensible y ante todo desterrar los temores», añade.

Como alumna del curso de Educadores Penales en la Escuela Nacional del Sistema Penitenciario Luis Ramírez Perdigón, en el municipio de Guanabacoa, esta decidida joven desarrolla sus habilidades para ser capaz de hacer cumplir en estos establecimientos las disposiciones, reglamentos y normas internas en el proceso de ejecución de las sanciones con un tratamiento y enfoque educativos.

«Es una carrera apasionante porque fungimos las 24 horas del día como los maestros de esas personas que cometieron errores en sus vidas, pero que tienen derecho a superarlos, a que se les brinde un poco de confianza y salir adelante por el buen camino. Lo más desafiante es ayudarlos a ellos en ese empeño y hacerle entender al resto de la sociedad que pueden cambiar sus conductas.

«Para eso nos formamos, fortalecemos nuestros valores y principios y nos nutrimos de las experiencias de los que ya peinan canas en estas labores», afirmó Daylin, para quien vestir el uniforme verde olivo es una de las maneras de estar más cerca del deber y del compromiso con la Revolución.

Ayuda para cambiar

La formación de profesionales dispuestos y capaces de trabajar en entornos difíciles desde el punto de vista psicológico, como los que están presentes en centros penitenciarios, requiere no solo de materias académicas sino también de la entereza que profesores y alumnos sepan aportar.

Según informó la teniente coronel Caridad Cañete, subdirectora docente de la Escuela Nacional del Sistema Penitenciario Luis Ramírez Perdigón, la preparación de estos oficiales se garantiza con el estudio de tres importantes cursos de formación, entre los que se incluye el elegido por Daylin, cuya duración es de 11 meses.

«También se imparte un programa de seis meses para los jefes de pequeñas unidades, cuyo objetivo principal es que sus egresados puedan ejercer el mando en ellas, haciendo especial énfasis en los valores educativos de los subordinados.

«El curso integral de oficiales de prisiones, con una duración de 18 meses, garantiza la formación de un profesional sensible y comprometido con el mejoramiento humano, capaz de conducir un proceso psicopedagógico con los internos. Sus egresados, aptos para desempeñar cargos de educadores guías y auxiliares, oficiales de registro legal y segundo jefe de orden interior, pueden continuar estudios superiores en el Instituto Superior del MININT», explicó Cañete.

A este último se le incorporó recientemente la modalidad semipresencial en su tercer semestre de estudios, para las asignaturas aún no concluidas, teniendo en cuenta que sus alumnos también desarrollan períodos de práctica en los propios centros.

En correspondencia con la idea del Comandante en Jefe Fidel cuando expresó que de todos los programas, el que más le apasionaba era el de convertir las prisiones en escuelas, por ser el más humano, más justo y solidario, el personal docente de este centro de enseñanza da todo de sí para que quienes transitan por sus aulas puedan ser consecuentes con ese pensamiento y revertir lo mal hecho en buenas conductas.

Generalmente, según explicó la primer teniente Elda González, jefa de la sección docente de la escuela, el grueso de la matrícula de estos cursos son hombres pero en los últimos años, sobre todo en el 2010, la presencia de las féminas ha crecido considerablemente. Este fenómeno influye de manera positiva en los buenos resultados que puedan obtenerse en el trabajo con los internos, a sabiendas de que las mujeres pueden combinar fortaleza con ternura y sensibilidad en el trato.

A eso apela la veinteañera Yuneisys Junco Valdés cuando ha estado fuera de las aulas y se halla, de repente, en una prisión en la que debe velar, además, por la relación de los internos entre ellos y con sus familiares. Aunque afirma que su mayor sueño era ser parte de la vida militar, aun cuando se desempeñaba como profesora general integral, ahora ella no puede negar las grandes dosis de seguridad y firmeza que debe adicionarle a su carácter cada día.

«En el curso integral de oficiales de prisiones tenemos las herramientas para desarrollar el trabajo, pero mucho de lo que logremos depende de nosotras mismas y de cómo lo enfrentemos, de cuánto nos esforcemos cuando le damos una mano a los internos para que logren un cambio en su vida, en su comportamiento y que recuperen o asuman valores que como miembros de esta sociedad deben poseer.

«Es una labor muy bonita, pero para la que se necesita estar muy bien definidos en cuanto a qué somos, qué defendemos y hacia dónde vamos, para no dejarnos llevar por aquellos que fingen buena conducta en aras de obtener un beneficio, o para que permitamos acciones erróneas en el seno de la prisión», expresó Yuneisys, a quien el reto de ser madre de una niña de tres años no le va a impedir asumir otros dentro de su profesión.

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