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Salvar lleva corazón (+ Fotos)

Alejar de estigmatizaciones y etiquetas a los menores que participan en hechos tipificados en la ley como delitos o que presentan trastornos agravados de su conducta, y ayudarles a reorientar su existencia, es la filosofía de las Escuelas de Formación Integral

Autor:

Ana María Domínguez Cruz

«Lucen perfectas, ¿verdad?», me pregunta Talía mientras comprueba con su vista la pintura de mis uñas. Déjame hacerte el filito blanco, me pide, y accedo, pues me siento a gusto al verla tomar la brocha y «decorar» mis manos con maestría, con esa que no deja que los bordes se ensucien.

«Nadie sabe; a lo mejor el día de mañana tengo mi propio trabajo por cuenta propia, y lo que he aprendido de manicure y peluquera lo pongo en práctica. Hasta puedo trabajar en un restaurante, si sé mucho de gastronomía».

¿Y las clases?, le inquiero. «Sí, claro, no dejo de asistir, pero en esta escuela hay espacio y tiempo para aprender mucho más de lo que se da en el aula», dice y me cuenta sus experiencias luego de siete meses de estancia.

Háblale de tu novio, le dice Ailén, su compañera en el taller vocacional. «A Dayron lo quiero mucho, pero ya él no estará aquí dentro de poco; lo veré los fines de semana. Seguiremos juntos y haremos las cosas bien; entre los dos nos ayudaremos para no cometer errores».

Confío en que así sea y me alejo contenta también por llevar en mis manos la prueba de que Talía quiere hacer muchas cosas buenas en su vida. Con certeza, Maylayf y su prima Samary también piensan en su futuro y en todo lo que pueden hacer, siempre que no den pasos en falso.

En los pasillos de la Escuela de Formación Integral José Martí, de La Habana, entrecruzan sus sueños y dejan en el pasado aquello que luego solo pueda recordarse como un simple error.

Con la familia y desde el corazón

Cuando aún no se había promulgado la Convención de los Derechos del Niño, en 1989, ya en nuestro país existían las bases legales para dictaminar lo que debería hacerse con lo concerniente a la atención a los menores que participan en la comisión de hechos que la ley tipifica como delitos o que presentan trastornos agravados de su conducta.

Teniendo en cuenta la magnitud del caso se toman medidas específicas, las que pueden derivar en su ingreso en una escuela de conducta o en una de formación integral.

El Decreto-Ley 64/82, mediante el cual se despenaliza este tipo de actos cometidos por menores, establece el marco regulatorio para la atención a estos, a través de un sistema al que tributan los Ministerios de Educación (Mined) y del Interior (Minint).

Las escuelas de conducta, los consejos de Atención a Menores y los centros de Diagnóstico y Orientación pertenecen al subsistema que encabeza el Mined, mientras que los centros de Protección a niñas, niños y adolescentes, la actividad de prevención de menores, los centros de Evaluación, Análisis y Orientación a Menores (Ceaom) y las 12 Escuelas de Formación Integral (EFI) del país son atendidas por el Minint, explica la mayor Isabel González Benítez, licenciada en Psicología y directora de la EFI José Martí, en el municipio capitalino de Guanabacoa.

Esta institución educativa, fundada en 1982, recibe a menores de 16 años provenientes de la capital, Mayabeque, Artemisa y la Isla de la Juventud, continúa González Benítez. La matrícula actual es de 40 alumnos —todos de La Habana—, de los cuales 35 son varones.

«El 70 por ciento de nuestros estudiantes, cuya edad promedio es de 15 años, incurrió en hechos contra el patrimonio, tales como hurtos y robos con fuerza, y el resto ha cometido hechos contra la integridad corporal», apuntó.

Cuando se detecta un caso, se realiza un estudio psicopedagógico integral del menor en el Ceaom, explica su directora, la mayor Yanet César Nicolás, quien trabaja allí desde 2010, año en que este centro comenzó a formar parte de la EFI.

«Durante 45 días intercambiamos con el menor, con el objetivo de realizar un diagnóstico de su personalidad, determinar el grado de desviación de su conducta, y sobre todo identificar sus potencialidades y necesidades educativas. El equipo multidisciplinario, compuesto por psicólogos, psiquiatras, terapeutas y otros especialistas, emite los resultados al Consejo de Menores y recomienda la medida que se debe adoptar, aunque se espera de este órgano la decisión final.

«Trabajamos para perfeccionar la atención a los menores en función de su orientación, educación y protección en su comunidad, es decir, para cumplir la medida de manera externa. Evitamos que ingresen a la escuela y favorecemos que su tratamiento se efectúe en su entorno, aunque en ocasiones es necesario que convivan aquí para cumplir lo dictaminado», asevera la licenciada en Derecho.

