Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

Cero tolerancia

Hechos como los sucedidos el pasado sábado en el Pedro Marrero, deben ser eliminados de una vez de nuestro deporte

Autor:

Enio Echezábal Acosta

Hay días en que uno se levanta con buen humor y esperanzas de que las cosas van a mejorar. Está el sol afuera, hay buena temperatura, e incluso, en lo que pudiera catalogarse como una anomalía del espacio-tiempo-continuo, el transporte público está accesible. Todo marcha a pedir de boca, hasta que de pronto pasa algo que perturba la paz.

Lo sucedido este sábado en la final de la Liga Nacional de Fútbol, bien pudiera colocarse en la categoría de «día perfectamente arruinado». Tampoco es que el máximo torneo del balompié cubano sea un ejemplo intachable, pero a lo largo de la temporada había existido un ambiente bastante relajado, a pesar de la gran competitividad entre los diferentes rivales.

Santiago y La Habana se juegan la corona en el Pedro Marrero. Es el partido de ida, y Los Diablos Rojos, vigentes bicampeones, no se ven afectados por la distancia. Al 33’ ya ganan 2-0. Se siente el olor de una goleada. Sin embargo, en el complementario, los de casa cambian la cara y empiezan a hacer funcionar la «maquinaria». Llega primero el descuento, luego el empate, y más tarde se concreta una remontada memorable. Hasta ahí todo bien: ha habido espectáculo sobre la grama capitalina.

Pero a unos cuantos se le cruzan los cables. Algunos equivocados se dejan llevar por pasiones que trascienden lo deportivo, y convierten la fiesta futbolera en un escenario triste, lleno de agresividad. Los golpes y las ofensas le roban injustamente el protagonismo a los goles, los despejes y las atajadas. Quienes se suponía fueran héroes, terminan despojándose a sí mismos de su condición de figuras ejemplares.

Se espera que más temprano que tarde lleguen las sanciones a los principales culpables de tan desagradable hecho, pero también es seguro que eso no solucionará absolutamente nada. El mal está más adentro.

Lo que antes se entendía por defender la camiseta a cualquier costo, hoy se confunde a menudo con un falso concepto de hombría, que aparentemente impide a los atletas de alto rendimiento reaccionar como si lo fueran, pues realmente actúan a la par de nuestros primitivos antepasados.

Los peor de todo, es que sucesos como los del Marrero pasan también en el béisbol y el baloncesto, por solo citar un par de ejemplos. Aunque es cierto que no son demasiado frecuentes, tales actitudes apuntan hacia una visión del deporte cada vez menos limpia.

Tenemos un deporte que no se acerca todavía a los estándares que debería, pero que al menos siempre se caracterizó por el respeto entre los rivales más acérrimos. Será que este redactor vivió una época diferente, pero nunca vi a Kindelán, Linares, Vargas o Ulacia volverse «fieras» contra sus contrincantes, tras una derrota. Y todos sabemos de sobra cómo esa generación se dejaba la vida en el terreno.

Entonces, ¿es mejor un jugador por pelearse contra quien le ha vencido? ¿Se quieren más los colores por lanzar golpes, en vez de strikes? No lo creo. Lo que sí considero es que debería aplicarse la ley a los que agreden en la cancha, igual que esta cae sobre quienes lo hacen en cualquier otro sitio.

Si hace falta golpear bien duro a alguien, y hacerlo sin clemencia, todos los «guantazos» deberían ir dirigidos a la misma palabra: violencia.

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