Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

Con la Patria siempre en el corazón

El joven Panchito Gómez Toro amó a Cuba desde la cuna, y por ella dio la vida sin reparos

Autor:

Lisandra Gómez Guerra

LA REFORMA, Jatibonico, Sancti Spíritus.— El cuarto hijo de la familia Gómez-Toro, Francisco, nacido el 11 de marzo de 1876, a quien todos llamarían Panchito, descollaría desde pequeño por poseer una personalidad superior al resto de sus hermanos, fraguada al calor del proceso revolucionario. Bien lo advirtió José Martí al describirlo como «la criatura humana de menos imperfecciones que había conocido».

Por decisión familiar, en diciembre de 1877 Bernarda Toro (Manana), la madre de Panchito, junto a sus otros hijos, partió hacia Jamaica. Atrás quedaría el padre de los niños, el Generalísimo Máximo Gómez, quien había estado ausente del hogar durante la mayor parte del tiempo por su consagración a la lucha insurreccional.

Tras el Pacto del Zanjón, Gómez se unió a su familia. Fue entonces cuando padre e hijo compartieron juntos no pocas lecciones. De su progenitor, Panchito aprendió el significado de lo que era la lucha por una causa, la libertad y la nación. Heredó el coraje para ofrendar su vida por un bien mayor. Tuvo la posibilidad de acercarse, primero desde las anécdotas y luego mediante el contacto directo, a José Martí y Antonio Maceo, quienes fueron sus paradigmas.

Panchito, junto a los suyos, peregrinó por Honduras, Estados Unidos y Haití, hasta que en 1888 se aplatanó en Santo Domingo, y quizá por ironía de la vida se instaló en La Reforma, sitio del mismo nombre de la zona espirituana que le vio nacer.

A pesar de la pobreza y las discriminaciones que vivió en carne propia, Panchito jamás traicionó sus valores.

Por cuba

Panchito supo desde muy joven que la única solución para la cruda realidad  de la Isla era el reinicio de la lucha armada. Po-co a poco, y como resultado de su seguridad, integralidad, entrega y madurez, se insertó en las acciones de preparación de la Guerra Necesaria. Acompañó al Generalísimo hasta Nueva York, donde «se cocinaba» la continuación de la gesta independentista. Y allí se quedó. Bajo la guarda del Héroe Nacional, quien lo acogió como a uno de sus hombres de mayor confianza, se convirtió en una de las personas claves que preparaban el futuro de Cuba.

En el afán de ganar el apoyo del mayor número de seres humanos que apostaran por la independencia de la Patria, juntos recorrieron varias ciudades del mundo.

Al lado del Apóstol, Panchito pudo beber de su sabiduría para enfrentar los más complejos contratiempos. Así se lo confirmó a su hermano Máximo: «Dice (se refiere a Martí) que “ningún nombre es grande para su ayuda de cámara” porque en la intimidad, cuando se conocen los hombres en los detalles, es cuando se ven los defectos; y Martí, mientras más íntimamente se le trataba más grande se le encontraba».

Luego del regreso del Héroe Nacional, Maceo y Gómez a la Isla, Panchito quedó en el extranjero con los deseos de sumarse directamente a la gesta, hasta que en 1896 recibió la orden de volver a Cuba. Desembarcó en nuestras costas en el vapor Three Friends, con una expedición encabezada por el General Juan Rius Rivera, e inmediatamente orientó sus pasos hacia la columna de Maceo para incorporarse bajo sus órdenes.

Desde su llegada, el legendario mambí lo acogió como un hijo, no solo por el compromiso moral con el Generalísimo, sino porque Panchito se dejaba querer y respetar por su hidalguía. El joven espirituano protagonizó trascendentales acciones militares, que simultaneó con la responsabilidad de llevar la correspondencia personal del Titán de Bronce, una tarea asumida por los hombres de mayor confianza.

Y tan estrecha e íntima fue la relación de ambos, que no dudó un solo segundo en secundar al legendario mambí en el fatídico combate de Punta Brava. Voluntariamente enfrentó a los españoles para proteger el cadáver de Maceo. Luego de ser herido de bala, lo remataron salvajemente a machetazos y lo dejaron tirado junto a su padrino, jefe y amigo.

La muerte lo sorprendió y no pudo reunirse con su padre y visitar la tumba de Martí; pero estuvo siempre convencido de que el ideal por el que había apostado la vida era el correcto.

Fuentes utilizadas:

Antonio Maceo en la historiografía cubana. El tratamiento a aspectos controvertidos de su biografía, de Zoe Sosa Borjas.

Carta a su hermano Máximo. New York, 7 de agosto de 1896.

Papeles de Panchito, selección, prólogo y notas de Bladimir Zamora.

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