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Terror en los 90

La muerte de Fabio Di Celmo el 4 de septiembre de 1997, como consecuencia de la explosión de una bomba en un hotel de La Habana, fue solo un eslabón de la trama criminal contra Cuba de la contrarrevolución apoyada por Estados Unidos, que estimula y ampara a terroristas mientras condena a quienes los enfrentan

Autor:

Luis Hernández Serrano

El chasco rotundo de la escalada terrorista de los 90 por parte de la mafia de Miami, organizada, armada, financiada y dirigida contra Cuba por el Gobierno de Estados Unidos y su derecha más diabólica, fue otro motivo para que la impotencia imperial se descargara en brutal represalia contra cinco patriotas cubanos cuyos nombres ya no son secretos.

Eran, por supuesto, mucho más jóvenes. Precisamente este 12 de septiembre cumplen 15 años de haber sido arrestados y tratados con saña.

El juicio que los condenó a sentencias increíblemente injustas no tuvo en cuenta que ellos se encontraban infiltrados en las filas de la contrarrevolución en Estados Unidos para evitar crímenes, sabotajes y acciones contra los cubanos en nuestro archipiélago o en otros países; contra ciudadanos estadounidenses de origen cubano que apoyaban a la Revolución en el territorio continental norteamericano, y contra los mismos estadounidenses. El proceso se convirtió en un engendro político y les pidieron condenas exageradas y violadoras de las más elementales normas jurídicas internacionales.

No podemos mencionar los numerosos actos de terror cometidos contra Cuba, cuyos autores, embarcaciones, combustibles, armamentos y explosivos salieron de territorio estadounidense.

Algunas de aquellas operaciones paramilitares requirieron una alta preparación logística y operativa, como la de un grupo terrorista proveniente de Miami que se infiltró por la costa norte de Las Tunas y enterró una tanqueta que contenía más de 50 libras de explosivo plástico.

Estos mercenarios abandonaron ilegalmente el país esa misma madrugada y pocos días después arribaron a Cuba como turistas con documentación falsa, pero fueron detenidos posteriormente.

Sin embargo, las autoridades competentes de EE.UU. no detectaron una operación de semejante magnitud que solo podría realizarse por la Fundación Nacional Cubano-Americana (FNCA), con el apoyo de la CIA.

En 1997 detonaron explosivos en dos empresas turísticas cubanas en México y Nassau; y en ese mismo año estallaron algunas bombas en varios hoteles de La Habana y Varadero, mientras fracasaba el brutal complot de asesinato contra Fidel en la Cumbre Iberoamericana de isla Margarita, en Venezuela, fraguado por la CIA y puesto en manos de la FNCA.

Hasta 1998 se introdujeron explosivos plásticos de alto poder. Sus autores fueron mercenarios centroamericanos dirigidos por el terrorista Luis Posada Carriles, actuando desde esos países, pero financiados desde Miami.

Uno de esos actos monstruosos segó la vida, el 4 de septiembre de 1997, en el hotel Copacabana, del joven empresario italiano Fabio Di Celmo y mutiló una familia feliz. Y precisamente el asesino, Luis Posada Carriles, reconoció después ante una periodista su relación con aquellos sucesos de terror conocidos en el mundo entero. Pero hoy Posada goza de libertad en las calles miamenses y hasta se atreve ahora a prepararle un atentado al presidente bolivariano Nicolás Maduro.

El comando de Posada Carriles en los 90 resultó neutralizado y sus acciones y las de la FNCA tuvieron su merecida denuncia pública.

Mucho tendría que ver en ello el trabajo de los Cinco.

En la madrugada del 12 de septiembre de 1998 agentes del FBI arrestaron a René González Sehwerert, Antonio Guerrero Rodríguez, Ramón Labañino Salazar, Fernando González Llort y Gerardo Hernández Nordelo, sin mediar prueba legal alguna y en un medio hostil donde la prensa miamense y periodistas financiados por las agencias norteamericanas urdieron y desarrollaron una campaña mediática virulenta encaminada a satanizar a estos luchadores.

Primero intentaron que admitieran sus actividades como supuestos espías contra Estados Unidos, pero los Cinco no traicionaron sus principios.

Fueron trasladados al Centro de Detención Federal de Miami y ubicados en celdas solitarias por 17 meses en total aislamiento, en el tristemente conocido «hueco», para intentar doblegarlos.

Solo desde 1997, organizaciones extremistas de origen cubano, asentadas y protegidas en Estados Unidos, introdujeron o detonaron 23 bombas en Cuba y otros países del área. Las autoridades cubanas lo informaron al FBI, pero no hicieron caso de ese poderoso argumento y con cinismo dijeron no tener pruebas documentales de tales hechos.

