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La historia levanta sus máscaras

Un nuevo libro sobre Antonio Guiteras toca a la puerta para revelar detalles ignorados y bastante polémicos de la Revolución del 30

Autor:

Luis Raúl Vázquez Muñoz

Ciego de Ávila.— El historiador Rolando Rodríguez García (Santa Clara, 1940) continúa su serie de la Revolución del 30. A sus estudios sobre la colonia, la República neocolonial, la dictadura de Gerardo Machado y el Gobierno presidido por Ramón Grau San Martín —al cual insiste en llamar el Gobierno de los 127 días—, se le suma un nuevo libro: Antonio Guiteras, el héroe.

El volumen, editado por Ediciones Capiro, se presentó en el 11no. Fórum Nacional de Historia, organizado por la Federación Estudiantil Universitaria (FEU), con una conferencia de su autor y la presentación del joven Doctor e historiador Elier Ramírez Cañedo.

En sus páginas, el Premio Nacional de Ciencias Sociales (2007) y de Historia (2008) retoma una figura de la que, al parecer, se había dicho todo y ahora, a medida que leemos el libro, nos damos cuenta de que todavía quedan unas cuantas cuestiones por decir u otras por develar.

Y, sobre todo, un dato: la historia continúa. «Sí, voy a continuar. Empecé con Colón y he pasado por todas las etapas hasta la Revolución del 30 y voy a continuar con lo ocurrido en la década de 1940», nos dice.

—Profesor, sobre Guiteras se han realizado varios estudios. Desde la biografía de José A. Tabares del Real hasta la de Paco Ignacio Taibo II; pero ahora aparece esta investigación. ¿Cuál es la novedad que nos trae su libro?

—Aunque parezca mentira, en este libro se aclara con lujo de detalles quiénes fueron las personas involucradas en la ejecución de Carmelo González Arias, el traidor que denunció los planes de «Tony» Guiteras para salir del país. Cuando se recuperaron los restos de Tony y Carlos Aponte, se dio una versión del ajusticiamiento. Pocos días después, Luis Buch, dirigente de la Joven Cuba y uno de los protagonistas del ajusticiamiento, envió una carta a Raúl Roa y a Jesús Montané en la que expresaba su inconformidad con esa versión. En la misiva contaba paso a paso cómo ocurrieron los hechos.

«Otra novedad es que se presenta la información recopilada en los Archivos Nacionales de  Estados Unidos, entre estos los despachos de la Embajada estadounidense; también se muestran documentos del Partido Comunista y de la Joven Cuba, que ilustran las complejidades de la lucha y las contradicciones entre las organizaciones de izquierda.

«Pero una de las cuestiones más relevantes es que, por primera vez, se pueden apreciar los intercambios de criterios en las reuniones del Gobierno de los 127 días a través de las actas del Consejo de Secretarios. Esos documentos no se encontraban a la mano de los historiadores, y logré acceso a ellas».

—Guiteras es una personalidad decisiva en la historia; sin embargo, en determinados momentos su personalidad apenas se ha mencionado en Cuba. ¿Por qué esos olvidos?

—Debido a las cicatrices dejadas por los conflictos, los dogmatismos y errores de visión entre los revolucionarios del 30, y que derivaron en la falta de unidad entre las fuerzas de izquierda. Al referirse a esas complejidades, Carlos Rafael Rodríguez dijo que la Internacional Comunista le llamó la atención al Partido Comunista por confundir al social-revolucionario Guiteras con el social-reformista Grau. Por supuesto que no eran iguales, a pesar de que estaban en el mismo Gobierno; pero esas diferencias no se apreciaron en su momento.

 

Grau quiere fusilar, Batista llora y Grau lo perdona

—Cuenta el periodista Mario Kuchilán en su libro Fabulario, que Guiteras intentó fusilar a Batista por traidor…

—Quienes quisieron fusilar a Batista fueron Guiteras y el Directorio del 30. Grau San Martín lo aprobó. La historia de cómo ocurrieron los hechos me la contaron básicamente Willi Barrrientos, Salvador Vilaseca y Segundo Curti. El Directorio Estudiantil Universitario (DEU) se enteró de las conversaciones de Batista con el ex embajador estadounidense Benjamín Sumner Welles, y Carlos Prío, que era uno de los dirigentes de esa organización, corrió a Palacio. Grau se enfureció y lo informó al DEU. Acordaron celebrar una reunión a las nueve  de la noche en casa del periodista Sergio Carbó, que había sido miembro de la Pentarquía. Allí juzgarían a Batista.

«Tony se encontraba ajeno a todo. Los detalles los cuento en el libro. Él se entera porque conoce de la reunión en Palacio y le pregunta a Willi Barrientos, uno de los miembros del DEU, qué estaba sucediendo. “Batista quiere deponer a Grau”, le respondió. Entonces citó a su gente para la casa de Carbó».

