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Wilfredo y la química juvenil de la refinería

El primer delegado directo de Santiago de Cuba al 11no. Congreso de la UJC cree que el camino para que la organización conquiste el protagonismo que demandan los tiempos está en seguir rompiendo esquemas

Autor:

Odalis Riquenes Cutiño

Santiago de Cuba.— Cuando en 2015, graduado de licenciatura en Química, eso que llaman «química pura», y con una formación para trabajar en un laboratorio de tecnología de avanzada o como profesor universitario, lo ubicaron en la refinería Hermanos Díaz, pensó que no se adaptaría a las dinámicas de un centro productivo.

Pero el cariño de la familia petrolera y el dinamismo de los jóvenes del centro le hicieron cambiar de opinión. «Cuando llegas a la refinería se te presenta como miembro de la familia petrolera, recorres todas las áreas, se te presenta en el consejo de dirección, y todos los trabajadores te tratan como si fueras su hermano; desde el primer minuto te sientes tan importante, que cómo no vas a querer integrarte.

«Lo otro que noté fue la vitalidad de la UJC; este es un centro con una tradición grandísima de buen trabajo de la organización, así que desde el primer momento me presentaron en el comité de base. Era un grupo pequeño de jóvenes, pero muy activos, y el anterior secretario, el compañero Yaser Milé Moreno, me acogió y empezó a darme tareas: “te toca hablar en el  matutino, te toca hacer esto, lo otro…”, y así se me creó la semilla de ir por más.

«Profesionalmente llegué y fui para el laboratorio como especialista A en ensayos físicos, químicos y mecánicos; allí, las muchachitas, como les dice todo el mundo, independientemente de la edad, me acogieron como madres: me dieron consejos de todo, me enseñaron la manera óptima de trabajar. Con esa recepción, cualquier barrera sicológica cede, y quedó atrás el miedo  aquel de cómo voy a trabajar en una fábrica si yo no me preparé para esto».

A los 28 años, hoy, Wilfredo Valdés Pérez habla con el orgullo de quien ha encontrado la realización. «Logré lo que quería, estudié lo que me gustaba: la Química, que es mi pasión y trabajo haciendo lo que me gusta», dice quien desde hace un año se desempeña como especialista del control de la calidad de la refinería Hermanos Díaz, industria responsable de la producción del combustible y otros derivados que demanda el oriente cubano.

«Trabajamos bajo el concepto de que la calidad no se forma cuando el producto se libera a la economía, sino que empieza desde que se recibe la materia prima y  crece a través de cada uno de los procesos por los que pasa hasta que se entrega al cliente.

«Es una labor muy relacionada con el laboratorio, que necesita de conocimientos químicos bastantes amplios, pero a la vez es muy operativa, pues implica estar en el área, registrándolo todo, chequeando, muestreando cada uno de los procesos, para garantizar la calidad de nuestro producto final, que es el combustible».

Así se escurren las horas en la vida de este locuaz muchacho, quien se autodefine como un tímido entrenado. «Puedo pasarme aquí 12, 15, 16, hasta 24 horas y al otro día hay que seguir la corrida; puede que tenga que venir en la madrugada, ante algún problema, esta fábrica nunca para y el control de la calidad es todo el tiempo, así que no tenemos horario.

«Trabajar en la refinería, de manera general, implica un sacrificio inmenso, pero tienes en mente que lo que uno está haciendo tiene un propósito social grandísimo; tu familia se acostumbra, sabe que vas a estar muchas horas fuera de la casa, lejos de ellos, pero se adaptan porque saben la importancia del trabajo que realizas».

Ponerse las pilas y trabajar

Hoy, Wilfredo es el secretario general del Comité UJC de la refinería santiaguera. Recuerda que «hace dos años, nuestro anterior secretario y otros militantes iban a pasar al Partido, y se me dio la tarea; yo sentía que me quedaba grande, nunca había dirigido varios comités de base, y como todo el mundo aquí sentía que la varilla estaba alta. Así que no me quedó más que ponerme las pilas y trabajar.

