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La niña tras el telescopio

La historia de retos y realizaciones de la Asociación de ciegos y débiles visuales de Cuba es también la de Laura Mercedes Sánchez Pérez, coordinadora nacional del Frente Infanto-juvenil, una muestra más de los derechos humanos que Cuba protege

Autor:

Odalis Riquenes Cutiño

SANTIAGO DE CUBA.— Cuando con escasos seis años la pequeña Laura Mercedes Sánchez Pérez debió becarse en la escuela  para niños ciegos Antonio Fernández León, de esta oriental ciudad, quizá comprendió de golpe que vivir con una discapacidad visual tiene el sabor del cotidiano desafío.

Todos los días de las primeras semanas viajó Mercedes, su mamá, desde el centro de la ciudad santiaguera hasta el poblado de Boniato para estar al tanto de los primeros tropiezos y alegrías de su única hija, a la que una catarata congénita le condenaba al empleo de ayudas ópticas para el desempeño de sus actividades básicas.

«Primero fue el salto del círculo infantil a la escuela, — evoca la muchacha a 19 años de distancia—, llegar con seis añitos a un centro interno y con niños que no conocía, muchos de ellos más pequeños que yo… ese fue el primer choque. Me impactó, pero aprendí; hoy siento que salí de ese centro muy preparada, tanto cognoscitivamente como para la vida.  Allí aprendí desde las primeras letras hasta a trabajar en un huerto o limpiar, de todo.

«El otro obstáculo grande fue al concluir el noveno grado, cuando debí egresar de aquella escuela, en la que me sentía protegida, como en una burbuja, para enfrentarme a la calle, a la educación general… Eso sí me hizo crecer.

«La inserción en el preuniversitario Rafael María de Mendive me estremeció. No te voy a mentir, al principio, en muchos momentos me sentí rechazada, me sentí mal vista, era “la de los espejuelos’’, la de “los ojos viraos”…

«Como era una novedad que en el aula hubiera un alumno con discapacidad visual, cuando iba a sacar la lupa o el telescopio, ayudas ópticas que necesitaba para ver las letras en la pizarra, decían: “¡tengan cuidado, que la niña va a sacar el telescopio!”.

«Solo pude sobreponerme a aquellos días difíciles con el sostén, imprescindible, de mi mamá, que en todo momento y hasta hoy, ha estado a mi lado; y también de la maestra de apoyo que me atendía (docentes de escuelas especiales que garantizan el seguimiento de los alumnos incluidos en las escuelas de la educación general) y de mi profesor guía.

«Con la ayuda de ellos y de otros profesores de la escuela especial de Boniato, preparamos una Sociedad Científica que logró motivar a mis compañeros de aula; así fueron ganando en cultura de la discapacidad, y después de ese décimo grado tan chocante, ya en onceno y duodécimo la cosa cambió».

La maestra

El entorno cambió y la niña del telescopio pudo demostrar de qué era capaz. Fue la representante de su «pre» en los concursos provinciales de monitores, la alumna que con excelentes notas en sus pruebas de ingreso consiguió entrar en la Universidad de Oriente para estudiar la carrera de licenciatura en Educación Especial.

«La gente me decía: “¿Pedagógico? ¡tú estás loca!”, y yo les respondía: “Nadie mejor que yo, que llevo toda la vida en este medio, sabe lo que significa estar ahí”. Hoy me siento muy orgullosa de ser maestra de la educación especial.

«En la universidad me sentía como pez en el agua, pues fue cuestión de aprender la teoría que sustentaba eso que había visto tantas veces hacer. Me enamoré de mi carrera. Desde el primer año, esa especialidad auspicia un proyecto cuyo objetivo fundamental es preparar a los estudiantes de todas las carreras para que estén en condiciones de atender las diferentes discapacidades en varios contextos educativos.

«Vinculado a ese proyecto hice trabajos de investigación de varias discapacidades y de diferentes esferas, y eso me preparó mucho para lo que soy ahora. En 2018 me gradué con Título de Oro, Premio al Mérito Científico y como la graduada integral de la esfera de alumnos ayudantes de mi Facultad.

«Como reconocimiento, se me otorgó una plaza de docente y actualmente estoy impartiendo la asignatura Sistema Braille en las diferentes carreras de las Ciencias de la Educación. Aunque no fue tan engorroso como pensaba, mis comienzos como profesora, el año pasado, constituyeron otro reto.

