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«A la carta» amor y humanismo (+ Fotos)

Un grupo de estudiantes de la Universidad Tecnológica de La Habana José Antonio Echeverría asumen por estos días una nueva actividad docente: ayudar en la distribución de alimentos elaborados a los adultos mayores, uno de los grupos más vulnerable a la COVID-19, pero también brindarles aliento y sonrisas

Autor:

Santiago Jerez Mustelier

«La experiencia hasta ahora ha sido grata, pues percibes que estás haciendo un bien por los demás». Así traslucen las palabras de Beatriz Barrios Brito la labor en la que se empeña desde el 7 de abril último. La estudiante de 3er. año de Ingeniería Industrial en la Universidad Tecnológica de La Habana José Antonio Echeverría (Cujae) se ha sumado a la tarea de llevar alimentos elaborados a los ancianos de la comunidad de Cojímar, en el municipio Habana del Este.

«Como sabemos existen comedores en todos los municipios que ofertan servicios de alimentación a adultos mayores que viven solos, personas con discapacidad y otros casos sociales críticos. Nosotros vamos a la casa de los ancianos —que viven en localidades cercanas a las que residimos— le leemos el menú de almuerzo y comida, ellos escogen, nos facilitan el dinero y los utensilios para almacenarlos y posteriormente se los llevamos», refirió Beatriz Barrios.

Ella junto a otros ocho jóvenes —uno de ellos estudiante del Instituto Superior de Relaciones Internacionales— fueron los primeros que asumieron una iniciativa que al decir de Danhiz Díaz Pereira, secretario general del Comité UJC en la Cujae, constituye «un aporte valioso a la acción que ya desarrollaban los trabajadores sociales, los cederistas y las federadas.

«La idea nace en un debate con el puesto de mando del Consejo de Defensa Municipal de Marianao. Allí las direcciones de la Federación Estudiantil Universitaria (FEU) y la Unión de Jóvenes Comunistas (UJC) de la Cujae se propusieron contribuir con las medidas adoptadas para el enfrentamiento a la COVID-19; sin que los estudiantes y jóvenes se expusieran a grandes riesgos», explicó.

Añadió que luego de hacer extensivo el llamamiento en los sitios y plataformas digitales de la institución docente recibieron inscripciones de más de cien interesados. «Ya los Consejos de Defensa conocían de esta iniciativa y la primera solicitud vino de la Habana del Este. Con el acompañamiento del Comité Provincial de la UJC se incorporó la primera brigada de nuestros voluntarios allí.

«La idea rápidamente se multiplicó a otros municipios como Cerro, Diez de Octubre, Plaza de la Revolución, San Miguel del Padrón y Mariano, donde ya se contabiliza el empeño de 97 jóvenes. En días sucesivos se sumaran otros territorios», explicó Díaz Pereira a Juventud Rebelde, quien agregó que en estos tiempos como ha dicho el Presidente cubano hay miles de maneras creativas de aprovechar a todo el mundo en el barrio.

Andrés Carvajal Elena, presidente de la FEU en la Cujae, resaltó «que unido al acercamiento de los alimentos elaborados a los ancianos en sus hogares, también aprovechamos para trasladarles mensajes de esperanza, positividad y cumplimiento de las medidas higiénico-sanitarias que tanta faltan hacen en estos momentos».

Tocar puertas para abrir corazones

Pasadas las nueve de la mañana Julio César Cruz Soto recorre las barriadas de Cojímar. Se le ve ir y venir sin importar el cansancio que produce la canícula. Teléfono en mano fotografía el menú del comedor social El Pescador. Luego se dirige a casa de cada uno de los ancianos. Toca la puerta y se presenta.

Julio César cursa el 2do. año de Ingeniería Geofísica en la Cujae y es otro de los rostros jóvenes que se unió al servicio de mensajería de almuerzo y comida a los más añejos, para apoyar al Sistema de Atención a las Familias. «Me incorporé porque es un acto de amor y humanismo, porque el país lo necesita y porque se ha insistido en que los ancianos deben mantenerse en casa».

Por su parte, Beatriz afirma que ella tiene vocación de voluntaria, pues siempre se ha sentido bien ayudando a los demás. «Me movió el deseo de sentirme útil; no hay nada más importante que alimentar el alma y la mía se siente satisfecha de poder contribuir a mejorar la calidad de vida de esas personas».

Ambos reconocen que en ocasiones resulta difícil la relación con los ancianos, pues proceden de ambientes socialmente complejos. Beatriz recuerda una anécdota de su primer día de servicio en el que el anciano José Alejandro Pérez Labrador se rehusó a dejar de ir al comedor.

«Lo convencí y acordé llevarle todos los días los alimentos. A la mañana siguiente, cuando me iba de su casa me dijo… gracias Beatriz, ¿no? Y me sentí contenta porque se aprendió mi nombre; supe que es graduado de la Cujae. El suele decir que los cujaeños estamos en todo».

Para estos voluntarios es vital el cumplimiento estricto de medidas sanitarias como el uso de nasobucos, el lavado frecuente de las manos, el sustento de las normas de distanciamiento social y el empleo de gafas y gorras.

«La comida a simple vista parece tener buena cocción y huele bien», refiere Beatriz Barrios. Mientras Julio Cruz asegura que «algunos platos fuertes en el menú han sido pollo, revoltillo, jamonada, hamburguesa; todo a un precio asequible al bolsillo de los abuelitos».

Mientras más se sumen, mejor

Ya lo decía el Presidente cubano «tenemos a todo el mundo en las cuadras, cómo no vamos a ser capaces de mover a todo ese potencial, a todo esa inteligencia, y ponerla en función de esto. No es sacar más gente para la calle, es darle tareas precisas… sin tener que estar saliendo, ni violando el aislamiento social».

Por eso, continuar sumando jóvenes, impactar en otros municipios y colaborar en los puestos de dirección, son algunas de las aspiraciones con este proyecto, en el que no sólo «llegamos a la casa de los asistenciados para llevar comida o los productos de la canasta básica, sino para brindar aliento, mensajes de bien público y una sonrisa, que no está demás en momentos en que la tristeza ronda el mundo», detalla Danhiz.

Por su parte, Julio César asegura que «necesitamos el apoyo de todos. A quienes se sumen les diría como el título de una canción de Buena Fe… ¡Todo el mundo cuenta!». Mientras Beatriz afirma que esta es su oportunidad única, pues «evitamos poner en riesgo la salud de los ancianos, les damos la posibilidad de relacionarse con personas jóvenes y que ellos sientan que nos preocupamos. «Al cansancio diario nos sobreponemos, al igual que a las largas caminatas al sol. Todo es minúsculo en comparación con el placer de ver un rostro añoso feliz».

Aunque han transcurrido pocos días del comienzo de esta iniciativa, Andrés valora que «lo que comenzó como acercarles alimentos a los ancianos ya empieza a transformarse en apoyo espiritual. Toda ayuda en estos momentos es importante y más para quienes viven cerca de nosotros. Es una realidad que salir de casa supone un riesgo, pero para los ancianos más. Lo que hacemos hoy es un acto de profundo humanismo, es un acto martiano».

Fotos: Cortesía de los entrevistados

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