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Provoca serie televisiva Forense variadas opiniones

JR publica diversas visiones sobre la serie que transmite Cubavisión los domingos, entre ellas fragmentos del correo de Vicente García Castro, su director y guionista

Autor:

Randol Peresalas

El pasado martes, JR publicó el artículo Forenses enjaulados, a propósito de la serie que transmite Cubavisión los domingos en la noche. Su guionista y realizador, Vicente González Castro, respondió al mismo, a través de un correo, del cual, dada su extensión, reproducimos varios fragmentos que en nuestra opinión recogen la esencia de sus planteamientos:

«De no haber sido por el último párrafo de la crítica, jamás me hubiera puesto en contacto con ustedes. Creo que podrían suprimir el párrafo final, huele a ajuste de cuentas, algo así como «te estaba esperando a ver si eres tan bárbaro como dices» y eso aunque se piense, no se dice. Y si se quiere decir, siempre hay maneras más éticas y elegantes de decirlo, menos destructivas.

«Cuestionarse la “seriedad” de Forense, es inadmisible. (...) La seriedad de Forense está en la certeza científica de todo lo que se dice, en el rigor y exactitud de las actuaciones de médicos, técnicos, ambulancieros, víctimas y victimarios, en la credibilidad de las entrevistas. La seriedad está en la responsabilidad social que asumimos en cada uno de los temas planteados, en la exactitud de todos los planteamientos psicológicos, psiquiátricos, delictivos, médicos, jurídicos, antropológicos...

«La conclusión “Forense no funciona como policiaco” es perfecta, y me alegra, pero eso no es imputable al director. (...)

«He dicho públicamente en todas las ocasiones que me han entrevistado (...) que mi serie responde a un patrón contemporáneo que sigue Nueve Lunas, Segunda Enseñanza, De Fulanas y Menganas... Eliminé deliberadamente las falsas pistas y el suspenso en relación con el asesino; puede haber sido erróneo de mi parte, pero queríamos que el público se concentrara en la historia. Yo decidí hacer el cuento como se hace una historia de barrio, que desde que empieza sabemos quiénes son los responsables, pero no por eso perdemos el interés. La prueba de sus resultados es la frase que más me dicen en la calle diariamente: es distinto.

«Ustedes critican las tramas secundarias y afirman que en COINCIDENCIA “deriva a otros conflictos que no aportan nada a la trama en cuestión”. TODOS LOS CONFLICTOS SECUNDARIOS DE TODOS LOS CAPÍTULOS TIENEN QUE VER CON LA TRAMA. Justamente, el tema de coincidencia es la violación, mostramos varios casos y consecuencias de la violación (...) la más importante de todas, Migdalia (Broselianda Hernández), la amiga de la infancia de Laritza (Isabel Santos), que confiesa “nunca más pude sentir con un hombre”, es decir, la consecuencia más patética de una violación es derivar en el lesbianismo. (...)

«La afirmación de que solo se salvaron de las malas actuaciones Marta del Río y Susana, es irrespetuosa con los otros 171 actores y a mi manera de ver poco ética. (...) Mi mayor orgullo es que por cada actor consagrado, que vieron en pantalla, hubo dos nuevas figuras, de radio o teatro, que jamás habían aparecido en TV. Sé que hay algunos desniveles, pero son mínimos para los que pudo haber (...).

«Si algo me ha caracterizado en mi trabajo de director es el rigor en la dirección de actores y esta no es la excepción. No dirigí lo externo, en eso dejé correr al actor, me interesaron más las esencias de los personajes, los qué y los porqué de sus reacciones, creo y así piensan mis colegas, que los actores están bien.

¿Es más importante cuestionarme a mí, que haberse pronunciado por los temas candentes de la sociedad actual (violencia doméstica, la prostitución masculina...)? La conveniencia de evidenciar algunos de estos temas para que sean discutidos en el seno de la familia cubana, ha sido callada absolutamente. Tal vez un balance de contenido y forma, hubiera propiciado una crítica más justa. Creo que esta vez, lo esencial fue invisible a sus ojos».

OTRAS VISIONES

Varias y variadas han sido las opiniones que hemos recibido de los lectores: la doctora en Ciencias Biológicas, L. Pérez, profesora y una de las colaboradoras de Forense, considera que más allá de juzgar al director, se ha cuestionado el riguroso trabajo de los especialistas que lo apoyaron. Valora el rol de la serie para propiciar debates sobre aspectos polémicos de nuestra realidad y aprovecha para reconocer la labor de los médicos legales en Cuba.

Francisco, de Santa Clara, confiesa estar muy decepcionado con la serie, pues no cumplió con sus expectativas: «La contrariedad es todavía mayor luego de la gran promoción que permitió conocer el reparto de actores y que llevó a muchos televidentes a esperar un programa de tremenda calidad. Molesta que cada capítulo se estire como un “chicle”, peor aún cuando se hace para insertar personajes que nada tienen que ver con el argumento, o para tratar asuntos intrascendentes; uno espera con impaciencia que se vuelva al asunto principal para comprender cómo es que encajan en la trama. A la postre le sorprende el final, y nada, no encuentran la concatenación que esperaban».

