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Con la Vergüenza de Agramonte, una marcha Latinoamericana

La familia agramontina no quedó en casa. Su presencia en el desfile generó iniciativas muy singulares, atractivas y de compromiso con la Patria. Aquí un mar de pueblo evocó al amigo Chávez y reclamó a los Cinco Jóvenes cubanos, detenidos en el Imperio.

Autor:

Yahily Hernández Porto

CAMAGÜEY, mayo 1.—David, el invidente, bien temprano caminó con su bastón de guía, hasta el lugar en el que se concentraban todos su compañeros, quienes sumaron voces de alegría en la gran fiesta del trabajador cubano.

Esta vez David estuvo acompañado por el nieto de 8 años, Deivid. El niño, como nunca, cogió su bandera cubana, y echó a andar hasta la plaza camagüeyana.

Pero Juan, el amigo de tantos, no quedó a tras en su silla de ruedas. Tampoco Miquel, al que su bebé de solo un añito, le impuso una marcha bien pesada sobre sus hombros.

Lesvia, la obstetra, junto a miles de galenos disfrutó del apretón que abraza una marcha compacta, y Julito, Alex y María, el trío de pioneros, arrastraron con el ímpetu de sus 10 años de vida, al familión de la casa.

Y es que aquí el pueblo agramontino en jornada gigante y por más tres horas ininterrumpidas de desfile humano celebró la histórica fecha: el Primero de Mayo.

Cuenta la abuela Juana, que sus nietos, entre ellos los mellizos, le reclamaron que se apurara para estar entre los congueros, que con tambor y redoblantes en sus espaldas, amenizaron la concentración, junto a la Conga los Comandos.

Miles de camagüeyanos con pasos ágiles, firmes… reafirmaron el legado del Amigo, del Gigante, del hombre que solo fue a misa y regresó multiplicado en la sonrisa de los más pequeños de casa, en el compromiso del estudiante y en el saludo firme de los Verde Olivos de la Patria.

En esta multitud de hombres y mujeres los Cinco jóvenes cubanos: René, Ramón, Antonio, Gerardo y Fernando, anduvieron, a pesar de la distancia, las calles del Camagüey legendario, a través de cientos de voces que en su verbo encendido exigieron su regreso.

Sí algo caracterizó el desfile agramontino fue su alegría multicolor, su lealtad a la Vergüenza de Agramonte y a la libertad de la Cuba infinita, que incorporó una marcha, también latinoamericana.

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