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¿Y cuando ya no vuele la mariposa?

Hacerse un tatuaje es una decisión personal, pero es preciso conocer sobre sus riesgos y las secuelas que pueden dejar las soluciones quirúrgicas para eliminarlo

 

Autor:

Ana María Domínguez Cruz

En su espalda un pequeño unicornio ya desplegaba su magia y en la pelvis una juguetona mariposa le aleteaba dulcemente. Pero ella quiso algo más. Quiso un dibujo en el que apareciera el nombre de su niño. Rosas, estrellas, palomas, corazones, lunas, figuras abstractas, peces... eran tantas las opciones que costaba un poco elegir. Al final, para esta ocasión, la joven Yordanka García escogió el diseño de un tribal para tatuarlo en su antebrazo.

«Me gustan mucho los tatuajes porque son como un fragmento del arte que uno siempre lleva consigo. Ahora no se asocian con la marginalidad o el ambiente carcelario, como sucedía antes, porque para llevar un tatuaje hoy no importa el sexo, la edad, la profesión, el país de residencia o el idioma que se hable. Ya es una moda universal, aunque en algunos sitios persistan los tabúes y se juzgue arbitrariamente a la gente, tan solo por tenerlos», comentó Yordanka.

Lo importante, agrega, es seleccionar bien el diseño, los colores y el lugar del cuerpo en el que se dibujará porque, a diferencia de un peinado o una ropa, se trata de algo que luciremos todo el tiempo.

Sin embargo, a veces, no todo puede preverse. Al cabo de los años Yordanka quedó embarazada y dio a luz a su hija. «No sería justo llevar en la piel el nombre de uno solo de mis hijos». Y como no deseaba hacerse otro con la misma idea acudió a «disfrazar» aquel tantas veces elogiado tribal.

«Pedí que me taparan las letras con otro tatuaje, una flor de loto de color verde que seleccioné. Pero no quedé satisfecha. La combinación final de los colores no me agradó y comencé a rechazar el dibujo y a ocultarlo con la ropa hasta que decidí quitármelo», contó la joven abogada.

Muchas personas adoran sus tatuajes y los conservan para siempre. Sin embargo, otros deciden, después de unos años, que ya no desean tener una rosa en el tobillo o un dragón en el bíceps. O quizá a algunos les sucede como a Yordanka, a quien no le gustó la solución que le dio a su tribal.

Lo cierto es que en cada caso el denominador común es la creencia —errónea— de que puede resultar fácil desaparecer la imagen que llevamos impregnada con tinta en nuestra piel. Así trascendió en las respuestas de algunos jóvenes entrevistados en la capital. Nada más lejos de la verdad...

Realidad vs. imaginación

Llevar tatuajes no es una práctica de reciente existencia. Su uso es tan antiguo como el mismo hombre, según lo demostró el descubrimiento de una momia neolítica en el año 1991, que se encontraba dentro de un glaciar y tenía 57 grabados en su espalda.

Las diferentes tribus polinesias los llevaban como un adorno corporal y como símbolo de jerarquía, establecida a partir del respeto que le profesaban al miembro de la comunidad cuanto más tatuado estuviera.

En Egipto eran mayormente las féminas quienes exhibían dibujos en su piel debido a sus poderes mágicos y protectores y en Norteamérica los usaban como parte del ritual de paso a la adolescencia y para adorar a los dioses.

En Japón inicialmente se destinaban los tatuajes para marcar a los delincuentes, como se hizo en la Alemania nazi para diferenciar a los prisioneros de los campos de concentración. En la nación nipona su uso fue extendiéndose por las diferentes capas sociales hasta ser utilizado por un emperador en el siglo V a.n.e. y conformarse una de las tradiciones de esta práctica más importantes del mundo.

Diversos documentos consultados en Internet detallan que llega a Occidente por vía marítima a través de los marineros que venían de la Polinesia, y es en Nueva York donde se abre el primer estudio de tatuajes en 1870.

En la actualidad los tatuajes son parte de la gran oleada de la moda en el mundo, esa que ya no excluye a la gente según su sexo o procedencia social. Mujeres y hombres, obreros o profesionales, exhiben grabados de todos colores, dimensiones y significados.

Pueden realizarse con diferentes sustancias y mediante diversas técnicas, lo que determinará su temporalidad. Aquellos que se realizan a través de punciones con agujas cargadas de tinta, conectadas a un aparato que trabaja sobre la piel de manera similar a una máquina de coser, son los que realmente perduran.