Lucy, otra lectora, no cree que el espacio refleja con exactitud el trabajo de los forenses. Tampoco está satisfecha con las actuaciones de los protagonistas, aunque reconoce que son excelentes profesionales. Por su parte, Oscar Méndez Durán, administrador de Red Dione Artesanía Industria Granma, escribe para respaldar los juicios emitidos en el artículo Forenses enjaulados. Para él, las soluciones de los casos son elementales, y hace referencia al primer capítulo, el cual, según su opinión, es el «peor hasta el momento».

El doctor José Antonio Asso pidió comunicarse a través de nosotros con los responsables de la serie, luego de infructuosos intentos por cuenta propia. Específicamente sobre el capítulo Depresión, apunta: «Considero una falta de profesionalidad que se diga que el fenobarbital es un ansiolítico, cuando en realidad es un barbitúrico que, al producir hipnosis, seda. Son dos cosas diferentes. Además, en una autopsia no se puede llegar a conclusiones definitivas, más cuando el móvil del suicidio no se ha aclarado. Interpreté en el diálogo entre dos de los forenses que con el paciente suicida se puede hacer muy poco. Esto no es cierto. No entiendo esos deslices».

Carolina Arencibia, quien se considera una fiel televidente, escribe: «Creo que el dinamismo de la serie es poco cuando el televidente está ávido por conocer y aprender sobre ese interesante mundo de la Medicina Legal. Los actores son excepcionales, pero les falta credibilidad cuando están declarando las posibles causas de muerte de las víctimas en el lugar adecuado para esa tarea».

EN LA MIRA

Una opinión que aporta nuevos elementos para que el lector pueda formarse su propio criterio acerca del tema objeto de esta polémica la firma Rufo Caballero, crítico de arte, y especialista en medios audiovisuales.

«La concentración en el área de Medicina Legal, sin policías, lejos de aminorar el suspenso, lo incrementa. No entiendo cómo puede suponerse que los procedimientos de “autopsia sicológica” y similares atentan contra la adrenalina propia del género. Fue una decisión inteligente en términos de producción, y fue un riesgo interesante a propósito de la tensión y la intriga derivados de los pasadizos de la mente. Entonces, si aceptamos esto, menos aún podemos comprender la violentación de leyes narrativas indispensables en el género.

«Entre ellas, la lógica del cómo, que a menudo suele importar aún más que el qué. A veces se pasa información visual a los televidentes, y pareciera como si los médicos estuvieran detrás del televisor recibiendo esa información, pues luego sobreviene un salto narrativo, y al final ellos saben lo mismo que nosotros. Creo que González Castro es mejor como director que como guionista. Tiene destreza para el manejo de los planos insertados, algo que incentiva el suspenso y completa la acción intrigante; para las anticipaciones desde la puesta en escena, etc. Pero a la escritura le falta rigor.

«La manera como la ficción incorpora los matices de supuesta intimidad en los investigadores, o las lecciones éticas alrededor del uso de los medicamentos, resulta francamente pueril. Hay que lograr que la gente no compre comida en la calle irresponsablemente, o que entienda que cada psicofármaco sirve a fines distintos, de otra manera. Pero además, ya que se ha reclamado tanto el plano de los contenidos, sucede aquí lo que en otros espacios que, pretendiendo legitimar la otredad sexual, incurren en alusiones y tratamientos dudosos. Esa sola idea del director acerca de que “la consecuencia más patética de una violación es derivar en el lesbianismo” (sic) llega a ser alarmante. El lesbianismo no es un problema; ni como causa ni como consecuencia. El problema es la violación. En uno de los últimos capítulos había como un fantasma revoloteando todo el tiempo alrededor de un personaje, acerca de si se tenían por fin los elementos para suponer o saber que era gay. Pero el tono con que eso se decía parecía un problema, una desgracia, un misterio que termina en un túnel negro. Nada de eso contribuye a naturalizar la imagen del diferente, del que sencillamente escogió otro camino para algo tan íntimo y socialmente insignificante como la vida sexual.

«En la dirección lo más reprobable creo tiene que ver con un método que en principio puede parecer democratizador y valioso, pero que luego, en la puesta, no hace sino resaltar los desatinos de los aprendices. Confrontar a “monstruos” como Susana Pérez o Isabel Santos con principiantes que en ocasiones no pueden ni decir un bocadillo con organicidad, no hace sino acrecentar la conciencia sobre la invalidez de los advenedizos. Ese método debió ser más mesurado, debió propiciar contrastes menos sensibles.

«Pero hay algo en las palabras de Vicente González Castro (han circulado por Internet antes de que las publique JR, y sin que el periódico tenga la menor responsabilidad en ello) que me llama todavía más la atención. Al referirse a ciertos elementos artísticos que considera meritorios, escribe: “sin discusión alguna”. ¿Cómo es posible que un crítico como él, un hombre acostumbrado al don de la polémica y la controversia, cierre de ese modo una puerta al criterio de otro? En general, el año pasado, cuando JR publicó un comentario que advertía sobre la falta de criterio y confrontación crítica en la TV cubana, esta institución sostuvo una política inteligente: lejos de escamotear la evidencia, propició el debate, abrió puertas. Hoy siento, sinceramente, que vuelven a existir retrocesos en aquel sentido. Cuando el primer aliado de la inteligencia y la integridad intelectual ha de ser la disposición a escuchar al Otro».

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