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El turno joven del azúcar

En una de las empresas insignes de la producción azucarera mayabequense los jóvenes, al tiempo que aprenden con los más experimentados, se destacan por ser mayoría e imprimirle ánimo a la actual contienda

Autor:

Yunet López Ricardo

MADRUGA, Mayabeque.— Cuando se entra a esta localidad por la carretera de Catalina de Güines es imposible no detener la mirada para contemplar el central Boris Luis Santa Coloma, el gigante de hierro que por más de cinco décadas continúa produciendo azúcar.

Intrigados, medio escépticos, con ánimo curioso al observar su imponente apariencia y sentir poco a poco el olor a melado mientras nos aproximábamos, aceptamos sin mucha resistencia la invitación a descubrirlo casi a media noche.

Con cascos y la grabadora lista, entramos al «vientre» del Boris, es decir, al interior del principal escenario productivo de la industria, donde el ruido ensordece y el bagacillo molesta los ojos. En la sesión nocturna hay cerca de 60 trabajadores, y de ellos más de la mitad no superan los 26 años.

Arte de hacer azúcar

Eduardo Expósito García es un pintor graduado de la Escuela de Instructores de Arte, pero la vida le reservó la dulzura de ser, a sus 24 años, jefe de brigada del área de centrífuga del central Boris Luis.

Para este muchacho el proceso de elaboración del azúcar es un arte: «Mi padre trabaja en este ingenio hace más de 40 años como triplero. Yo conocía por eso los encantos de esta profesión, además de saber que aquí había buena remuneración económica.

«Me he desenvuelto en todas las áreas del proceso. He sido operador de bomba y triplero. Laboré en las casas de caldera y luego llegué a la parte de la centrifugación».

En 2014 Eduardo fue trabajador destacado de la zafra; resultó el joven más competente y el obrero más completo. La única área que tiene la plantilla llena es la suya, y de los cinco muchachos que dirige, cuyas edades oscilan entre 17 y 24 años, él es el mayor.

«Casualmente todos fueron alumnos míos cuando me desempeñaba como instructor de arte; a algunos los he convidado a trabajar aquí y otros han llegado por sus medios.

«Esta es una labor muy peligrosa; debes desarrollarla con mucha seriedad. Aquí te puedes quemar, te electrocutas, te puedes caer… Todos nos cansamos, son 12 horas de trabajo. Y uno es joven, sale a la fiesta y luego viene para acá. En este lugar hay que tener los cinco sentidos puestos en el trabajo, porque aquí uno arriesga la vida. No obstante, es una labor hermosa y bien retribuida», explicó Expósito García.

La tarea de centrifugación es fundamental, «porque nosotros somos los que extraemos el azúcar del proceso», continuó el jefe de brigada

«¿Que si cumplimos este año? Hasta el momento estamos sobrecumpliendo. Este turno es el ganador. Los jóvenes estamos echando pa’lante la zafra en el Boris Luis», sentenció.

Aroma de la misma caña

A Miguel Ángel Pardo Jiménez lo ha seducido el contagioso perfume de las mieles, que siente día a día por vivir en el batey del central.

Es puntista, encargado de extraer la mayor cantidad de sacarosa disuelta en la meladura formando los granos de azúcar y darle el tamaño requerido para comercializarla. Con sus 24 años, desarrolla su tercera zafra y es el más joven de los seis trabajadores de esta área.

Estudió Construcción civil, pero su vocación siempre ha sido la tecnología azucarera, tal vez influenciada por el ejemplo de su padre, quien trabaja en este coloso desde hace 46 años como técnico en cristalización.

«Desde que tengo uso de razón estoy dentro de este ingenio, detrás de las huellas de mi papá. Con mi esfuerzo he ganado el respeto de todos mis compañeros, quienes escuchan mi opinión a pesar de mi juventud», manifestó.

Con los ojos mojados, Miguel Ángel Pardo Peña, padre orgulloso y un trabajador experimentado del Boris Luis, habló de cómo debe ser un puntista: «La condición fundamental, y que se adecua a los trabajadores en general, es el interés por su labor. Si a usted le gusta su oficio, le sale bien y aprende; eso es lo que le ha pasado a mi hijo.

«Yo al principio no quería que se dedicara a esto. Pero hacía falta un puntista; él asumió esa tarea y ahí está, esforzándose por aprender y lo logra, porque disfruta lo que hace».

«Al central le va bien este año —acotó Pardo Peña—, pero podríamos estar mejor. La caña de esta molienda no tiene las características que necesitamos; si presentara mejor calidad, tuviéramos mayor rendimiento. Hay mucha caña que se quedó del año anterior, lo que es bueno para la agricultura, pero no así para la industria».

Nueva generación

En el Boris la juventud representa el 45 por ciento de la fuerza laboral de cada turno. Casi todos son muchachos iniciados en el politécnico anexo a la fábrica, que se nombra igual que el central. De este modo se incorporan al trabajo en el ingenio, transitan por diversas etapas del adiestramiento, y después son obreros fijos que pueden ir hacia diferentes áreas.

«Ellos son piezas clave en el proceso; se desempeñan como puntistas, purgadores o sacan el grano y lo envían al almacén. En los mencionados puestos son casi insustituibles, porque un eléctrico se puede mover de un lugar a otro, pero un puntista solo es útil en la fabricación.

«Sin los jóvenes no podríamos hacer zafra. Al inicio de la molienda salimos a buscar a muchos experimentados que en algún momento trabajaron aquí, y solo algunos respondieron. Sin embargo, la nueva generación no falló.

«Si mañana se nos van cinco de estos muchachos hay que parar el ingenio. Hoy son ellos quienes llevan el peso de la zafra y lo están haciendo muy bien», expresó Carlos Martínez, jefe de Producción.

Cada noche, mientras Madruga duerme, muchachos como Eduardo y Miguel Ángel le siguen el ritmo a la producción. Después de conversar con ellos y vivir la experiencia de una jornada nocturna, el puñado de azúcar que me regalaron me supo más dulce, porque la que produce el Boris tiene exquisito sabor a juventud.

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