Maneras diversas de eliminar un tatuaje

Quienes los hacen, deben contar con las condiciones higiénicas elementales, para no provocar infecciones leves y enfermedades que pueden causar hasta la muerte, como por ejemplo el VIH. También deben poseer una inigualable destreza profesional para hacer trazos o dibujos de innumerables formas que, muchas veces, se acercan a verdaderas obras de arte. Quienes los exhiben, generalmente no contemplan la posibilidad de removerlo o borrarlo tiempo después. Pero, si el destino da un vuelco y las percepciones cambian, ¿qué sucede entonces?

En el peor de los casos no pocos queman, hasta con una plancha, esa zona de la piel y los nefastos resultados los acompañan siempre.

La doctora Lenia Sánchez Wals, especialista de primer grado de Cirugía Plástica y Caumatología, y quien ha atendido a Yordanka, advierte que es menester acudir a un cirujano estético para borrar un tatuaje. El experto deberá tener conocimiento del tiempo transcurrido desde que se hizo el dibujo.

«El lugar del cuerpo donde está el tatuaje determinará en gran medida el resultado estético de su eliminación, teniendo en cuenta que no es igual retirarlo del pecho, de la espalda, del pie, del cuello o del brazo pero sobre todo, es importante conocer quién lo realizó porque los dibujos tatuados por aficionados son más difíciles de retirar debido a que la profundidad del pigmento es casi siempre mayor en comparación con aquellos que realizan los profesionales», explicó.

La doctora Sánchez refiere que existen maneras diversas de eliminar un tatuaje, entre las que se encuentra la dermoabrasión; la eliminación por abrasión salina; por exéresis con afrontamiento de bordes; por el uso de expansores de piel, en el caso de los dibujos de gran tamaño; por la técnica del rayo láser —la más avanzada— y hasta por aquella a la que popularmente llamamos contratatuaje, a partir de que esta se realiza con el mismo procedimiento del dibujo pero utilizando el mismo pigmento de nuestra piel para taparlo.

«En cuanto al procedimiento con la técnica del láser, existen distintos métodos según los equipos que se utilicen. El uso puede ser muy eficaz —y por ello extremadamente costoso— pero ni esto garantiza que la piel quede ciento por ciento igual.

«El método de la exéresis con afrontamiento de bordes es el que más se realiza en nuestro país, debido a la escasa disponibilidad de otros medios como el propio láser. Este procedimiento consiste en cortar realmente la imagen, una porción pequeña cada vez. En términos sencillos, se suministra anestesia local, se estira la zona de piel del tatuaje y se corta, eliminándose así porciones de la piel y luego suturando los bordes», detalló la especialista, quien ha recibido en su consulta a muchos jóvenes «arrepentidos».

No asumirlos a la ligera

Los resultados varían en dependencia de la técnica empleada, la calidad de las suturas, entre otros factores, pero aun así, todo resultado quirúrgico de un tatuaje es antiestético, agrega el doctor Reinol D. García Moreiro, especialista de segundo grado en Cirugía Plástica y Caumatología, aunque la dedicación y el empeño afloren en las manos del personal médico que procederá a eliminarlo.

El también jefe del Departamento Nacional del Área de Asistencia Médica y Social del Ministerio de Salud Pública, asegura que «en las instalaciones hospitalarias del país a las cuales debe acudir quien desee retirarse un tatuaje, existen las condiciones necesarias para desarrollar este tipo de intervención quirúrgica y los especialistas en cirugía estética dominan todas las técnicas para realizarla, haciendo uso de los recursos de los que disponemos, claro, pero ni aun con la tecnología más avanzada que se conoce hasta el momento, se garantiza que la piel vuelva a ser la misma y es vital que las personas lo sepan.

A pesar de que el tatuaje es recomendado, desde el punto de vista estético para las personas que padecen de alopecia (caída de vellos) en las cejas, por ejemplo, o en la reconstrucción del complejo areola-pezón en las mamas, detalla el doctor García, no debemos asumirlos a la ligera. Sobre todo porque muchos de quienes deciden hacerse alguno carecen de la información adecuada en torno a los riesgos (como que se susciten reacciones alérgicas, surjan erupciones, se contraigan infecciones virales —como la hepatitis o el VIH-Sida— o se produzcan irritaciones severas), y consiguientemente los cuidados que deben seguirse.

«No deberían tatuar su piel quienes padecen hemofilia ni aquellos que presentan trastornos de la cicatrización ni quienes presenten rasgos de inestabilidad en el carácter que les lleve a una decisión hoy y a otra mañana», apuntó la cirujana Sánchez Wals.

Luego de ocho cirugías estéticas, Yordanka ya no luce ni tribales ni flores de loto en su antebrazo. Aun cuando se siente complacida con el proceder médico, reconoce que es necesario pensar muy bien qué queremos en nuestra vida, qué luciremos siempre y qué podemos cambiar con el tiempo.

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