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Un parteaguas en la historia

Veinte años después de la rebelión militar comandada por el joven Hugo Chávez Frías, se reafirma la trascendencia histórica del proceso bolivariano

Autor:

René Tamayo León

CARACAS.— La rebelión militar liderada por el joven teniente coronel Hugo Chávez el 4 de febrero de 1992 no sería un hito local. Fue un parteaguas en el devenir de Venezuela, América y el mundo. Representó un hecho simbólico de gran escala.

Constituyó uno de esos sucesos que dan fe de la muerte y la vida de la historia, en su ruptura y en su continuidad. Con el año 1992 se finiquitaban de forma total y abrumadora los últimos atisbos de la experiencia socialista este-europea y soviética.

Comenzó a avanzar —como manada de elefantes entre vidrieras— el capitalismo neoliberal, en su más pura expresión, por todo el planeta, salvo en muy pocas excepciones de resistencia y dignidad como Cuba.

Era el fin de la historia. De aquella. Pero los militares patriotas de Venezuela, a horcajadas en el pensamiento bolivariano, y en lo que sin duda fue otro episodio del Hombre tomando el cielo por asalto, daban génesis a lo que hoy significa la más radical e irradiadora de las jóvenes revoluciones.

Veinte años después, a la luz de la historia —prueba de todas las verdades—, puede concluirse que entonces ocurrió un acontecimiento de índole global que está marcando el devenir regional y mundial en las primeras décadas del siglo. Una revolución que, por más señas, se asume como de signo socialista.

El «por ahora» de entonces

La sublevación del 4 de febrero fue un fracaso militar. Al asumir personalmente toda la responsabilidad por los hechos, el teniente coronel Chávez dijo entonces ante la prensa: «Por ahora». Sentenciaba que había sido una meta imposible para el momento, pero dable en el futuro. Y así fue.

Seis años después, en 1998, el joven bolivariano ganaba en las urnas la presidencia venezolana. Llegó al poder por apabullante mayoría. En una entrevista para el programa José Vicente Hoy, conducida por el legendario periodista y su compañero de gestión en varias etapas, José Vicente Rangel, el comandante Chávez recién afirmó que la rebelión de 1992 fue legitimada el 2 de febrero de 1999, el día de su primera toma de posesión.

Ese día, apuntó: «Fue la legalización de la legitimidad revolucionaria». Y decía más adelante: «Estoy seguro de que lo que ocurra en el devenir de este siglo vendrá con el sello del 4 de febrero».

Los Cerros tomaron Miraflores

La rebelión de los militares aglutinados en el Movimiento Bolivariano MBR-200 fue resultado y herencia directa de la brutal y sangrienta represión del 27 y 28 de febrero de 1989, durante las protestas conocidas como el Caracazo.

Uno y otro acontecimientos ocurrieron durante el segundo mandato de Carlos Andrés Pérez, quien aplicó un estricto paquete fondomonetarista que golpeó a las clases populares, incrementó la indigencia y lanzó a parte de la clase media a la pobreza.

En Venezuela se estaba aplicando con estricto apego el esquema neoliberal, que tuvo en la región su principal balón de ensayo durante mediados de los años 70 y todos los 80.

El 4F también fue una acción violenta para poner fin al modelo democrático-burgués conocido como «puntofijismo», un acuerdo entre los partidos Acción Democrática y COPEI, para, desde finales de los 50, alternarse la batuta presidencial con la connivencia del Gobierno de Estados Unidos y las fuerzas de derecha, compulsadas, en primer lugar, por el dominio geopolítico y transnacional de las enormes riquezas petroleras del país.

Tenía que ser en Venezuela

El neoliberalismo se explayó en los años ´90 en toda la región. Pero también se vendría abajo a finales de esa década, al unísono con el declive de los partidos burgueses tradicionales. Y fue un fracaso que empezó, precisamente, por Venezuela, y que condujo a una situación revolucionaria que a la postre colocó en el poder a las fuerzas de vanguardia del país.

La deformación de su estructura productiva, la existencia de una oligarquía parásita, la pobreza extrema, la abismal desigualdad en la distribución de la riqueza, la raigambre de una nación que es cuna de la independencia latinoamericana, y la existencia de un movimiento de militares jóvenes procedentes de los sectores humildes, fueron condiciones que confluyeron de manera diáfana y rotunda para el ascenso de las tendencias progresistas en Venezuela.

También fue crucial el liderazgo. Chávez es el más alto exponente de esta experiencia histórica. Es su figura clave; determinante en su diseño, construcción y establecimiento. Él es el fiel de la balanza. Otro ejemplo del papel de la personalidad en la historia. Sin embargo, se está ante un fenómeno de masas.

La Revolución Bolivariana, esa que tuvo su génesis el 4 de febrero de 1992, es un hecho de trascendencia mundial. Constituye, como todas la que han sido, un proceso multitudinario. Con Chávez, el pueblo entró y se estableció en el Palacio de Miraflores. Y todo indica que será de manera definitiva.

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