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Amor y protección en tiempos de COVID-19

Laura y Luis Alberto son dos de los cuatro adolescentes que conviven en el Hogar de niños sin amparo filial de Vueltabajo, un sitio en el que, en tiempos de COVID-19, se extreman las medidas para garantizar su protección

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Juventud Rebelde

PINAR DEL RÍO.—Laura Valdés Rodríguez tiene 16 años y cursa el onceno grado en el centro mixto Carlos Marx, del municipio de Pinar del Río. Ella es inteligente, dulce, responsable y muy respetuosa. Son valores que ha adquirido durante su estancia en el Hogar de niños sin amparo filial, institución en la que ha encontrado confianza y amor incondicional.

«Aquí todos nos tratamos como hermanos, las asistentes son nuestras mamás-tías y siempre nos regalan amory apoyo. Somos una gran familia, y es precisamente por todos estos sentimientos que cada día me pongo como meta ser una mejor persona», revela a JR.

Luis Alberto López García lleva apenas siete meses en este lugar. Sin embargo, se ha adaptado muy bien, a tal punto que ya se considera hermano mayor de otros dos pequeños de nueve y 12 años que lo acompañan en la institución.

«Cuando jugamos en el patio trato de que se porten bien y vigilo que no les pase nada. Ellos son buenos, imagínese que ahora son los primeros en mantener el distanciamiento», asegura.

Laura y Luis Alberto son dos de los cuatro adolescentes que conviven en el Hogar de niños sin amparo filial de Vueltabajo, un sitio en el que, en tiempos de COVID-19, se extreman las medidas para garantizar su protección.

«En la recepción siempre está el hipoclorito con agua para lavarse las manos, al igual que en el lavamanos del patio, y se puso una frazada mojada para limpiar los zapatos, además de limitar la entrada de personas al centro. También mantenemos todos los juguetes limpios y desinfectados», explica Haydé Valdés Lezcano, quien desde hace 23 años se desempeña como directora de la institución.

«Creamos condiciones para mantener el distanciamiento dentro del hogar. Por ejemplo, en el comedor tenemos dos mesas de cuatro capacidades, pero se sientan solo dos muchachos en cada una, y en los cuartos pusimos una cama intermedia entre un niño y otro».

A juicio de Haydé Valdés en estos días no hay tiempo para el descanso. Ella sale generalmente de su casa cerca de las 6:45a.m. y recorre alrededor de tres kilómetros para llegar a su hogar más grande, donde sus pequeños están seguros.

«Una enfermera realiza las pesquisas dos veces al día, tanto a niños como a trabajadores; yfrecuentemente les explica sobre el correcto lavado de las manos y las demás medidas para evitar el contagio. Ya todos tomamos el Prevengho-Vir», añade.

—¿Quiénes son los responsables de quedarse con los niños?

—Durante el día estamos los miembros del Consejo de Dirección y varias asistentes educativas que rotan cada 24 horas. Ellas están capacitadas en las medidas que se han adoptado en la institución para enfrentar la COVID-19.

—¿Cómo han organizado el proceso de las teleclases?

—Eso es una prioridad. De acuerdo con los horarios de la parrilla educativa les informamos a qué hora le tocará a cada uno; también podemos grabarlas clases para aclarar cualquier duda más tarde.Ahora, por ejemplo, estamos en función de los trabajos prácticos y seminarios orientados, ayudándoles en la búsqueda de información. Afortunadamente tenemos las computadoras y el Internet, que facilita mucho el trabajo escolar.

Aunque en su casa del reparto Hermanos Cruz la esperan un padre de 87 años, un esposo y una hija, Haydé no sale de la institución hasta que llega el relevo, sin importar la hora que sea.

«El Hogar no cierra, y ahora que empleamos a menos personalnos toca hacer sacrificios. A veces los niños ni me dejan ir, pero les digo: ¿Y qué voy a hacer con los de allá? En mi casa la única pregunta es a qué hora llegaré; mi papá dice, siempre que me quedo trabajando hasta tarde, que ese es el día más largo de su vida», cuenta y sonríe:«Hay que compartir: un poquito para todos».

DIVERSIÓN Y APRENDIZAJE

Como no pueden salir, extrañan la escuela y a sus amigos y maestros. Sin embargo, aprovechan el tiempo para estudiar, jugar y divertirse, porque a pesar de la situación que vive el país la alegría y la esperanza son sentimientos que siempre florecen en estos vueltabajeros.

«Conocemossobre la enfermedad porque tenemos una libreta con toda la información y por tanto adoptamos todas las medidas; pero ello no nos impide interactuar entre nosotros manteniendo las distancias», explica Luis Alberto: «Con la televisión, los juegos de mesa y las actividades que las tías preparan para nosotros, la verdad es que nos divertimos mucho.Además dedicamos bastante tiempo a las teleclases».

—¿Y estás entendiendo todas las explicaciones?

—Sí, hasta ahora sin problemas. Es como un repaso todos los días que nos obliga a estudiar un poquito diariamente, lo cual es bueno, porque así no perdemos la costumbre, apunta risueño.

Laura interviene en el diálogo: «Soy la mayor de todos y me siento un poco responsable. Trato de ayudar a las tías en todo lo que puedo, converso con los pequeños, los cuido e intento que mantengan buenas relaciones».

—¿Se sienten ustedes seguros en la institución?

—Claro, estamos respetando todas las medidas, mantenemos el aislamiento y todo el mundo aquí está siempre pendiente de nosotros. Mientras sigamos así no hay porqué preocuparse.

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