Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

Las ideas de un gigante

Autor:

Raciel Guanche Ledesma

Antes del 19 de mayo de 1895, nuestro José Martí había tenido días muy arduos en pos de lograr la organización y unión definitiva de los patriotas en la Guerra Necesaria, iniciada el 24 de febrero de ese propio año. Desde su desembarco por Playita de Cajobabo junto a Máximo Gómez, no cesó en el empeño de aunar voluntades y de olvidar desavenencias internas para enrumbarse hacia el camino independentista que demandaba la Patria.

Sin embargo, fueron su espíritu libertario y el pensamiento latinoamericanista que lo caracterizó los que lo llevaron horas antes de su muerte a tomar, quizá, la decisión más importante de un revolucionario: portar el arma y salir al campo de batalla.

Si quedaba alguna duda del ideario martiano hasta esos días, se disiparon cual retórica banal, cuando el 18 de mayo de 1895 el Apóstol escribe desde el campamento en Dos Ríos la carta al amigo mexicano Manuel Mercado, la que posteriormente se convertiría en su testamento político.

En aquella epístola inconclusa, muestra el verdadero motivo que lo impulsaba a la lucha armada y su pensamiento antimperialista cuando escribe: «Ya estoy todos los días en peligro de dar mi vida por mi país (…) de impedir a tiempo con la independencia de Cuba que se extiendan por las Antillas los Estados Unidos y caigan con esa fuerza más sobre nuestras tierras de América».

Esas palabras se magnificarían luego de la fatídica muerte, un día después de haber escrito visionariamente aquellas líneas. Y es que bastaron unos pocos meses para que Cuba y América conocieran las verdaderas intenciones de ese «gigante de las siete leguas» que emergía desde el norte industrializado.

Era Estados Unidos y su maquiavélica historia imperial la que nacía y que Martí con la preclaridad de un grande veía ante sus ojos, porque, vivió en el monstruo y conocía sus entrañas. No hubo, sin embargo, un ápice de rencor en sus últimas palabras, mas todo significaba una alerta a Cuba y hacia el continente que había librado y ganado en el sur, una cruenta lucha contra España.

No podría imaginar nuestro Héroe Nacional la inmortalidad de su pensamiento luego de aquel 19 de mayo. Es cierto que el poderoso del norte avanzó y creyó tener en sus manos la llave del Caribe, pero Cuba, bajo esos ideales profundamente martianos, entendió aquel llamado del Apóstol y se erigió más revolucionaria y libre en 1959.

Las luchas de nuestro pueblo desde su partida, hace 125 años, han sido arduas. No es casual que esas batallas sean hoy contra el poder norteamericano que desprecia a las naciones del sur y que las embiste bajo finas telas imperiales para alcanzar sus objetivos expansionistas, como mismo divisó el Maestro tiempo atrás.

Por eso, su nombre —más que repetido entre niños, adolescentes, jóvenes y abuelos— parece destinado a no mancharse entre la impúdica letra que intenta tergiversar sus actos e ideales. Con la mayor fortaleza sus discípulos enfrentan la banalidad de estas acciones y guían bajo sus preceptos de solidaridad e igualdad social los destinos de una nación.

Quiso Martí ver a Cuba así, sin ataduras ni dependencias políticas, capaz de pensar por sí sola para responder ante cualquier amenaza. Era ese su máximo deseo antes de aquel nefasto 19 de mayo, cuando un balazo miserable acabó con su vida, pero no pudo tumbar del caballo las ideas de un gigante.

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