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Un corazón lleno de felicidad

Edikson González Paneque, el «gigante» artemiseño que durante más de tres años ha luchado por su vida en el hospital Comandante Pinares, de San Cristóbal, llegó a sus cinco años

Autor:

Yuniel Labacena Romero

Una llamada aseguró que todo estaba listo y otra vez, de la mano del doctor Wildo y del electromédico Eleuterio, el pequeño fue trasladado a su sillón móvil y salió a conquistar nuevos sueños, a una cita especial. Decenas de personas lo esperaban por los pasillos de la sala donde está ubicado hasta llegar al teatro. Sentados en ese amplio reservorio de amor estaban sus seres más queridos, otros niños como él, la maestra, el personal médico..., esa gran familia que durante años le ha prodigado mucha felicidad.

Minutos después de abrirse las puertas de la fantasía se adueñaron del escenario los payasos Pititi y Lila, con quienes bailó hasta donde sus fuerzas lo permitieron y sonrió con los juegos, las canciones, la magia y las travesuras que le regalaron. Aplausos, risas, globos, regalos, dulces, piñata... confirmaban la celebración de los cinco años de Edikson González Paneque, el «gigante» artemiseño que durante más de tres años ha luchado por su vida en el hospital Comandante Pinares, de San Cristóbal.

Sus «huesos de cristal» eran esta vez de un acero fundido a base de voluntad, osadía y empeño que nadie nunca fragmentará. Sí, porque Edikson, padece de una osteogénesis imperfecta (conocida como huesos de cristal) que, al unirse con hipertensión pulmonar, requiere de traqueostomía y ventilación, razones que han obligado a su hospitalización permanente. Sin embargo la tarde de este miércoles 21 de diciembre volvía a estar llena de mucha dulzura, entrega y energías.

Si la fiesta de cumpleaños es siempre motivo de satisfacción, esta vino cargada de anhelos convertidos en realidad. Pero el más importante de todos fue saber que ya comenzará a adiestrarse con su ventilador mecánico Carina home para cuando todas las condiciones estén creadas allá en su pequeño hogar de Bahía Honda regresar a él. Sí, porque de los cinco equipos de ese tipo que el país adquirió este año, uno vino a las manos de Edikson, en esa gran obra justiciera que la Revolución no abandona jamás.

Y estoy seguro de que las autoridades contribuirán con los medios necesarios, pues Edikson conoce bien de la bondad de un país que quiebra el desamparo en cualquier rincón y se siente «contento de vivir en Cuba», quiere mucho a su Patria «por todo lo que hacen por mí». Porque allí, en la Unidad de Cuidados Intensivos Pediátricos del Comandante Pinares, se cuentan por cientos los que han hecho que «yo siga creciendo y con un corazón lleno de felicidad».

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