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Salud animal: ¿en tierra de nadie?

En los campos de la central provincia los servicios veterinarios no poseen la eficiencia necesaria para aliviar los males de los animales

Autor:

Lisandra Gómez Guerra

SANCTI SPÍRITUS.— Aún Eliane Toledo Ríos se pone la mano en el pecho al recordar lo vivido hace unos meses en su finca Santa Rosa, en Jatibonico. Nunca imaginó que, además de lamentar la muerte de uno de sus añojos, experimentaría un vía crucis de burocratismos, negativas y falta de sensibilidad para obtener el certificado de defunción del animal y conocer la causa de su fallecimiento.

«En ese momento, como no teníamos médico veterinario en la cooperativa de crédito y servicios (CCS) Lázaro Roque, de Jatibonico, tuve que ir a la clínica del municipio, donde me negaron el servicio. Al final, uno de los que estaba allí se compadeció y fue, pero como un favor personal», recuerda todavía angustiada.

Tanto ella como otros muchos campesinos espirituanos que no cuentan en sus bases productivas con un médico o técnico veterinario conocen al dedillo cómo la ineficiencia marca los servicios destinados a la salud animal.

«Cuando no hay especialista, los medicamentos se ponen más “jíbaros”. Los sobreprecios del mercado negro espantan y no encuentras a nadie que vaya a los potreros. Este tema está ideal para Pánfilo», concluye más calmada, porque le dijeron que recientemente su CCS contrató a un médico veterinario.

Las calamidades que viven los campesinos ante la ausencia de algunos medicamentos y otros recursos para mejorar la calidad de vida de sus crías se han reforzado tras la desaparición del Instituto de Medicina Veterinaria (IMV) en 2015, y el reacomodo de algunas de sus funciones estatales en los departamentos de Sanidad Animal, bajo la mirada de las subdirecciones de Ganadería de cada Delegación Provincial de la Agricultura.

También las subdirecciones de asistencia en las empresas agropecuarias de los territorios tutelan a las unidades empresariales de base en veterinaria y reproducción, para atender a cada productor y a todos los animales, ya sean afectivos o productivos.

A juicio de la doctora Lourdes Carbonel Carbonel, jefa del departamento de Sanidad Animal de la delegación de la Agricultura en Sancti Spíritus, aunque el cambio persigue un objetivo acertado, todos los mecanismos no han encontrado aún el engranaje perfecto para funcionar.

«Es cierto que el Instituto no andaba del todo bien, pero ahora la desorganización campea por el sector. Quienes asumieron la asistencia no la valoran lo suficiente y nosotros estamos aún acomodándonos», añade.

¿Salud Vs. economía?

Esta médica veterinaria espirituana, máxima responsable de organizar, dirigir y controlar las prestaciones de los servicios estatales de esa especialidad en el territorio, identifica como el principal problema la ausencia dentro del sector de expertos en la profesión.

Y aunque los bajos salarios —reconoce— están presentes, el éxodo de profesionales ha sido mayor luego de la aprobación de la nueva estructura, porque muchas administraciones, con pensamiento eminentemente empresarial, no priorizan sus criterios y aún no han interiorizado la incorporación a su objeto social del cuidado y responsabilidad de la salud animal.

A ello se suma la falta de condiciones para trabajar, tal y como refiere Sergio Santos Águila, médico veterinario de la unidad básica de producción cooperativa (UBPC) Frank País, de Trinidad.

«En nuestro municipio nos quedamos sin laboratorio. Ahora hay que venir a Sancti Spíritus a hacer los análisis y se complejiza por el combustible necesario. La falta de antígenos para investigar nos limita. Le han restado la importancia a nuestra ciencia, aún cuando se sabe que existen muchas enfermedades dentro del grupo de las zoonosis», reflexiona.

Por su parte, en las clínicas veterinarias, controladas también por las empresas agropecuarias, persisten las mejores condiciones. Sin embargo, se ha detectado que varios de sus trabajadores no han concientizado que deben asistir a todos los animales.

En la provincia, la empresa pecuaria Managuaco, del municipio espirituano, es de las pocas que ha logrado crear una UEB de servicios especializados de veterinaria y reproducción; aunque la falta de fuerza técnica le imposibilita asistir a todas sus bases productivas.

Danay Maya Ferrer, especialista de la entidad, considera que entre las principales causas de esas ausencias están las insuficientes condiciones de transporte e instrumental. Sobre ambas se ha dialogado, pero hasta allí no han llegado las respuestas.

«Incluso contamos con una tienda de estímulo donde se vende aseo personal y equipos electrodomésticos», asegura.

La falta de medicamentos muy demandados, como los antiparasitarios, predomina en los puntos de venta.

¿Medicina montaraz?

María de los Ángeles Pérez y Juan Alberto Pérez, campesinos de la CCS Enrique Villegas, de La Sierpe, cruzan los dedos al conocer la historia de Eliane. Afortunadamente, cada vez que uno de sus animales ha necesitado asistencia, la médica veterinaria de su base productiva ha estado presente.

Sin embargo, sí han lamentado la ausencia de algunos medicamentos como antiparasitarios y la vacuna contra el cólera porcino. Esos productos son los que más han escaseado en Labiofam de la provincia durante los últimos meses.

Xiomara Ruiz Yera, especialista en Gestión comercial y de medicamentos en ese centro, explicó a JR que semanalmente se traen desde La Habana los medicamentos demandados por las más de 300 entidades productoras espirituanas que tienen contratos con ellos. Pero a nivel nacional han existido problemas con las materias primas para confeccionarlos, ya que la mayoría llegan desde el exterior.

«Cuando los recibimos priorizamos a un grupo de organismos. El resto los expendemos de lunes a viernes a nuestros clientes. Cuando la cifra de productos es pequeña, dosificamos las ventas para que alcancen», detalla.

Debido a esa inestabilidad, se ha detectado que algunas entidades adquieren en exceso determinados medicamentos.

También, a pesar de que existe una lista oficial de precios y a los campesinos solo se les debe cobrar el medicamento más el diez por ciento por el servicio, a veces les establecen costos más elevados.

La experimentada Carbonel reconoce que su nuevo departamento aún no ha llegado a las entidades para enfrentar esas y otras violaciones.

Igualmente los cooperativistas y la población en general pueden adquirir, de forma liberada, medicamentos para aliviar a sus animales en el punto de venta instalado por Labiofam en el recinto ferial Delio Luna Echemendía, de Sancti Spíritus.

Uno de sus dependientes, Jorge Ibargollín Álvarez, informó a este diario que los más buscados han sido los antiparasitarios, con baja frecuencia en sus estantes.

De igual forma ocurre en los centros comerciales pertenecientes al Grupo Empresarial de Logística del Ministerio de la Agricultura (Gelma), donde compran empresas espirituanas.

Reidel Sierra Martínez, comercial de la entidad, explicó que ellos compran los productos a Labiofam y luego los expenden con un margen de ganancia, según está estipulado, y con la presencia en cada unidad de un médico veterinario que orienta y comprueba la necesidad real del uso del medicamento.

Evidentes tropiezos muestran los servicios veterinarios espirituanos, que no vislumbran un mejor futuro con respecto al recurso humano; pues tanto la carrera universitaria como la enseñanza técnica cuentan con matrículas muy deprimidas.

Urge, entonces, analizar mucho más todos los factores que laceran el trabajo de los nuevos responsables de medicamentos, crías, recursos asistenciales y personal especializado. Lo que no puede suceder es que la salud animal quede en terreno de nadie.

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