—Se dice que en esa reunión Guiteras increpó a Batista, lo llamó traidor y pidió el fusilamiento.

—Quien increpa a Batista es Grau. Tony se recostó a una columna de la biblioteca donde se celebraba la reunión. Desde allí lo miraba todo. Al llegar Batista, Grau hablaba con los jefes de distritos militares que todavía no habían traicionado y lo detuvo: «Batista, no te acerques, que estoy hablando con estos señores».

«Batista se dio cuenta de que estaba muerto. Luego subieron a la biblioteca. Curti se recostó sobre el respaldo de la butaca de Batista. Desde ahí notó que sudaba intensamente. Grau habló a los presentes, anunció: “Señores, voy a dimitir porque he permitido que el jefe del ejército hable con el ex embajador americano, y eso es muy grave”. Hubo protestas. Batista intentó hablar y Grau lo detuvo: “Batista, tú hablarás cuando yo te lo permita”. Y empezó a narrar lo que era una traición. Al fin Grau lo autorizó a hablar.

«Batista se movió hacia la punta del asiento, luego tocó con la rodilla el suelo y empezó a pedir perdón. Dijo que él no sabía lo que había hecho, que él era un pobre guajirito ignorante y ellos personas instruidas. Que Grau había nacido en cuna de seda y él en un pesebre —un miembro del DEU dijo: “Yo nunca entendí de dónde sacó eso del pesebre”—. Que había sido invitado a la mansión de González de Mendoza, un empresario azucarero, quien lo había llevado ante Welles, pero él se lo iba a contar todo a Grau. Y que lo perdonaran, por favor, que pensaran en su mujer y en su hijita».

—¿Pero por qué Grau lo salva? ¿Por lástima, porque lo subestimó o porque veían en él un contrapeso a la figura de Guiteras?

—Grau quería salir impoluto del Gobierno, sin las manos manchadas de sangre, para luego postularse como un mirlo blanco, y salir electo presidente constitucional. También había un desprecio de clase. Ramón Grau San Martín era un burgués, de familia adinerada de Pinar del Río, y Batista era un mestizo pobretón de Banes, en Oriente. Cuando el DEU recriminó a Grau por el perdón, dijo que total, Batista, Pedraza, López Migoya y los demás sargentos todos eran lo mismo, escoria, pura basura. «Daban lo mismo y al menos ya Batista estaba advertido», aseguraba.

—¿Tony sí adivinó desde un primer momento quién era Batista?

—Exacto. Cuando Tony vio que lo habían perdonado bajó y le dijo a sus hombres: «Vámonos». Luego comentó: «Ahora Batista sí es peligroso, porque ya está advertido». Aquella noche Fulgencio Batista hizo la mejor actuación de su vida y la decisión de Grau pesó mucho en la historia. Nos costó la vida de Tony y la de miles de cubanos.

Guiteras se planta. Grau se pone bajito de sal y engaña

—¿Qué tan feliz era la relación entre Grau y Guiteras?

—No debieron ser muy cordiales. En una de las reuniones del gabinete, Guiteras declaró: «Yo soy de izquierda, pero este Gobierno no». Así aparece en una de las actas del Consejo de Secretarios del Gobierno. En otra ocasión, Grau expuso en el gabinete que había sostenido conversaciones con Sumner Welles, y Guiteras planteó que entonces dimitía porque no estaría en un Gobierno en que el presidente hablaba de cuestiones internas con el «extranjero».

«Grau dio marcha atrás. Dijo que sí habían conversado; pero no de política interna, sino de asuntos de economía y de asuntos internacionales. No era cierto. Habían hablado de la entrega del poder. Grau era un zorro y mentía. También es verdad que Grau necesitaba a Guiteras para compensar el peso de Batista y del ejército en el Gobierno de los 127 días. Con el tiempo, Grau se convirtió en el enemigo solapado de Guiteras».

—En su conferencia a los estudiantes de la FEU, usted habló de los comunistas primitivos. ¿A quién se refiere específicamente?

—A los comunistas bisoños del primer Partido; porque el segundo es el fundado por Fidel. No se puede dudar que aquel primer Partido lo integraron compañeros muy valiosos, verdaderos patriotas, dispuestos a los mayores sacrificios. Pero también es cierto que entre sus dirigentes existía una visión estrecha del marxismo y de la sociedad, que los ubicó en un margen de maniobra política muy reducido y confundían marxismo y anarquismo. Llegaron a sancionar a Mella por la huelga de hambre y Ruthemberg, un alto dirigente de la Internacional Comunista, les escribió: «Han cometido un error. Han sancionado al hombre de más talento que hay entre ustedes».

