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Si la vida de la madre y el bebé corre peligro, una cesárea puede ser la opción salvadora, pero nunca la única alternativa si, siendo innecesaria, se puede favorecer el disfrute de los beneficios de un parto fisiológico o vaginal

Autor:

Ana María Domínguez Cruz

La incertidumbre la embarga. Es normal en una mujer embarazada que en pocas semanas dará a luz por primera vez. Intento disiparle algunas dudas, pero son muchas las preocupaciones que le ocupan las horas del sueño. No hay por qué alarmarse si, tanto ella como la pequeña, gozan de un óptimo estado de salud, teniendo en cuenta su condición. Sin embargo, cuando poco tiempo falta ya para recibir a su hija los temores no la abandonan y un único pensamiento se mantiene incólume: «Quiero una cesárea para que ella no sufra, para que todo sea rápido, no sentir dolor y estar tranquila después».

Ciertamente la cesárea, proceder quirúrgico que permite el nacimiento de un bebé a través del abdomen, es la operación obstétrica que con mayor frecuencia se realiza en el mundo, y su grado de perfeccionamiento ha sido tal que ha motivado una confiabilidad excesiva y un uso irracional, no siempre justificado desde el punto de vista médico.

Términos como «cesárea a la carta» se manejan en otros países, donde esta cirugía se planifica en muchos casos por conveniencia de la pareja y no por razones sanitarias, y para lo que el factor económico es determinante, como resultado de una atención médica en el sector privado, práctica que, afortunadamente, es ajena a la realidad cubana.

El incremento de las cesáreas a nivel mundial, y en Cuba, es hoy un motivo de preocupación pues, aunque es un proceder seguro, incide de manera directa en los indicadores de mortalidad y morbilidad maternas, en tanto se realiza en casos en los que no es estrictamente necesario, desestimándose los beneficios del parto fisiológico o vaginal.

¿Cuándo y por qué?

Embarazos de riesgo que pueden requerir un parto por cesárea deben ser valorados por los especialistas. Entre las causas que lo determinan figuran el desprendimiento prematuro de la placenta o su localización en la apertura del cuello del útero de manera parcial o total (placenta previa); un bebé demasiado grande para pasar por el canal del parto; el hecho de que ella sea portadora del VIH; ciertos padecimientos de la madre como cardiopatías, diabetes, elevada presión arterial y emergencias surgidas antes o durante el trabajo de parto, como el prolapso del cordón umbilical, cambios de posición del bebé, sufrimiento fetal, entre otras.

«Siempre que la vida de la madre y de su hijo corra peligro, la cesárea será la intervención quirúrgica salvadora y por tanto, necesaria», asegura el doctor Andrés Breto, especialista en Ginecobstetricia que labora en el Hospital Materno Diez de Octubre, conocido como Hijas de Galicia, en La Habana.

Estudios recientes han demostrado que, en afecciones maternas tales como cardiopatías, nefropatías, enfermedades reumáticas, oncológicas, neuroquirúrgicas y otras, se recomienda la cesárea para lograr un nacimiento de forma controlada y saludable, agrega el galeno, quien insiste en la seguridad del proceder, en tanto se realiza en instituciones hospitalarias con todas las condiciones para ello.

Se establece un grupo de medidas para garantizar la seguridad de la cesárea desde el punto de vista sanitario, acota el especialista, pero la primera de ellas debe ser el cumplimiento ético y científico de su fundamentación, basada en criterios médicos y no sociales, económicos y de otra índole.

Breto agrega que el fallo frecuente en el progreso del trabajo de parto es también un determinante directo y preciso de la realización de una cesárea, como también lo es una inducción fallida del parto, método que igualmente se ha incrementado en los últimos tiempos debido a la introducción de nuevos protocolos y tecnologías.

«Sin embargo, no podemos ignorar que como toda cirugía mayor, la cesárea está asociada a numerosas complicaciones como las propias del proceso quirúrgico: infecciones, riesgos de sangramiento posparto y las asociadas al uso de la anestesia, general o local, cuyos efectos secundarios posteriores pueden provocar además sueño en la madre y el bebé, y por tanto, retrasar el vínculo afectivo entre ellos.

«La complicación más grave es la muerte de la mujer, entre tres y cinco veces más probable de que ocurra con este tipo de cirugía que con el parto vaginal. También puede sufrir algún daño el recién nacido, teniendo en cuenta que el parto fisiológico favorece más su adaptación a la vida fuera del útero que si se le extrae de forma súbita.

«La evidencia científica ha corroborado además que el incremento de la realización de la cesárea no ha reducido la prevalencia del daño neurológico o la conocida parálisis cerebral, cuyas causas no siempre se relacionan con los eventos del parto. Por ello, no se debe asociar la ejecución o no de esta intervención quirúrgica con esta afección del recién nacido, pues, como otras patologías, puede estar determinada por componentes metabólicos, genéticos o por infecciones no detectables con antelación al nacimiento», precisó el doctor Breto.

—¿Un primer parto por cesárea determina que los posteriores se realicen siempre por el mismo método?

—Es un tema controvertido pues por lo general ha sido esa la recomendación típica de los especialistas, quienes no contemplábamos, en la mayoría de los casos, la posibilidad de que una mujer realizara el trabajo de parto y diera a luz de manera fisiológica si ya había tenido una cesárea.

«No todas las mujeres pueden tener un parto vaginal luego de una cesárea, pero en los últimos años, el Colegio Americano de Obstetras y Ginecólogos, y el de otros países desarrollados como Francia, Inglaterra, por ejemplo, ha fomentado la prueba de parto después de una cesárea y ofrece una serie de pautas para identificar mejor a las mujeres que podrían lograrlo, reduciendo así las posibles complicaciones que padecerían.

«En Cuba abogamos por la realización de estudios más profundos y certeros y por el hecho de que solo sea por protocolos de investigación que garanticen la seguridad. Es esencial para este criterio que la mujer respete un período de al menos tres años entre un embarazo y otro mientras asuma métodos anticonceptivos de acción prolongada que le ofrezcan una elevada seguridad y le propicien una adecuada recuperación».

El criterio erróneo de algunos especialistas que asocian la reducción de indicadores como la morbilidad y la mortalidad infantil con la cesárea no puede justificar su realización en casos en los que resulta innecesaria ante un perfecto estado de salud y bienestar tanto del bebé como de la madre, apunta Breto.

«Insistimos en que nuestros obstetras dominen la fisiología del parto para que puedan asistir a los trabajos de parto y al propio alumbramiento con profesionalidad y destreza en la ejecución de las maniobras pertinentes».

No puede asumirse la cesárea como un capricho, ni por los especialistas ni por la pareja, cuyos miembros deben considerar que la espera del parto fisiológico, si es posible dada las condiciones de la madre y su bebé, es mucho mejor que el intervencionismo, para reducir incluso los posibles peligros en un embarazo posterior, añade.

Recomienda el doctor Breto que en la etapa preconcepcional las mujeres se preocupen por mantener un estilo de vida saludable y si tienen 35 años o más, acudir al médico desde el instante en el que planifiquen su embarazo para favorecer la detección temprana de ciertos riesgos, someterse a los tratamientos correspondientes y atenuarlos.

«Investigaciones realizadas en otros países y nuestra experiencia han demostrado que la preparación psicoprofiláctica y el acompañamiento contribuyen de manera significativa al término de un embarazo mediante un parto vaginal que, aunque no exento de riesgos totalmente, ofrece más beneficios para la madre y el bebé que llega a este mundo, cuando ninguno de los dos está sujeto a condicionantes médicas que obligan a la realización de una cesárea».

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