«Lo primero que hice fue reunir al Comité UJC; nos sentamos y entre todos desarrollamos una visión: qué organización queríamos, cuáles eran nuestras ideas, nuestros sueños.

«Al principio estaban cohibidos, después empezaron a liberarse; aquel explicó yo quiero una organización que sea  de peso: fuerte, vigorosa, como el Partido, que diga una cosa, y todo el mundo respete eso. Otra dijo, “quiero una organización que sea de party, yo quiero party, fiesta”. Otro más, pidió, quiero una organización que sea activa, que no nos quedemos quietos.

«Así, con esa visión, concluimos, que tener una UJC activa dependía de nosotros, nadie iba a venir a ponernos una maquinita para que nos activáramos; contar con una  organización que tuviera el reconocimiento y respeto de todo el mundo, se ganaba con trabajo, y si lográbamos las primeras cosas, el party venía solo, y también los crecimientos, porque cómo los jóvenes  no iban a querer parecerse a eso.

«Aprovechando fortalezas como una gran entrada de jóvenes a la empresa, empezamos a hacernos notar, a hacer lo que nadie hacía, primero cada uno en nuestro puesto de trabajo, dando el extra, después promoviendo constantemente actividades que tienen a todo el mundo a la expectativa.

«Así, paso a paso, trazándonos pequeños objetivos que nos acercaran a la visión propuesta, hemos avanzado. En estos dos años no hemos parado de trabajar. Cuando asumí éramos 15, en este momento, somos 50, y estamos en proceso para ampliarnos hasta cinco comités de base, debido a que la proyección es duplicar la cifra actual de militantes. Todavía nos falta mucho camino por recorrer, pero se ha visto un cambio cuantitativo y cualitativo».

Consecuentes con esos aires de cambio, los bisoños son en la refinería una verdadera vanguardia para sacar adelante cualquier tarea de alto impacto o dificultad que se presente. Además de laborar durante largas horas en todas las áreas de la planta para asegurar el combustible que demanda el oriente cubano, los noveles marcan el paso si urge reparar una subestación afectada por un incendio, se necesita desmantelar una torre de enfriamiento o un derrame de hidrocarburos amenaza la bahía.

Según Wilfredo, así se han ganado el respeto y la confianza de la administración. «El camino para que la UJC alcance ese protagonismo que tanto se nos pide es ese, romper esquemas. Una vez que te vuelves esquemático, dejaste de ser joven. A los jóvenes tienes que ponerles una meta, una visión, algo con lo cual se comprometan y sientan que están construyendo su historia, esa es la vía.

«El mayor logro que hemos tenido en estos años es que hemos demostrado que la UJC no es una sola persona, es un equipo de trabajo; hemos logrado tener ese equipo y cada joven se ha integrado a  él como si fuera uno solo».

Así, Wilfredo se convirtió en el primer delegado directo de la provincia santiaguera al 11no. Congreso de la UJC. «El hecho de que mis compañeros Renan, Dayana y yo hayamos sido seleccionados como candidatos a delegados, y que finalmente yo pueda estar en el 11no. Congreso de la UJC, además de un alto honor, es una demostración de que cuando todos trabajamos juntos, con la misma visión, con el mismo objetivo, siempre podemos ir por más».

—En tu consideración, ¿qué implica ser un joven comunista hoy?

—Nuestro secretario del Partido aquí en la refinería, Jorge Luis Quindelán, siempre dice que es mejor frenar a un loco, que empujar a un bobo. Eso suena a jarana, pero implica que uno no puede ver imposibles, que los frenos te los ponga la vida, pero no uno mismo; es preciso imprimirle dinamismo a todo lo que hagamos, hacer las cosas que nadie se atreve, dar el 120, el 150 por ciento, tener una actitud de ganadores, una actitud de vanguardia, eso es lo que implica el ser un joven comunista hoy.

«Una vanguardia a la que nadie siga, no es una vanguardia, pero para lograr eso tienes que ser el primero en todo; es complicado, pero no es muy difícil, es simplemente proponérselo».

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