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Las vidas que «regala» un donante

Cuesta, y duele, autorizar la donación de órganos, pero la muerte de un ser querido puede ofrecerle años de vida a quien está a punto de perderla

Autor:

Ana María Domínguez Cruz

«¿Te digo la verdad? Tengo 26 años pero empecé a vivir cuando cumplí 15, cuando ya había pasado un año después del segundo trasplante de riñón al que me sometí y que, hasta hoy, es el que me mantiene estable. Por eso tengo que andar rápido, por eso quiero hacer tantas cosas, por eso me cuido, sí, porque vivo en el límite, pero sin perder las ganas de todo».

Salí de la casa de Pedro Yuri Machado Leyva con una mezcla indescriptible de emociones. Le agradezco la desnudez del alma, quise abrazarlo y decirle cuánto lo admiro, y a la vez sentí ese alivio innombrable al tener la certeza de que es fuerte, valiente, voluntarioso y capaz de sortear cualquier obstáculo, porque ya ha tenido muchos, y así lo ha hecho.

Su madre merece el mundo, como cualquier madre que no descansaría ni un instante con tal de lograr que su hijo viva. «Cuando Pedro cumplió un año comenzó todo. Hinchado cada pedacito de su cuerpo, sin saber la causa, viajé desde Guantánamo hasta La Habana y me prometí a mí misma que no lo abandonaría. Fue triste ingresar durante meses en el Hospital William Soler, aprenderme de memoria la enfermedad que le diagnosticaron y sufrir cuando veía que le hacía resistencia a los medicamentos indicados».

Clara Luz, maestra ambulante, recuerda que a los diez años de Pedro, después de pasarse más tiempo en hospitales que fuera de estos, se confirmó una insuficiencia renal que, ante la ausencia de un riñón compatible, lo obligó a someterse a hemodiálisis. «Yo le di uno de mis riñones, y quedé delicada de salud, pero triste como la última hoja del árbol a la llegada del invierno porque no resultó positivo el trasplante. Mi hijo volvió a la hemodiálisis y a los 14 años recibió el órgano de un muchacho joven que murió en un accidente de tránsito… Quién sabe si tendría su edad».

Pedro no conoce a la familia del donante, pero estoy segura de que le profesa un afecto inmenso. Está vivo, y aunque debe mantener estrictos cuidados en su cotidianidad, respetar una alimentación específica y evitar exceso de ejercicio físico, entre otros requerimientos, se va de campismo con los amigos, curiosea por Topes de Collantes, baila, va a fiestas, estudia, trabaja y sueña.

Su madre menciona a los doctores Florín, Cristian, Olivio… «pero son más entre enfermeras, técnicos, doctores. A todos les doy las gracias eternamente porque la grandeza de nuestro sistema de salud y la preparación y entrega de sus profesionales han traído a mi hijo hasta aquí.

«No tuve una infancia bonita y alegre a la que puedes darle un like…», me dice Pedro. «Me faltó vivir mucho en ese tiempo, pero Dios y la ciencia hicieron todo para que yo esté en este mundo, y aprovecho cada día ese privilegio».

Para multiplicar la vida

Justo hoy, cuando Cuba es la sede de las actividades por el Día Mundial de la Donación de Órganos, Tejidos y Trasplantes, a propósito de la reunión de la Red Iberoamericana de Donación y Trasplante —celebrada en el Centro Internacional de Salud La Pradera, del 18 al 20 de este mes», vale la pena recordar que el curso de muchas vidas depende de la sensibilidad de algunas personas, más que de voluntades políticas, tecnologías o resoluciones de los sistemas de salud.

Al evento asistieron representantes de 38 países, así como de la Organización Mundial de la Salud (OMS) y de la Organización Panamericana de la Salud (OPS), quienes abogan por fomentar la donación de órganos y tejidos en la región y los trasplantes.

Beatriz Domínguez-Gil, presidenta de la Red y directora de la Organización Nacional de Trasplante de España, explicó que la donación es un derecho y no una obligación. «El trasplante es una de las terapias en salud de mayor impacto. Un donante que permite seis trasplantes “regala” 56 años de vida, y el que permite tres, “regala” 30 años de vida. No hay ninguna intervención en salud que tenga semejante impacto».

La donación de órganos, añadió, es también una contribución a la sostenibilidad de un sistema de salud. No solo proporciona mejores resultados de supervivencia y calidad de vida a un paciente, sino que además es menos costoso, pues a partir del primer año el costo se reduce drásticamente.

«El gesto de la donación manifiesta valores como el altruismo, la generosidad, el hacerles bien a los otros, la responsabilidad social. Es una de las mejores maneras de ayudar a alguien, y el dolor ante la pérdida de un familiar puede manejarse mejor si contribuimos a regalarle años de vida a quien lo precisa, sobre todo si pensamos que tenemos más posibilidades de necesitar un trasplante a lo largo de nuestra vida que de fallecer y poder ser donante».

El doctor José Ramón Núñez, coordinador de Donación y Trasplantes de la OMS, destacó la importancia de compartir experiencias, políticas y protocolos no solo para estimular estas prácticas, sino también para luchar contra el tráfico de órganos y el turismo de trasplantes.

«Donar un órgano en vida es un gesto de extraordinaria solidaridad, es necesario para cubrir las demandas, pero es menester desarrollar hasta el máximo potencial terapéutico la donación a partir del fallecimiento, por lo que es necesario multiplicar la información al respecto».

El especialista hizo referencia a una investigación reciente en la que se resumió que alrededor de 50 millones de personas mueren anualmente, de las cuales aproximadamente el diez por ciento muere en unidades de cuidados intensivos y de ellos, el diez por ciento pueden ser potenciales donantes. «Si solo recuperáramos el 60 por ciento de ellos, y con una media de entre tres y cuatro órganos por cada uno, hablamos de alrededor de un millón de órganos, que cubriría la necesidad mundial que tenemos. Las cifras actuales solo rozan los 140 000 trasplantes al año y eso no es suficiente».

El especialista en Nefrología Antonio Enamorado Casanova, coordinador nacional del Programa de Trasplantes del Ministerio de Salud Pública, precisó que en el país existen más de 3 000 pacientes, entre niños y adultos, a la espera de una córnea, de un hígado o conectados a máquinas de diálisis, esperando un riñón para poder ser trasplantados.

En este año, hasta la fecha, se han realizado 185 trasplantes renales, 180 de córnea, diez hepáticos, uno de corazón y 40 de médula ósea, «pero la necesidad cuadriplica o quintuplica lo que hoy hacemos, que no puede ser más, no por razones económicas, sino por la disponibilidad de órganos», enfatizó.

El Programa Nacional de Trasplantes es una prioridad del sistema de salud cubano, agregó, y a pesar de las dificultades a las que se enfrenta Cuba, no han cesado las acciones para llevarlo a cabo. Por ello se garantizan los recursos necesarios para su funcionamiento y se mantiene una exquisita organización en el proceso, el cual puede realizarse en 32 instituciones hospitalarias del país.

Insistió en que es esencial contar con el consentimiento informado de la familia del fallecido para iniciar el proceder, «y el beneficiado será aquel que posea la compatibilidad inmunológica, porque es esa variable la que decide su elección y no el lugar que ocupe en la lista de espera».

En los últimos cinco años, subrayó, más de 600 familias han aceptado la donación de órganos y tejidos en Cuba, «y es un dato relevante en comparación con años anteriores. Sin embargo, todavía muchas vidas dependen de la sensibilidad de algunos que, ante la muerte y la innegable realidad de no poder hacer nada más por su familiar, desconocen o se niegan a este proceder».

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