La vista oral del juicio

En noviembre de 2000 comenzó la vista oral del juicio en el Distrito sur de la Florida, en el escenario más hostil y amañado para los inculpados y terminó siete meses después, el viernes 8 de junio de 2001, cuando el tribunal de Miami dictó veredicto de culpabilidad.

El 10 de diciembre de ese año se efectuó la vista de sentencia general y en los días siguientes, y hasta el 27 del mismo mes, tuvieron lugar las vistas individuales, en las cuales los antiterroristas presentaron históricos alegatos de elevado contenido patriótico.

La jueza impuso en cada caso el máximo de pena que se podía aplicar, sin que mediaran atenuantes de la supuesta responsabilidad criminal.

Fue el juicio más largo en Estados Unidos en los momentos en que tuvo lugar, superado después por la parodia judicial que por más de siete años conoció la larga historia terrorista del criminal internacional Luis Posada Carriles y que terminó en una fraudulenta declaración de inocencia el 8 de abril de 2011, a manos de un tribunal estadounidense en El Paso, Texas.

La Corte de la Florida, a través de su jueza Joan Lenard, dictó largas sentencias contra los cinco acusados. Tres de ellos recibieron cadena perpetua: Gerardo, Ramón y Antonio y los otros dos: René, 15 años y Fernando, 19.

Los cargos principales por los que se les acusaron se resumen en «conspiración para obtener y trasladar información de seguridad nacional; ser agente de un Gobierno extranjero no registrado; falsificación de identidad y documentación personal y conspiración para cometer asesinato, en el caso de Gerardo».

Desde ese entonces, estos Cinco Héroes han transitado por un proceso jurídico engorroso, tortuoso y muy manipulado debido a su esencial carácter político, que es su principal componente y en el cual la defensa ha establecido diferentes recursos de apelación, basados en la falta de evidencias en los principales cargos; mala aplicación de la guía de sentencia e indebida aplicación del Acta de Procedimiento de Información Clasificada, entre otros argumentos.

Durante 15 años estos luchadores han padecido un trato inhumano y un ensañamiento brutal que ha alcanzado a sus familiares, por el simple hecho de no dejarse doblegar.

El 10 de marzo de 2004 se celebró la vista oral para sustentar la apelación ante el Onceno Circuito de Atlanta, que se pronunció el 9 de agosto de 2005. Un panel de tres magistrados desestimó las condenas impuestas en 2001 por la jueza de Miami, al considerar el perjuicio de la «comunidad en contra de Fidel Castro y el Gobierno cubano» y otros elementos que se combinaron e impidieron que los antiterroristas pudieran recibir un juicio justo e imparcial.

Este comentario ratificó la conclusión del Grupo de Trabajo de la ONU para la Detención Arbitraria que consideró la condena con ese mismo apelativo: ¡Arbitraria! ¡Y contraria al derecho internacional!

Otros intentos se hicieron para liberar a los Cinco o rebajar sus condenas, pero todo quedó en deseos. Más tarde la Corte de Apelaciones de Atlanta rechazó los recursos presentados, dando inicio al proceso de resentencia de tres de los antiterroristas y en 2009 ratificó las penas contra Gerardo y René.

La supuesta conspiración para cometer asesinato de que acusaba a Gerardo no formaba parte del acta acusatoria original y se añadió meses después por una conjura de los terroristas y autoridades que armaron la vil falsedad, cargo que no tiene ningún asidero legal ni ético. La prueba decisiva no la quiere dar el Gobierno yanqui.

El 7 de octubre de 2011 René cumplió su condena y ya se sabe que tuvo que permanecer un tiempo en Estados Unidos antes de regresar a Cuba. ¡Ni hablar de las injusticias cometidas contra las esposas, madres e hijos de estos héroes!

El padre de René murió, y también su hermano Roberto, y él no pudo estar con ellos en sus últimos momentos.

Millones de personas en el mundo han exigido que se libere a nuestros héroes, aspiración que continuará sin tregua hasta la victoria final.

Fidel expresaría en su momento que «Los Cinco Héroes cubanos prisioneros del imperio son paradigmas a imitar por las nuevas generaciones. Afortunadamente, las conductas ejemplares siempre se multiplican en la conciencia de los pueblos (…) Estoy seguro de que muchos jóvenes cubanos en su lucha contra el Gigante de las Siete Leguas, harán lo mismo. Todo puede ser comprado con dinero, menos el alma de un pueblo que jamás se puso de rodillas».

Fuente: La injusta condena, ponencia presentada en forma de folleto por José Luis Méndez Méndez y Manuel Hevia Frasquieri, en abril de este año, al VII Congreso de la Unión Nacional de Historiadores de Cuba, efectuado en el Palacio de  Convenciones.

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