«Tenía mis temores, pero yo siempre entro al aula, me presento con mis estudiantes, les digo quién soy y dónde estudié. Esa primera vez la curiosidad por la escuela especial los conectó conmigo y con la asignatura. Eso, unido a la tutoría constante del máster Idalberto Isacc Bejerano, el primer director que tuvo la escuela de ciegos, y del Doctor en Ciencias José Joaquín Pérez Peralta, una figura reconocida de la Educación Especial, han hecho que me vaya bien hasta ahora.

«Aún me quedan muchos sueños por cumplir. Estudiar, prepararme, son parte de mis pasiones, así que me gustaría mucho hacer la maestría y, si se puede, hasta el doctorado».

 La coordinadora

Desde diciembre de 2019, Laura Mercedes comparte esos anhelos de superación con la responsabilidad de coordinadora nacional del Frente Infanto-Juvenil de la Asociación Nacional de Ciegos y Débiles Visuales (ANCI).

«Este es el departamento de la Asociación que agrupa y atiende a niños, adolescentes y jóvenes con discapacidad visual. Mantenemos un control estadístico de cuántos son miembros de la ANCI, cuántos están incorporados a la educación, a la cultura, al deporte, al trabajo, a otras actividades, y a partir de ese control, pues se van coordinando actividades, seminarios… todo en pos de prepararlos para la inclusión social, que es el fin fundamental que persigue nuestra Asociación.

«El Frente tiene estructuras a todos los niveles y choca con realidades muy diversas, como que no todos las personas con discapacidad visual de este país son asociados a la ANCI, sobre todo menores, y en esa situación pesa mucho el criterio de las familias, pues no todas aceptan que su hijo tiene una discapacidad, o tienen la esperanza de que se opere y mejore, y por tanto no necesite ser miembro de la ANCI.

Eso también nos sugiere que, aunque nuestra Asociación se hace sentir y trabaja por su visibilidad, todavía se impone una labor más intensa para que se conozcan y reconozcan sus bondades».

Incluso en estos meses difíciles, el frente juvenil de la Anci se ha mantenido activo. Vía WhatsApp, vía Facebook, vía correo, se aprueban y replican muchas orientaciones que hacen el trabajo tan dinámico como el grupo etario que representa.

«Estamos muy activos en las redes sociales a través del perfil de la ANCI, por ahí damos a conocer todas las actividades que hacemos.

«Desde hace un año somos parte de un programa de capacitación internacional llamado Youth FOAL/ULAC, auspiciado por la Asociación de Ciegos de España, y la Asociación Latinoamericana de Ciegos, que bajo el eslogan Jóvenes con talento, está dirigido a potenciar la participación y el empoderamiento juvenil para ocupar cargos de dirección, algo que nos puede ser muy útil, pues hay muchachos talentosos que se muestran renuentes a dirigir porque creen que no tienen capacidad, y nos toca prepararlos desde ahora, para garantizar el futuro de la organización».

Tras la huella de la Historia, jóvenes ciegos y débiles visuales han ganado espacio de inserción social. Foto: Mileyda Menéndez Dávila

Laura y La ANCI

«Definitivamente sí, mi historia de vida puede ser representativa de los empeños y luchas en pos de la inserción social que lidera una organización como la ANCI, porque yo he podido ir escalando peldaños, ir venciendo obstáculos, y eso es lo que me ha ayudado a conseguir mis propósitos, cambiar, crecer.

«El mayor desafío es el miedo que uno mismo tiene a enfrentar las cosas, a lo que dirán otros. Por eso lo primero es sacarse esos prejuicios de la cabeza para luego poder transmitirles esa necesidad a quienes nos rodean; porque sí, hay prejuicios, nadie piense que no. Lo otro es imponerse, y es complicado, pero los retos mismos te forjan la voluntad: tienes que ser fuerte y decir que tú si puedes.

«De los más de 5 000 jóvenes que forman parte de la Asociación, no pocos han llegado hasta niveles universitarios. Algunos han hecho maestrías y hasta doctorados. Toda esa preparación que se realiza desde las escuelas tiene su base en la unidad que existe entre la ANCI y las escuelas especiales para niños con discapacidad en todas las provincias.

«Hay muchachos y muchachas que además de ser coordinadores de este Frente en su territorio asumen otros cargos, llevan las esferas de Educación, de Deporte, de Rehabilitación. Si no se hubiera fundado la Asociación, si no se hubiera aglutinado a las personas con este tipo de discapacidad, todavía seguiríamos siendo mal vistos, discriminados por la sociedad, y los jóvenes no tuviéramos las puertas abiertas para realizar nuestros sueños».

 

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