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Medicina con alas

El adiestramiento de aves ornamentales para lograr un ambiente armónico en el hogar y con fines terapéuticos es la razón de ser del proyecto Ornitoterapia

Autor:

Ana María Domínguez Cruz

Cuando Mauro David y Maura Daniela lleguen a este mundo en pocas semanas, no solo sus padres les darán la bienvenida. También lo harán Rocky, Coti, Tati y otras aves más, que no podrán «contener la alegría» de recibir en su hogar a dos nuevos miembros.

Los jimaguas tendrán marugas, juguetes y peluches, pero, sin duda, lo que más llamará su atención será ver y escuchar a alguna de estas aves que, en vez de estar en jaulas se posarán en su cuna, en el hombro de su papá mientras los observe, o en la cabeza de su mamá mientras los atienda.

Vivirán en el edificio 214 de la calle 51, en la localidad de San Agustín, en el municipio de La Lisa, donde reina la algarabía de canarios, isabelitas, rosacolis y periquitos australianos, pero también la ternura, pues Yhosvany Santana y su esposa Niudersys Suárez consideran que el aviario forma parte de su familia, y el cuidado que les ofrecen a sus aves es «de primera categoría».

Esta joven pareja no solo cría aves ornamentales con fines comerciales, sino que además las domestican y conviven con ellas. Gracias a esta experiencia dirigen también, desde hace siete años, el proyecto Ornitoterapia, basado en el empleo de estas aves amaestradas con fines terapéuticos en pacientes aquejados de algunas enfermedades, y que funciona con asesoramiento del Ministerio de Ciencia, Tecnología y Medio Ambiente.

La experiencia en este campo les ha trazado el camino que deben seguir para que la gente vea en las aves algo más que un bello color y un agradable canto: una dulce compañía.

Vuelo de un sueño

A muchas personas no les agrada ver aves en cautiverio, explica Yhosvany Santana, y por eso queríamos encontrar una solución para que no dejaran de venir a nuestro aviario. En ese entonces nació Miki, una rosacoli con problemas en sus patas, y nos propusimos salvarla.

«La alimentábamos manualmente con una papilla que mi esposa preparaba, la protegíamos, y por eso siempre estuvo apegada a nosotros. Empecé a entrenarla y comprobé que era capaz de identificar voces de mando distintas y obedecerlas.

«Toma agua, Miki… Cómete la papa… Ven, Miki, dame un besito… fueron algunas de las órdenes a las que la acostumbramos. Quienes llegaban al aviario y la veían quedaban perplejos. No es común ver aves amaestradas de esa especie, pues son las aves más grandes, como los guacamayos, las que se consideran inteligentes. Sin embargo, el resultado fue maravilloso», añadió Yhosvany.

Comenzaron juntos a desandar el camino de la ciencia en distintos eventos teóricos de la Sociedad Ornitológica de Cuba, y probaron que el cruce de aves domesticadas realizado por ellos traía una descendencia mucho más dócil, más mansa, porque el comportamiento es hereditario.

Tiempo después, este apasionado criador de aves y su esposa presenciaron escenas muy tiernas entre dos pequeños de su comunidad y sus aves.

«Brian y Daniela son dos niños muy especiales. Él tiene el Síndrome de West, y ella el Síndrome de Down, y disfrutaban mucho estar en el aviario y jugar con las aves. Brian incorporaba cada vez nuevas palabras a su vocabulario, según nos contaban sus padres, y los de Daniela también nos mantenían al tanto de los progresos de la niña, vinculados a nuestros pájaros», comentó Niudersys, quien es la encargada de cuidar durante los tres primeros meses de vida a cada uno de los pichones que nacen en su aviario.

«Cuando vimos los resultados positivos que provocaba en ellos la interacción con estas aves, quisimos aprovechar esa magia en función del bienestar de otros niños que también estuvieran enfermos —como sucede con la equinoterapia y otras prácticas similares— para ofrecerles cariño, divertimento y apoyo», explicó Yhosvany.

Las clínicas de salud mental de La Lisa y Boyeros, la Clínica Internacional Las Praderas, el Hospital Psiquiátrico de La Habana y la escuela especial William Soler han sido algunos de los escenarios en los que Rocky, Tati, Coti y otras aves han regalado «besitos» y «caricias».

En Las Praderas, donde hay niños con afecciones cerebrales y con problemas en las extremidades inferiores y superiores como causa de estas, hemos tenido un trabajo muy bonito, refiere Niudersys. Pudimos ver la forma en que niños como los venezolanos Mauro David y Maura Daniela, en quienes nos inspiramos para nombrar a nuestros hijos, sonreían y olvidaban los dolores de los ejercicios de rehabilitación que deben hacer cuando tienen a las aves en sus hombros y encima de sus cabezas.

Así ha sucedido con niños sordo-ciegos, con implantes en la cóclea, con autistas y con quienes tienen otros padecimientos, en diferentes centros educativos y hospitalarios. Adultos mayores que padecen ansiedad, estrés y viven en soledad han encontrado en estos pajaritos su motivación, al igual que todos aquellos que asisten a nuestras actividades, los últimos domingos de cada mes en el parque John Lennon, del Vedado», agregó Yhosvany.

—¿Cualquier especie de ave puede ser amaestrada y utilizada con fines terapéuticos?

—Considero que sí. Todo depende de la dedicación y el empeño de la persona que la entrene. Trabajo con los cacatillos, canarios, isabelitas, y fundamentalmente con la familia de los Agaporni, a la que pertenecen los rosacolis.

«Son aves de temperamento muy fuerte, tenemos varios ejemplares amaestrados y en ellos el resultado es muy bueno porque, luego de los seis meses de edad, que es cuando el ave comienza a madurar, su afinidad con el humano se hace más latente. Recordemos que los llaman los periquitos del amor.

«No entrenamos aves silvestres para disminuir el riesgo de contagio de enfermedades, aunque con las medidas higiénico-sanitarias correspondientes y el chequeo zoonótico cada seis meses no tiene por qué haber peligro alguno».

—¿Qué características de las aves son aprovechadas para su domesticación?

—Para las actividades asistidas con aves, que es lo que hacemos, aprovechamos el color, el sonido, el canto, su temperatura, el agarre de sus patas y su comportamiento en general, en dependencia de las características del enfermo.

«Personas deprimidas encuentran en las aves de colores vivos y temperamento activo un apoyo para superar su problema, y aquellos que, por el contrario, tienen cuadros clínicos de hiperactividad y muestran alteraciones en su actuar, tienen en aves más suaves y tiernas la contraparte que necesitan.

«A todas estas experiencias pretendemos otorgarle un fundamento científico cuando terminemos un estudio multidisciplinario con especialistas del Centro de Neurociencias, del Ciren (Centro Internacional de Restauración Neurológica) y del IPK (Instituto Pedro Kourí) que nos permita avalar la aviterapia u ornitoterapia», explicó Yhosvany.

El adiestramiento, nos dice Niudersys, permite salvar las aves que son abandonadas por los criadores porque nacen con defectos o alguna discapacidad, pero que sí las podemos incorporar como mascotas. Se promueve, además, un ambiente sano, instructivo y familiar en el hogar y en los centros hospitalarios en los que trabajamos.

«Quien desee tener un ave en su entorno —acota Yhosvany—, es porque le dedicará atenciones y cuidados, y como recompensa disfrutará mucho tener cerca a un ser que le demuestre afecto y lo aleje de las preocupaciones y problemas».

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