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Alimentos para la comunidad

Oportuna iniciativa permitió que una familia rural tunera respondiera al llamado de las autoridades

Autor:

Juan Morales Agüero

Jesús Menéndez, Las Tunas.— En el asentamiento rural de Las Tapas, en este municipio tunero, una familia decidió sumarse al combate integral contra la COVID-19 mediante una oportuna iniciativa: una minindustria que elabora alimentos ligeros para el consumo de los habitantes de la comarca.

«La idea se nos ocurrió a mi esposo y a mí luego del llamado de las autoridades municipales —dice Lisset Fernández entre la humareda que desprende el fogón de leña y se esparce por el patio—. No es mucho, pero es algo, y todos ganamos».

Sin dejar de trajinar sobre una mesa repleta de extensores, viandas, cazuelas y sazones, me explica que pertenecen a la Cooperativa de Crédito y Servicios (CCS) Oscar Lucero, la cual contribuye con una parte de la materia prima utilizada para la producción. El resto de los ingredientes lo aportan vecinos del barrio y el conuco de la familia.

«Elaboramos y ofertamos a precios módicos distintos productos —asegura la laboriosa mujer—. El más demandado es la
caldosa, un plato muy popular por acá. Acuden a comprarla incluso de asentamientos cercanos. Aquí las personas son disciplinadas y respetan el aislamiento social, pero deben salir a buscar comida. Así que vienen, compran los alimentos y en poco tiempo están de regreso en sus casas».

Lisset me cuenta que en la tablilla de las ofertas figuran también sus popularísimas croquetas. «Las hacemos con yuca, pan, carne, cebolla, tomate seco y otros ingredientes. Quedan muy buenas y la gente las compra mucho», asegura.

Otro producto de gran demanda en Las Tapas es el llamado pan patato. Allí lo elaboran con yuca, boniato, coco y miel.

«Otros productos que la gente busca son los jugos naturales de diferentes frutas
—agrega—. Ahora no los ofertamos por falta de chapillas para tapar las botellas. Cuando pase la COVID-19 tenemos pensado ampliar la producción. Será nuestro aporte a la mejoría de la situación alimentaria del barrio. Aquí hay muchos niños y adultos mayores que lo necesitan».

Con los ojos irritados por el humo y con el nasobuco imprescindible en las actuales circunstancias, Lisset no deja de amasar las croquetas ni de aderezar la caldosa mientras explica: «Aquí todo es manual y con leña. Como ve, el calor es de anjá. A veces me pasó el día completo de pie. Sí, cansa».

Fortalece la esperanza ver a personas así. Para ella y su familia, así como para quienes la ayudan en su solidaria iniciativa, «solo estamos contribuyendo a ayudar a la gente en estos momentos difíciles… ¡Ya vendrán tiempos mejores!».

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