César Nicolás insiste en que si bien el Ceaom dirige su trabajo de evaluación, observación, análisis y diagnóstico del menor, también hace de la familia su «punto de mira». Para ello se orienta a las familias de forma especializada durante el proceso de evaluación, a través de escuelas de padres, psicoterapia grupal y dinámicas familiares.

«A la mayoría de estos niños les ha faltado el amor, el cariño, la atención y el cuidado de su familia. Han sido víctimas de esas carencias y nos percatamos de ello desde ese primer momento. Tenderles la mano y acompañarlos en cada paso es nuestra misión, como también lo es brindarles a los familiares las herramientas necesarias para que también puedan hacerlo», afirma.

Una vez que el menor ingresa a la EFI José Martí, como sucede en sus homólogas del país, recibe un tratamiento educativo a través de estrategias individuales y diferenciadas, con el apoyo de un grupo de profesionales, personal de salud y docente, entre otros, explica la Directora de esta institución.

«El menor transita por las etapas de inicio, desarrollo, consolidación y egreso, que suman un año por lo general. En casos excepcionales, en dependencia de la evolución del menor, ese tiempo puede extenderse», añade González Benítez.

Durante su estancia en este tipo de institución educativa, acota, los alumnos reciben los contenidos docentes estipulados por el Ministerio de Educación para la enseñanza general y de oficios.

«Participan también en talleres de formación vocacional y diversas actividades deportivas, culturales, históricas y patrióticas, dentro y fuera del centro. Durante el curso escolar disfrutan de un sistema de pases todos los fines de semana, pues no desvinculamos al menor de su familia bajo ningún concepto, y también se regocijan durante el período vacacional en los meses de julio y agosto», añadió.

De vuelta a la realidad

Investigaciones recientes sobre el grado de reinserción social de los menores que han incurrido en hechos tipificados como delitos o con trastornos agravados de la conducta luego de su estancia en las Escuelas de Formación Integral del país, arrojan que más de un 80 por ciento lo logra, destacó la coronela Idais Borges Barrios, jefa de la Dirección de Menores del Minint.

La EFI José Martí registra que más de un 75 por ciento de sus egresados muestra una adecuada reinserción social, subraya su Directora, lo que está dado por el esfuerzo que se desarrolla en la institución, a la par de las obligaciones docentes, para su preparación laboral y profesional.

Luego de cinco meses de estancia en esta escuela, Eduardo Manuel Pujol puede explicar minuciosamente el uso de cada una de las herramientas que se emplean en el trabajo agrícola. «A la gente de la ciudad no le gusta el campo, pero a mí sí, porque de ahí viene casi todo lo que nos sirve para comer. Nadie sabe si en el futuro tenga la oportunidad de trabajar en un organopónico, en una finca o en una cooperativa y, por suerte, en esta escuela, además de estar en el aula puedo aprender a ser útil».

Así se siente también Harrison Palacios, quien demuestra con habilidad que está en condiciones de reparar todos los zapatos que le pongan delante. «Este es un oficio que no desaparecerá nunca y desde ahora sé que puedo ejercerlo».

Como ellos, otros «construyen» su futuro en los distintos círculos de interés y talleres de oficios que existen en la institución, como el de elaboración de alimentos, peluquería, gastronomía, computación, ajedrez, bomberos, pintura y técnica canina, entre otros.

Es esencial interactuar con los muchachos desde el corazón, refiere el profesor Francisco Sosa. «No basta con enseñarles una fórmula matemática, o los hechos históricos más importantes de nuestras luchas independentistas, o cómo usar una guataca; hay que hacerlo con cariño».

Coincide con él la profesora de Ciencias Naturales y Geografía Ana Isabel Valdés, fundadora de la EFI José Martí, a quien se le hincha el alma de orgullo cuando es identificada por sus alumnos como su abuela.

Por ello existe el proyecto Escaramujo, desarrollado por la Facultad de Comunicación de la Universidad de La Habana para incidir en los procesos psicopedagógicos de estos centros y brindarles a los alumnos habilidades comunicativas.

Es imprescindible alejar a los menores de estigmatizaciones y etiquetas de problemáticos, conflictivos o peligrosos, enfatiza el teniente coronel Alfredo Aradas, jefe del órgano de Evaluación y Control de la Dirección de Menores. «Decirles que son así solo acentuaría que realmente quieran comportarse de esa manera; por ello hay que tratarlos con respeto y brindarles espacios de armonía, sin rejas, para que tengan confianza en sí mismos».

No obstante la labor que se realiza desde el seno del Minint y otras entidades y organizaciones, es en la familia donde se siembra la semilla de cada ser humano, y es en ella donde, a pesar de los errores que se cometan en la vida, se debe encontrar la salida si se está perdido. «Si depositamos nuestros empeños y esperanzas en estos muchachos, estaremos poniéndolos también en los padres del futuro, de los cuales dependerá después la educación de sus hijos», puntualizó la mayor Isabel González Benítez.

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