«A Tony lo atacaron muy duro. Llegaron a decir que se encontraba en vías de convertirse en un fascista. No aceptaron ni comprendieron los gestos de Guiteras al ofrecerles plazas dentro de la policía y la infantería de Marina para contrarrestar el poder de Batista y la reacción. En ellos pesó la confusión generada por la masacre perpetrada por Batista en el entierro de las cenizas de Mella.

«Culparon a Guiteras, quien era el secretario de Gobernación, y lo cierto fue que había sido Enrique Fernández, el subsecretario, quien aprobó el entierro. En medio de las acusaciones sobre su persona, Tony reprendió a su subordinado. Dijo que él nunca hubiera autorizado el entierro público porque solo llevaba 15 días en el cargo y todavía no tenía control sobre Batista».

—¿El plan insurreccional de Antonio Guiteras tenía posibilidades reales de triunfar en la década del 30?

—Era quizá el único que podía triunfar. ¿Cuál otro podía lograrlo? El viejo Partido sostenía la tesis de la lucha de clase contra clase y de la lucha de masas. También propugnaba los soviets de obreros, campesinos, soldados y marinos.

«Bajo las indicaciones en esos momentos de la Internacional Comunista, querían realizar en Cuba una revolución semejante a la de la Unión Soviética, sin acabar de entender que las condiciones eran distintas y los obreros no entendían ni qué era el término soviet.

«Con Batista el ejército se volvió aún más represivo y no titubeaba en masacrar a su propio pueblo. Igual pasaba con la oligarquía cubana. La única manera de derribar ese sistema era como lo hizo Fidel: por la lucha armada y no con manifestaciones y huelgas».

—Al morir Guiteras, muchas personas de diversas tendencias políticas afirmaron que en él primaba el terror por el terror y no la lucha revolucionaria. ¿Qué usted opina de ese criterio?

—¿Tony terrorista? Léete el programa de la Joven Cuba. Ahí encontrarás la verdad. Era marxista, y como Fidel, no usaba clichés, como lucha de clases, dictadura del proletariado. No solo era antimperialista. En el libro demuestro quién era Guiteras y la altura de su pensamiento.

—Si Guiteras alcanzaba el poder, ¿qué hubiera pasado en Cuba?

—Hubiera tratado de acabar con el latifundio; los trabajadores tendrían derechos reconocidos y jornadas de ocho horas, más de 30 000 campesinos se habrían beneficiado con la entrega de tierra y el Gobierno hubiera apoyado la educación, la creación de una industria nacional y hasta de una marina mercante. Hubiera seguido un camino no capitalista.

—¿Y los estadounidenses lo hubieran dejado?

—No, ¿y qué? ¿Dejaron tranquilo a Fidel? Todo podía suceder; incluso que Stalin, una figura que no es para nada de mi agrado, pudiera haberle vendido a Cuba petróleo y maquinaria a cambio de azúcar, porque había un Gobierno al cual no entendían mucho, pero que desafiaba a los capitalistas.

—La Revolución del 30 significó un antes y un después en la vida del país. De cierta manera nada volvió a ser igual en Cuba y ese cambio, en cierta medida, también se refrendó en la Constitución de 1940. ¿Hasta qué punto el legado de Guiteras estuvo en esa carta magna?

—Un análisis detallado demuestra que muchas medidas defendidas por Guiteras en el Gobierno de los 127 días o el pensamiento de Joven Cuba, se recogieron en esa Constitución. Me refiero, entre otras, a la condena al latifundio, a la defensa de un sistema de educación pública, al derecho de voto para la mujer y la protección a los obreros y su jornada de ocho horas. Esa Constitución fue muy avanzada; pero la oligarquía y los sucesivos Gobiernos nunca permitieron la promulgación de las leyes complementarias para su aplicación o se buscaron formas para escamotear lo reflejado en ella.

«Sin embargo, el principal legado de Tony está en su ejemplo. Hasta que él aparece, nadie en Cuba se atrevía a desafiar a los estadounidenses. ¿Expulsar al exembajador de Columbia u ordenar que le dispararan al primer marine que saliera de la Base Naval de Guantánamo en son de interventores…? Eso nunca había ocurrido hasta que llegó Guiteras. Él rompió con una cultura política del complejo de inferioridad y eso, te diría, es de lo más importante: la herencia de dignidad y valentía que nos dejó Antonio Guiteras Holmes».

La nueva biografía de Antonio Guiteras Holmes revela detalles inéditos.

A escasos metros de la desembocadura del río Canímar se halla el obelisco que perpetúa la caída de Antonio Guiteras y Carlos Aponte.

Una de las salas del Museo Memorial El Morrillo donde está hoy el túmulo que guarda los restos de Antonio Guiteras y del venezolano Carlos Aponte.

Patio y parte de la explanada del El Morrillo, un antiguo fuerte colonial español, donde ocurrió la muerte de los héroes.

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